Wimbledon 2022: uno de los Grand Slams más polémicos de las últimas décadas

Mañana lunes 27 de junio, el partido entre Novak Djokovic y Kwon Soon-Woo marcará el inicio de uno de los Wimbledon más polémicos del último tiempo. Esto debido a la posición de distintas organizaciones y entidades del tenis con respecto a la invasión rusa a Ucrania. Un torneo que dejará marcada la relación y posiciones que existen entre el deporte y la política.

A mediados de abril, a casi dos meses del inicio de la movilización militar rusa, se oficializó la decisión de Wimbledon, probablemente el torneo de tenis más importante del mundo, de prohibir la participación de tenistas provenientes de Rusia y Bielorrusia. “Debemos limitar la influencia global de Rusia a través de los medios más fuertes posibles. Ante una acción militar injustificada y sin precedentes, sería inaceptable que el régimen ruso obtuviera algún beneficio de la participación de jugadores rusos o bielorrusos en el torneo”, decía el comunicado oficial que publicó la organización para defender su posición. Esta decisión finalmente impidió que tres Top10 pudieran participar del torneo (Daniil Medvedev y Andrey Rublev, números 2 y 8 ATP respectivamente; y Aryna Sabalenka, 4 WTA).

Los organismos que representan a los y las jugadoras (ATP y WTA) no guardaron silencio. Aduciendo discriminación por motivos de nacionalidad y por socavar la integridad del sistema de clasificación, la decisión tomada fue cercana al boicot: el tercer Grand Slam del año no entregaría puntos para ninguno de los rankings que estas entidades administran. Mientras la organización del torneo de ‘s-Hertogenbosch, otro de los pocos abiertos que se disputan sobre césped, se sumaba a las palabras de los y las jugadoras (“Los jugadores rusos y bielorrusos tienen derecho a registrarse y su participación solo estará sujeta a la posición de su ranking”), el torneo de Wimbledon reafirmaba su posición aduciendo que “seguimos sin aceptar que el éxito o la participación en Wimbledon se utilicen en beneficio de la maquinaria propagandística del régimen ruso, que, a través de sus medios de comunicación estatales estrechamente controlados, tiene un historial reconocido de utilización de los éxitos deportivos para apoyar una narrativa triunfalista al pueblo ruso».

Tenistas profesionales tanto de Rusia como de Ucrania tomaron posición en su momento con respecto a la guerra. Mientras los y las ucranianas condenaron enérgicamente el ataque ruso (por ejemplo, Elina Svitolina o Sergiy Stakhovsky), quienes representaban a Rusia pidieron paz y el fin de la guerra sin necesariamente indicar que rechazaban las medidas tomadas por el gobierno de Vladimir Putin. En algún momento se rumoreó que, para que tenistas de Rusia y Bielorrusia pudieran participar de Wimbledon, debían antes hacer una condena enérgica no solo a la guerra, sino que al gobierno ruso. Es importante recordar, no obstante, que el gobierno de Putin ha sido acusado frecuentemente de ataques a quienes se manifiestan en su contra, lo que hace cualquier expresión contraria un acto de peligro personal. Así lo expresó quien fuera entrenador de Serena Williams hasta hace unos años, Patrick Mouratoglou: “Creo que los jugadores rusos y bielorrusos ya han dicho mucho. No dicen literalmente que están en contra de la guerra, pero lo muestran. Así que creo que es lo máximo que pueden hacer sin correr ningún riesgo, demasiado riesgo para sus propias familias»

Sin embargo, la exigencia no se condice con lo que se pide a deportistas de países que usualmente incurren en este tipo de prácticas y que no son considerados como “enemigos de la democracia”, como, por ejemplo, israelíes o estadounidenses. Así recordó el tenista australiano John Millman: «Quiero dejar claro que estoy en contra de cualquier conflicto en el que la gente muera. El conflicto Rusia-Ucrania es horrible, y mi corazón llora por los ucranianos y por los jugadores ucranianos, pero odio todos los conflictos. No me gustó la guerra en Irak, cuando el daño colateral era ver a inocentes muriendo. No me gusta que el Reino Unido venda bombas a los saudíes mientras bombardean a Yemen. No me gusta el conflicto entre Israel y Palestina, el de Libia, ninguno en el que la gente muera”. En todos aquellos casos, jamás se exigió ni se rumoreó una condena de los y las jugadoras a sus países por impulsar guerras. En el caso contrario, para poder participar de esta edición de Wimbledon, la tenista Natela Dzalamidze, debió renunciar a la representación de su natal Rusia y hacerlo representando a su segundo pasaporte, Georgia.

El australiano, además, evidenció que con la decisión de ATP y WTA de restar puntos al torneo, la motivación de las y los jugadores para disputarlo ha cambiado. La suya, afirma, es debido a que el torneo es “algo especial”, pero que, sin puntos, sería prácticamente una exhibición muy bien pagada. Mientras el italiano Fabio Fognini comentó que un Wimbledon sin puntos era un momento ideal para irse de vacaciones, la canadiense Eugenie Bouchard decidió no participar para no usar una de sus exenciones por lesión en un torneo que no entrega puntos. Entendiendo esto, la organización del torneo decidió aumentar el pozo total de premios en más de un 5% con respecto a la versión anterior. Esto quiere decir que quienes resulten campeones en las versiones individuales tanto masculina como femenina, recibirán 2 millones de libras esterlinas, casi 2.5 millones de dólares o más de dos mil millones de pesos chilenos.

Y aunque las voces de crítica al torneo y de apoyo a la decisión de la ATP y WTA han venido de todas partes (incluyendo a Novak Djokovic y Rafael Nadal), lo otro que ha quedado claro es que las decisiones, sin importar qué organismo las haya tomado, parecen ser unilaterales y no haber sido discutidas previamente. Tanto el británico Cameron Norrie como el italiano Matteo Berrettini explicaron que, estando en distintas posiciones a la remoción de puntos de Wimbledon (uno en apoyo y el otro en rechazo), ninguno tuvo mayor injerencia en la decisión tomada por el consejo de jugadores, a la que el italiano calificó como “la mayor decisión que la ATP ha tomado en los últimos 20 años». Y es que quizás ha llegado la hora de que el tenis se organice de otra manera, como lo deja entrever el tenista australiano John Millman: “debe haber un cambio de gobierno para que los jugadores y los torneos trabajen juntos. Es algo que no tenemos y que se ve claramente con esta decisión».

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