
Lo logrado por O Rei durante su carrera como futbolista está al borde de lo increíble. Las historias de cómo el brasileño era recibido en los diversos países que visitó durante las giras alrededor del mundo son innumerables. Sin embargo, entre todas ellas, resalta la que ocurrió en Nigeria, donde -según dice la casi mitológica historia- la visita de Pelé y el equipo brasileño Santos pusieron una pausa a una guerra civil.
Corría 1969. El Santos de Pelé era el equipo más famoso del mundo en la época en la que el fútbol brasileño no tenía comparación. La selección de Brasil había sido campeona en dos de las últimas tres copas mundiales (1958 y 1962) y se preparaba para ganar la próxima, en 1970, con uno de los que usualmente se cuentan entre los mejores equipos de fútbol de la historia.
El Santos de Pelé. Dos veces campeón de la Copa Libertadores, Campeón de la Copa Intercontinental y también de la Supercopa Intercontinental. Elegida su versión de 1962/1963 por expertos europeos y sudamericanos a través de la revista El Gráfico como el mejor equipo de todos los tiempos, compitiendo con el Brasil de 1970, también del O Rei. En 1961 fue nombrado por el gobierno de Jânio Quadros como “tesoro nacional”, prohibiendo de paso que jugara en algún equipo no brasileño. El Santos de Pelé viajó por todo el mundo disputando innumerables amistosos, giras mundiales sumamente extenuantes, como aquella que en 44 días lo vio jugar 22 partidos en 9 países durante 1959, el año en que jugó 103 partidos. Aquel equipo jugó en tantas oportunidades y en tantos lugares del mundo que tras el fallecimiento de Pelé -cuyo nombre de nacimiento fue Edson Arantes do Nascimento-, casi en todos los países hubo registro de prensa recordando las veces que O Rei jugó allí.
1969, enero. La gira africana del Santos los llevó a jugar al Congo, Mozambique, Ghana, Argelia y Nigeria. El amistoso en este último país fue contra la selección nacional. Era común en aquel entonces que los equipos más famosos del mundo jugaran amistosos contra selecciones, equipos regionales u otros armados para la ocasión. Además de los africanos, el Santos jugó contra selecciones como la búlgara, la de Hamburgo en Alemania, la de Enschede en Países Bajos, e incluso contra el combinado de Atlético y San Martín de Tucumán en Argentina.
Lo que no era común era jugar partidos amistosos en países que se encontraban en guerras civiles, como ocurría en Nigeria en aquel entonces. El conflicto había estallado en 1967 entre el gobierno y el estado de Biafra, quienes se consideraban dejados de lado por las autoridades centrales que, a su juicio, enfocaban sus esfuerzos en la zona norte del país. La guerra civil cobró 2 millones de vidas civiles durante sus dos primeros años.
Pero para el partido llevado a cabo en 1969, nada de eso importó. Tampoco que los 60 millones de habitantes se encontraran repartidos en más de 300 grupos étnicos. Todo el país se paralizó para ver a Pelé jugar. Un armisticio que duró 48 horas cuyo epicentro fue la ciudad de Benin, y en el que personal de ambos bandos en conflicto se unieron para mantener la seguridad, armas en mano. El teniente Ogbemudia, gobernador de la región, no solo declaró feriado regional, sino que también abrió el puente que unía a la ciudad de Benín con Sapele para que las personas pudieran llegar al estadio. Pelé anotó dos goles que fueron ovacionados por toda la grada. El Santos dejó el país y horas después reinició el conflicto armado.
La historia a estas alturas ya tiene mucho de mito y hay quienes han puesto en duda lo que el mismo Santos reconoce como real. Entre aquellas dudas aparece la fecha y lugar del armisticio o el que no haya registro en los diarios de aquella medida en los diarios locales. También, incluso, el país y el año: existen versiones de que el alto a las armas provocado por la figura de Pelé había ocurrido en 1967, durante la gira del Santos que los enfrentó a las selecciones de Zaire (hoy República Democrática del Congo) y de Gabón. Tras volver a Libreville -capital de Gabón- en 2012, en una reunión entre O Rei y el entonces presidente del país Ali Bongo Ondimba, se mencionó que Omar Bongo Ondimba, padre de Ali Bongo y quien era presidente en 1967, dijo que debían detener la guerra porque “todos querían ir a ver jugar a Pelé”.
El alto a la guerra (o guerras) de Pelé, como se dijo, es algo que corre por el carril de lo mitológico. No sería la única proeza de este tipo protagonizada por el mundo del fútbol –Didier Drogba también detuvo guerras civiles en África, particularmente en su país Costa de Marfil, por ejemplo-. Sí sería propia de otra época, una casi sin registros, sin redes por las que la información viajara casi inmediatamente, y una en la que los jugadores casi no contaban con derechos ni compasión de parte de quienes manejaban los clubes: cien partidos en 365 días y en una multitud de países distintos, como jugó el Santos de Edson Arantes do Nascimento en 1959, no parece humano. El Santos, de hecho, renunció a jugar Copas Libertadores, supuestamente el torneo más prestigioso a nivel de clubes en Sudamérica, para hacerle espacio en los calendarios a estas lucrativas giras alrededor del mundo: las Copas Libertadores de 1966 y 1969 no tuvieron a ningún representante brasileño.