
La que ha sido llamada como una de las peleas del año estuvo repleta de hitos que están cambiando la narrativa del boxeo femenino. Esto en un contexto de desigualdad de género que es estructural y en un deporte que todavía asume en sus reglas que las mujeres no tienen las mismas capacidades que los hombres.
El sábado 30 de abril se llevó a cabo una de las peleas más esperadas en la historia del boxeo femenino. La irlandesa Katie Taylor y la puertorriqueña Amanda Serrano, número 1 y 2 libra por libra respectivamente, repletaron el Madison Square Garden en Nueva York durante su combate por los cuatro títulos de peso ligero que defendía Taylor. Serrano, quien mantiene todavía tres títulos en categoría pluma, subió dos divisiones para enfrentarse a la irlandesa e intentar convertirse en campeona unificada en dos categorías distintas.
El combate fue emocionante desde el comienzo, con Taylor dominando desde la distancia y Serrano encontrando golpes de poder en los rounds intermedios que tuvieron a muy maltraer a la campeona, particularmente en el quinto asalto. Cuando se pensaba que la puertorriqueña terminaría con el reinado de la irlandesa, la campeona sacó piernas de donde no existían para volver a tomar distancia y dominar con jabs y combinaciones cortas la parte final del combate. Por decisión dividida, la campeona mantuvo sus títulos en una pelea que para muchos y muchas es candidata a ser uno de los combates del año.
Pero la historia no solo se escribirá por lo ocurrido dentro del ring, sino que también por el significado de esta pelea. No han sido muchos los combates femeninos de esta magnitud que han encabezado sus respectivas carteleras -Claressa Shields, otra de las tres mejores boxeadoras en la actualidad, tuvo su última pelea como semifondo del combate entre Chris Eubank Jr. y Liam Williams en febrero-. Esta vez, fueron dos mujeres las estelares de una jornada que tuvo de semifondo la pelea entre Jessie Vargas y el británico Liam Smith.
No solo es aquello lo histórico, sino que también lo fue el escenario escogido para llevar a cabo el combate. El Madison Square Garden es quizás el recinto con mayor tradición de boxeo en el mundo. Taylor y Serrano se suman ahora a los y las boxeadoras que han repletado aquel estadio con un combate de boxeo, una lista en la que se encuentran también Muhammad Ali, Sugar Ray Robinson, Roberto Durán, Mike Tyson y Saúl Álvarez.
Y el significado de la pelea, así como las diferencias estructurales que existen entre el boxeo masculino y femenino, fue algo que no escapó ni de los eventos promocionales ni al cierre de la pelea. Así lo demostraron las palabras de Serrano tanto antes como después del combate: “las mujeres podemos pelear, podemos vender entradas en los mejores escenarios y podemos dar tremendos espectáculos”. Las diferencias entre las disciplinas masculinas y femeninas no solo tienen que ver con el acceso a promotoras, eventos, entrenamientos y financiamiento, sino que incluso con diferencias propias en las reglas de los combates: asaltos de dos minutos (son tres en el boxeo masculino) y peleas titulares de 10 asaltos (usualmente 12 en combates por algún título mundial masculino).
Tras la victoria, el camino de Taylor, quien se ha convertido en un enorme modelo a seguir para muchas niñas en su natal Irlanda, es continuar haciendo historia. Tanto ella como Serrano se refirieron sobre el ring a su deseo de llevar a cabo una revancha, pero esta vez en Irlanda. Para Taylor, esto significaría casi necesariamente pelear y repletar el mayor escenario posible en aquel país: el estadio Corke Park de Dublín, con capacidad de más de 80 mil espectadores. Así como anteriormente los estadios Wembley en Londres y Principality en Cardiff han recibido a más de 80 mil personas para los combates más interesantes que pueden llevarse a cabo en las islas británicas, esta vez será el turno de Taylor de confirmar que el boxeo femenino está a la altura, que las mujeres pelean, venden decenas de miles de entradas y dan tremendos espectáculos.