
Por Aline Richards Romero
El pasado martes 11 de octubre se inauguró la Copa Mundial Femenina de Fútbol Sub-17. La Roja se enfrentó en esta ocasión a Nueva Zelanda, potencia mundial y terceras en la última copa. Chile ganó con un contundente 3 a 1. El partido que hicieron las cabras fue, a mi parecer, de lo mejor que he visto, con un juego colectivo sobresaliente, posiciones muy bien entendidas y, sobre todo, con una personalidad futbolística que solo da el trabajo silencioso y constante de un entrenamiento bien hecho, y también con un “aguante” impresionante. Digo “aguante” entre comillas porque a veces este concepto pareciera ser una palabra solo entendida para este vasto territorio llamado Abya Yala. El aguante, la pachorra, el sentimiento desbordante pareciera todavía ser una característica latinoamericana, con un modo de jugar al fútbol que muchas veces se escapa a lo netamente técnico, sino que se mezcla con la intuición, las ganas y el darlo todo más allá de lo físicamente posible.
Rescato y realzo a este grupo de jóvenes mujeres porque no necesariamente cuentan con todos los recursos necesarios para alcanzar de manera sencilla este logro. Porque si bien fue el primer partido, hay que tener claro que ellas estuvieron tele-entrenando en pandemia y en un contexto de muchos años de precarización. Recién el miércoles 12 de octubre del 2022 entró en vigencia la ley de profesionalización del fútbol femenino en Chile, lo que implicará un proceso paulatino que durará años para implementar contratos e infraestructura digna para el fútbol femenino.
He escuchado a muchos periodistas subirse a este carro de la victoria, que lamentablemente no pudo continuar con un triunfo en el enfrentamiento ante Alemania. La verdad es que cuesta escucharles cuando destinan tan poco tiempo a cubrir partidos, o realizan notas de prensa sin profundidad, sin aprenderse siquiera el nombre de las jugadoras. La brecha deportiva y también periodística sigue siendo abismal entre el fútbol femenino y masculino. Por ejemplo, vimos la crisis en la selección española femenina que renunciaba a seguir siendo parte de dicha escuadra mientras el técnico no mostrara seriedad en el proceso futbolístico. Y así, hay incontables relatos de revueltas dentro de los planteles femeninos para llegar a equiparar la cancha en temáticas de sueldos, contrataciones e incluso instalaciones que cuenten con iluminación, como fue el caso del equipo femenino de Deportes La Serena.
Espero que todo el mundo, no solamente los y las periodistas, se suban al carro de la victoria de está prometedora selección sub-17, y lo hagan comprendiendo que para llegar a estos resultados se necesita un proceso, un proyecto futbolístico que apunte a un desarrollo con dignidad para jugadoras y todo el personal encargado de que desarrollen buen fútbol. Lo que no pasó con la generación dorada del fútbol masculino podría estar pasando en el fútbol femenino: establecer un recambio y una mentalidad futbolística que lleve a disputar podios y torneos internacionales importantes. Y todavía más allá: crear un cambio cultural en el fútbol donde las niñas y mujeres tengan referentas y admiren a otras mujeres que no solo juegan al fútbol, sino que juegan un buen fútbol, un fútbol que remueve y con el que dan ganas de repetir las jugadas cien veces, como el impresionante gol de Anaís Cifuentes en el debut del mundial sub-17.
Subámonos al carro de la victoria y de las victorias que vendrán. Más allá de no haber podido seguir escalando puestos en esta copa, la profesionalización del fútbol femenino viene de la mano de todas estas características: mujeres que tienen la disciplina para conformar un plantel competitivo, la altura de miras para entender que los resultados no van a aparecer mágicamente de un día para otro y el balance entre coraje y técnica. Así que, por favor, cuéntenle a una amiga, a un tío, o vean los siguientes partidos en sus trabajos. Yo estaré atenta y expectante al próximo encuentro y a los nuevos procesos que enfrente esta selección femenina sub-17. No nos pueden asegurar victorias, pero sí una entrega y un buen espectáculo futbolístico.