Salud mental: el desafío en el deporte de alto rendimiento

Los últimos dos años han sido complejos en términos de salud mental para toda la población. Esto también ha afectado a quienes practican deporte de alto rendimiento y, como tal, la psicología deportiva ha visto aumentada también su notoriedad pública. ¿Qué particularidades tiene la psicología deportiva? ¿Cuáles son los principales desafíos de esta disciplina? ¿Qué falta por hacer? Estas y otras preguntas se intentan responder en el siguiente reportaje.

Por María Torres y Diego Alonso

“Sí, vivir las Olimpiadas, ver a las estrellas, caminar y comer junto a ellas, vivir la ceremonia de apertura, el primer partido de victoria ante Australia, los anillos olímpicos, vivir ‘tu sueño’ es magnífico… pero olvidamos cómo las limitaciones del COVID-19 hicieron que todo fuera difícil. Llevar la mascarilla 24 horas del día, jugar sin afición, no ver a tus familiares ni poder ver otros deportes -e incluso partidos de nuestra misma disciplina-, comer con guantes, hacerse pruebas cada mañana…”. Esta es parte de la carta publicada por Julie Allemand, basquetbolista belga, quien anunció que este 2022 se retiraba temporalmente para priorizar su salud mental.

Este caso no ha sido el único que en el último tiempo ha puesto sobre la mesa el estado de la salud mental de los y las deportistas de alto rendimiento. Solo el año pasado, dos de las figuras más reconocidas en sus disciplinas a nivel mundial -Naomi Osaka, tenista, y Simone Biles, gimnasta- decidieron retirarse de las competencias más importantes de sus respectivos deportes (Roland Garros y los Juegos Olímpicos, respectivamente) para privilegiar su salud mental. También durante los últimos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 salió a la luz pública el caso del pesista chileno-cubano Arley Méndez, quien fue suspendido por un mes justo antes de la competencia tras dar dóping positivo por fumar marihuana y que luego confesó que lo había hecho a propósito para así ser sancionado y con ello evitar la presión de ir a competir. Admitió también tener depresión y que la razón por la que no se había retirado era porque debía “alimentar a mi familia. Este es mi trabajo, me gusta competir, pero estoy sufriendo mucho. El deporte me está haciendo mal«. Como Arley, la futbolista Francisca Moroso también decidió el año pasado retirarse de la alta competencia, fútbol en su caso, para privilegiar su salud mental. “Hoy dejo el fútbol para jugar otro partido, el más importante de mi vida”, decía el comunicado que publicó en octubre de 2021.

No ha sido coincidencia que todos los casos antes mencionados hayan ocurrido en estos últimos dos años. La pandemia del COVID-19, que ha impactado en la salud mental de toda la población, ha sido particularmente dura con los y las deportistas. “El principal problema es la falta de objetivos -explica el psicólogo francés Makis Chamalidis-. A diferencia de una parada repentina debido a una lesión, que puede durar unos pocos meses, toda la agenda deportiva se ha detenido, por lo tanto, los atletas no tienen nada en qué concentrarse”. Según explica, una detención tan abrupta en la vida de atletas puede provocar retiros o depresión, una problemática grave que ha sido transversal a muchos deportes.

En este sentido, la psicología deportiva ha ganado también notoria atención en este último tiempo, incluso llegando al nivel de que equipos profesionales cuenten entre sus cuerpos técnicos con psicólogos deportivos. La psicología del deporte es una rama aplicada que involucra un acompañamiento constante durante el desarrollo de un o una deportista, “a diferencia de lo que sucede en el contexto clínico habitual. Aquí, el motivo principal de consulta es querer ser mejor, enfrentar de mejor manera los procesos deportivos, la frustración y lo que involucra la alta competencia”, explica Karla Guaita, psicóloga de la Sociedad Chilena de Psicología del Deporte y del Centro de Alto Rendimiento, quien además fue seleccionada chilena de Esgrima. Si bien la mejora continua es el principal motivo de consulta, según explica la psicóloga, esto no implica que la disciplina no se involucre también en los problemas de salud mental que aquejan a los y las deportistas, fenómeno más visibilizado durante los últimos años, y que son principalmente cuatro tipos de cuadros: demencia pugilística -relacionada mayormente a personas adultas mayores luego de una carrera en el boxeo-, trastornos alimentarios, cuadros ansiosos y cuadros depresivos. 

Un ambiente hostil

Clarisse Agbegnenou, deportista francesa y ganadora olímpica.

El mundo de la alta competencia es un ambiente hostil, pues vive dentro de un sistema social y ambos, el sistema y la alta competencia, parecen no ser compatibles: las y los deportistas no solo se enfrentan a altas cuotas de actividad física y estrés mental, sino que deben también cumplir con exigencias académicas, sociales y culturales. “Es un escenario que involucra mucha frustración, tolerancia e incertidumbre porque son personas que se esfuerzan siempre. Todo esto recae en sus hombros”, explica la psicóloga.

La pandemia y la crisis sanitaria afectaron de manera significativa al deporte. Las restricciones impidieron los entrenamientos y las competencias cambiando, al mismo tiempo, las planificaciones del mundo deportivo. “Tienes que pensar que nadie se involucra o se somete al alto rendimiento sin buscar el logro deportivo, que es, por ejemplo, la medalla. Se trabaja para ese hito”, aclara Guaita.

Así lo expresó al medio Eurosport la judoca francesa y medallista de plata de Río 2016, Clarisse Agbegnenou: “La incertidumbre acerca de cuándo podremos entrenar y competir es muy difícil de manejar. Me gusta programar las cosas con anticipación. Esta situación me desanima. Estoy aprendiendo a ser otra persona, a vivir día a día, lo cual no es fácil. Estoy aprendiendo a ser paciente en la incertidumbre”.

En esta línea, algunas organizaciones internacionales han realizado diversas acciones para acompañar a las y los deportistas. En julio de 2021, FIFPro, el sindicato mundial de futbolistas profesionales, lanzó una campaña que buscaba concientizar sobre este tema y entregar a los sindicatos de jugadores y jugadoras del mundo las herramientas necesarias para ofrecer ayuda oportuna. Un estudio de la misma federación arrojó que cerca del 40% de las y los futbolistas han tenido síntomas de algún problema de salud mental durante el transcurso de su carrera, situación que se vio agravada por el COVID-19.

Por su parte, durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el Comité Olímpico Internacional (COI) puso a disposición de las y los deportistas una línea de ayuda psicológica a la que podían contactar por teléfono, aplicación, correo electrónico o mensajería de texto para hacer consultas las 24 horas del día en 70 idiomas diferentes. “Para el COI, la salud mental de los deportistas es un asunto importante desde hace años. Hemos trabajado en ello especialmente durante la pandemia”, indicó en la ocasión Mark Adams, vocero del organismo, tras la renuncia de la gimnasta Simone Biles a participar en varias competencias.

Cabe destacar que para esta competencia internacional, la delegación chilena no viajó acompañada de profesionales de la salud mental.

Perspectiva de género y estereotipos atléticos

En la investigación internacional sobre deporte y las enfermedades asociadas a la salud mental, según explica Guaita, “hay pocas diferencias de género”. Sin embargo, las vulnerabilidades de las y los deportistas sí tienen elementos relacionados al género, aunque no necesariamente vinculadas al deporte. “Por ejemplo, las mujeres están más expuestas desde la heteronoma a problemas o trastornos que tienen que ver con trastornos alimentarios, violencia o discriminación”, señala la experta.

A estas diferencias que se dan en el plano deportivo, es importante considerar también las brechas que son consecuencia de los roles de género y de la división sexual del trabajo. Las deportistas no están ajenas a esta realidad. Según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo realizada en 2015 por el Instituto Nacional de Estadísticas chileno, las mujeres destinan en promedio tres horas all día más que los hombres al conjunto de actividades de trabajo no remunerado, lo que contempla trabajo doméstico, de cuidados y de apoyo a otros hogares. Esta brecha se mantiene independiente de la edad y los días de la semana y fin de semana: siempre las mujeres trabajan más que los hombres.

De forma particular, en el deporte de alto rendimiento existen estereotipos atléticos que tienden a valorar de forma positiva, desde un punto de vista heteronormativo, todo lo vinculado a lo masculino: “todos los y las deportistas tenemos que ser rudos, aguantar, no podemos ser ni vernos débiles, hay que sobreponese y enfrentarlo todo”, explica Guaita. De esta manera, existen procesos de discriminación que afectan a las mujeres, quedando más expuestas a discriminación y sexismo.

Si bien es cierto que aún hay mucho camino por avanzar, en cuanto a los necesarios cambios institucionales, el Protocolo general para la prevención y sanción de conductas de acoso sexual, abuso sexual, discriminación y maltrato en la actividad deportiva nacional realizado por el Ministerio del Deporte y promulgado el 2020 ha sido bien recibido por las comunidades deportivas. Sin embargo, su implementación, al menos en el mundo del fútbol, no ha estado exenta de polémicas: una investigación de Revista Obdulio reveló que al 22 de noviembre de 2021, solo nueve sociedades anónimas deportivas (de un total de 48) que controlan a equipos del circuito nacional había realizado la incorporación del protocolo.

“Aquí es cuando ser un país en vías de desarrollo nos pasa la cuenta. Nos pasa la cuenta cuando hablamos de violencia de género en el deporte, mercantilización de los deportistas -cuando se les deja de ver como personas sujetas de derecho-, y cuando hablamos de un contexto deportivo en un espacio seguro, lo que significa un espacio libre de acoso, de discriminación, equitativo, respetuoso y libre de violencia no accidental”, concluyó Guaita.

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