El imperativo de un verdadero punto de inflexión

Felipe Richmond M.
Asamblea de Hinchas Azules

Larga y profundamente ha sido discutida la gran y grave crisis institucional por la que atraviesa nuestro amado club. Durante los últimos años, hemos atestiguado la mezcla entre indiferencia e ineficiencia de parte de una administración caracterizada por sus crecientes desaciertos. Ante la presencia de un modelo de gestión deportiva que ha fracasado notoriamente, se observa un ansia por la llegada de un verdadero punto de inflexión que permita recuperar y enmendar el rumbo tanto en lo dirigencial como en el desempeño futbolístico, particularmente de la rama masculina.

Justamente, hace unos días se cumplieron 30 años de aquel recordado y legendario superclásico en el Estadio Nacional, en el cual nuestro amado club derrotó a Colo-Colo 2-0 con anotaciones de Eduardo Gino Cofré y aquel mítico penal que Sergio “Superman” Vargas contuvo a Claudio Borghi. Eran tiempos de los inicios de la rememorada “Nueva U”, la cual permitió recuperar el sitial extraviado a raíz de la profunda crisis institucional y deportiva que padeció nuestro club en tiempos de dictadura. A ojos de una inmensa mayoría, este partido implicó en su minuto una inflexión que hizo creer que nuestra U se encaminaba a un proceso de consolidación que permitiría revivir aquellas glorias añoradas y pretéritas, más aún en tiempos de sequía que incluyeron un descenso y una salvación en liguilla de promoción el año anterior. Dicho resultado –aquel triunfo frente a nuestro clásico rival- no fue menor dado lo opuesto del presente y precedente institucional de un club y el otro.

Posterior a aquello vendrían épocas gloriosas para nuestra institución tanto en lo nacional como en lo internacional, algo que, lamentablemente, ha sido esquivo durante los últimos años para el equipo masculino. Campañas que han estado marcadas por la mediocridad en rendimiento deportivo y que nos tuvieron con el sufrimiento de estar cerca de perder la máxima categoría, tal como sucedió con la agónica salvación del año pasado. Este año, el desempeño se ha prolongado dentro de lo discreto, con una primera rueda bastante decepcionante y un inicio titubeante de la segunda. Se espera que con la llegada de un nuevo cuerpo técnico se logre mejorar la campaña y encontrar el rumbo futbolístico extraviado desde hace bastante tiempo. De momento, y sin intención de pecar de pesimismo, pareciera que el punto de inflexión en cuanto a la labor realizada en el campo de juego se ve más lejano que cercano. 

Lo anterior indiscutiblemente guarda relación con el pésimo manejo dirigencial de la concesionaria, la que de forma constante ha tomado decisiones erráticas y que ha sido la principal responsable de la pérdida del rumbo y de la esencia de nuestro amado club. Malas decisiones en las contrataciones de jugadores y de cuerpos técnicos han sido la principal tónica. Ni mencionar la llegada del ecuatoriano Luis Roggiero, que en su minuto fue anunciada con bombos y platillos por su paso en Independiente del Valle, pero que tuvo un desempeño desastroso y errático como gerente deportivo. Mucho se habló, principalmente desde la concesionaria, que esta llegada implicaría un cambio radical. No obstante, en los hechos, no fue más que la consolidación de un modelo de administración de clubes que ineludiblemente ha sido un fracaso y que, en definitiva, ha demostrado ser inviable. Para tales efectos, mientras permanezca Azul Azul bajo el control y conducción del club, resulta difícil -por no decir imposible- que el punto de inflexión llegue a concretarse. 

En tal sentido, solo ha prevalecido la visión mercantil de parte de esta administración; la mística y los valores que representan a la U crecientemente se han procurado arrancar de nuestra esencia. Para cualquier institución, más allá del dinamismo y flexibilidad que se requiere adoptar dependiendo del contexto, es imprescindible que preserve el ADN que lo ha caracterizado y que ha sido parte de su historia para alcanzar el éxito. Precisamente, la concesionaria ha obviado y se ha desarraigado de aquella identidad que tanto caracterizó a nuestro club. 

En definitiva, de continuar por el rumbo embarcado hasta hoy, el punto de inflexión es una simple quimera. Lo que ha realizado Azul Azul coarta las posibilidades y demuestra las pocas intenciones de que deseen reflexionar en profundidad sobre la actual crisis institucional y deportiva. Poco o nada importa aquello para quienes dirigen la concesionaria. Ante esta situación, quienes debemos tomar el rol protagónico somos los y las millones de hinchas azules, de norte a sur. Que seamos capaces de recuperar lo que tanto amamos: a nuestra querida U. En consecuencia, de nosotros y nosotras depende que el club vuelva a ser de su gente. Y para aquello, para que se materialicen los cambios estructurales y necesarios, la tarea es propiciar el elemento clave: el anhelado, imperioso y verdadero punto de inflexión

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