
Si bien la actual sede que alberga al Mundial de Fútbol ha sido objeto de críticas desde su designación, la FIFA también ha corrido la misma suerte. En el documental de Netflix FIFA Uncovered se hace un repaso a cómo fue descubierta la amplia red de corrupción que tomaba lugar en el máximo ente rector del fútbol. Sobornos y lavado de dinero son protagonistas de un documental que funciona como un buen acercamiento a la crisis de la FIFA, pero que tiene subjetividades y omisiones que no parecen casuales.
A algo menos de dos meses del inicio del Mundial de fútbol de Catar, la cadena estadounidense Netflix estrenó FIFA Uncovered, una serie documental en la que se muestran numerosas irregularidades y hechos de corrupción que sucedieron alrededor de la decisión de la FIFA de organizar el mundial de fútbol de 2022 en Catar y que tuvo su punto más crítico en 2015 con el arresto de varios altos mandos de la organización internacional que rige al fútbol a nivel mundial. Esto, tras una investigación del FBI (Federal Bureau of Investigation) estadounidense en torno a malversación de fondos, lavado de dinero, pagos irregulares y evasión de impuestos llevados a cabo en suelo norteamericano.
La serie documental cumple un buen trabajo para refrescar muchos hechos del pasado reciente y mostrar algunos factores que los explican. No es difícil recordar los arrestos llevados a cabo en la sede de la FIFA en Zürich: ejecutivos cubiertos en sábanas y sacados en autos desde hoteles. La posterior renuncia de Joseph Blatter a la presidencia de la FIFA, cargo en el que estuvo casi 20 años tras ser secretario general por otros tantos. Luego, la asunción al liderazgo general de Gianni Infantino, quien preside la organización hasta el día de hoy y que incluso dio el discurso inaugural hace unos días de uno de los mundiales más controvertidos de la historia.
Lo que muchas veces no se cuenta -o no se recuerda- tiene que ver con los eventos que tienen como consecuencia llegar a una situación como aquella, y que es algo que sí hace esta serie documental. La transformación de un ente prácticamente amateur como era la FIFA a mediados de los 60 hasta la hipercomercializada FIFA de la actualidad, de la que se muestra como principal responsable a João Havelange y su deseo -llevado a cabo exitosamente, por cierto- de comercializar al fútbol a nivel mundial, generando lazos duraderos con marcas como Coca-Cola y Adidas. Los ingresos monetarios a una organización no profesionalizada fueron un caldo de cultivo, finalmente, para el desarrollo de una cultura organizacional en torno a la corrupción.
Dentro de las denuncias están las numerosas transacciones que corresponderían a la compra de votos del comité ejecutivo de la FIFA -órgano encargado de decidir dónde se realizarán los mundiales- para favorecer a algunas de las sedes. Las cifras que se manejan son del orden de los millones de dólares y las denuncias impactan tanto a la candidatura de Catar como a la de Sudáfrica en 2010. También se ponen en duda varias elecciones a cargos internos de la FIFA -en particular, la presidencia- tras pagos irregulares que se ejercían a los distintos mandamases de las federaciones de cada país. Además de Havelange, se comprometen las participaciones de otros sudamericanos como Nicolás Leoz, Julio Grondona y Ricardo Teixeira, todos miembros del comité ejecutivo de la FIFA durante 2010.
Y es que el mundial de fútbol se ha convertido en una mercancía tan importante a nivel geopolítico y económico (cada mundial le cuesta miles de millones de dólares a los países organizadores) que el poder que conlleva cada una de elecciones es tremendo. El presidente de la FIFA se codea no solo con los más altos puestos de empresas transnacionales, sino que también con jefaturas de Estado. “El presidente de la FIFA tiene el mismo poder que un jefe de Estado”, dicen muchas fuentes durante el documental. Las reuniones que se sostuvieron para levantar la candidatura de Sudáfrica en 2010 incluso permitieron que Nelson Mandela se reuniera con Joseph Blatter y dirigentes FIFA de Concacaf.

El impacto geopolítico de una copa del mundo queda retratado también en otras de las acusaciones que se realizan en el documental. Las denuncias, que también salpicaron al exfutbolista Michel Platini, indican que éste votó en su calidad de presidente de la UEFA al menos parcialmente influenciado por el ex presidente de Francia Nicolás Sarkozy tras una reunión entre ambos y un representativo de la candidatura de Catar. Tiempo después se concretó una compra de aviones franceses por parte del Estado árabe. Este no sería el único acuerdo de comercio internacional que concierne a este mundial: lo mismo se deja entrever con los millonarios acuerdos de gas natural entre Tailandia y Catar.
Porque los cataríes -y así lo reconocen en el documental mismo- explican que para la candidatura, el mundial significaba algo más que solo albergar una competencia deportiva, sino que era una oportunidad de mostrar a todo el mundo la cultura árabe y la posibilidad de generar una identidad nacional, algo que consideran muy importante quienes lideran la joven nación: la actual monarquía absoluta se estableció como país independiente hace poco más de 50 años, luego de que el Reino Unido abandonara sus intenciones en el golfo pérsico y con ello su protectorado. También, se explica en reiteradas ocasiones, es para ellos una oportunidad de establecer relaciones comerciales, algo que a la luz de las acusaciones, ha sido efectivo.
Es difícil, no obstante, que la organización del mundial hubiera esperado que uno de los vínculos más fuertes que se haya hecho hasta el momento entre la cita y el país sea la falta de derechos de toda índole que se vive no solo para las comunidades LGBTIQ+, sino que también para los trabajadores de obras de infraestructura, en su mayoría migrantes, que perdieron la vida para que se desarrolle este megaproyecto en la mitad del desierto. O quizás lo que se buscaba era otro caso, uno casi ejemplar, de sportswashing. Las voces que piden boicotear el mundial se escuchan desde hace bastante tiempo.
Además de representantes de la candidatura catarí para el mundial de 2022, muchos altos mandos de la FIFA son fuente de la serie documental. Joseph Blatter es quizás la fuente más importante, presidente de la FIFA durante la crisis de mediados de 2015 y nombre casi indisociable de esta nueva y mercantilizada FIFA, dado su trabajo de casi 40 años como secretario general de João Havelange y luego como presidente. Además de él, periodistas, investigadores federales estadounidenses y distintos personeros del máximo ente del fútbol explican en sus palabras lo ocurrido.
Quién cuenta la historia

Pero como todo documental, no solo importa quiénes son las fuentes ni qué es lo que se dice, sino quiénes y qué se omite. La serie es original de Netflix, cadena estadounidense. La escena inicial del primer capítulo es la rueda de prensa del departamento de justicia estadounidense mientras que en Suiza ocurrían los arrestos a directivos de la FIFA. Queda claro, además, que existía animadversión entre Estados Unidos y la candidatura de Catar, pues ambas competían entre sí para organizar el mundial de 2022. Es por lo demás curioso que los casos de corrupción nombrados sean el sudafricano y el catarí -nombrándose también de soslayo la limpieza de imagen que se intentó con el mundial de Rusia-, y no exista mención a uno de los mundiales de los que más recuerdos se tienen de irregularidades, al menos dentro de la cancha: Corea y Japón 2002, que concluyó con uno de los organizadores -Corea del Sur- en el cuarto lugar. Para la empresa de streaming tampoco existen dudas, al parecer, sobre la organización del mundial de 1994 en suelo estadounidense. La FIFA, se deja entender constantemente en el documental, tenía una estructura de corrupción establecida desde hace décadas. Estados Unidos, antes del mundial organizado en su país, no tenía tradición futbolística alguna, al nivel de que los estadios utilizados fueron los que se usaban para fútbol americano pero adaptados para el fútbol, lo que se notaba no solo en los cortes del césped y en las líneas utilizadas para demarcar aquel deporte que se dejaban ver en la cancha cuales espíritus, sino que incluso en la ruptura de una de las porterías en mitad del partido que disputaban México y Bulgaria. El estadounidense Chuck Blazer, quien fue miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA (1996-2013) y secretaria general de la Concacaf (1990-2011), fue el principal informante de todos los casos de corrupción dada su cercanía con Jack Warner, presidente de la Concacaf (1990-2011), y las denuncias hacia Warner en relación a sobornos y lavado de dinero son numerosas. No obstante, no solo se hace parecer que la influencia de Blazer sobre decisiones que pueden haber tenido que ver con Estados Unidos es baja, sino que además se lo deja ver como una figura controvertida en vez de uno de los principales artífices y líderes de la red de corrupción a nivel continental.
Es también la tradición futbolística algo que se muestra como muy importante -aunque solo a veces- por quienes acusan a la gestión de Blatter. Que el mundial lo organicen países donde el fútbol no tiene tanta historia parece ser también uno de los factores que impulsan las numerosas acusaciones -aunque este no fue el caso de Estados Unidos, Corea del Sur ni Japón-. La importancia geopolítica de un evento de este calibre es clara y la decisión de sacarlo de las principales esferas tradicionales es también política. Antes de Sudáfrica, no había habido mundial alguno en el continente Africano. El primer mundial en Asia fue en Corea y Japón. El primero en Medio Oriente es el actual en Catar. Antes de que a Sudamérica llegaran los trenes ingleses y el fútbol, no existía en el subcontinente tradición futbolística alguna. Este deporte se inició en Europa, pero a través de los viajes colonizadores se expandió a todo el mundo, principalmente a los espacios de mayor pobreza, donde era más fácil jugarlo pateando cualquier cosa que otros deportes más complejos o caros. Las críticas a la corrupción imperante en FIFA son necesarias, pero deben desacoplarse de las tradicionalistas, pues estas, como suele ocurrir con el conservadurismo, pretenden mantener el statu quo más que cualquier otra cosa.