Chile hoy puede aislar al fascismo

No da lo mismo por quién votar. Es cierto, los programas deportivos de las candidaturas dejan mucho (o todo) que desear y en su mayoría están construidos solo de vaguedades. Probablemente, y debido en parte a la falta de hoja de ruta, la estructura deportiva estatal no cambie tanto en un próximo gobierno. Sin embargo, hay algo que tenemos que tener claro: el fascismo que impulsan las ideas de José Antonio Kast y que se ve reflejado también en sus propuestas deportivas no puede pasar. 

¿Qué esperar para el deporte tras las próximas elecciones? Las propuestas programáticas de las candidaturas parecen tener diferencias marcadas en muchos ámbitos. En términos de profundidad, por ejemplo, las hay desde aquellas que no presentan palabra alguna -como la de Eduardo Artés- a planes detallados con ideas de su factibilidad, como la de Marco Enríquez-Ominami. Pero, en general, las líneas programáticas deportivas de los candidatos se mueven alrededor de la vaguedad y declaraciones de principios generales: fomentar, impulsar; no son propuestas sobre qué van a hacer, sino qué les gustaría que pasara, como si no fueran a tener control alguno sobre aquello.

¿Y sobre qué versan dichas intenciones? Todas las candidaturas que presentan programas deportivos hablan sin excepción del deporte de alto rendimiento y profesional, tanto en términos de financiamiento y reorganización estatutaria como de desarrollo de infraestructura. Tiene sentido: es este aspecto del deporte el que mayor funcionalidad y rentabilidad política le entrega a cualquier gobierno. Tanto la organización de un evento internacional como la construcción de infraestructura pueden ser fácilmente vendibles como un éxito de gestión política y administrativa. Las formas en las que se llega a este éxito pueden diferir y esto se ve también en el contraste de los programas: desde ampliación de las becas actuales hasta sumar a deportistas profesionales en los escalafones de funcionarios públicos. El concepto puede ampliarse, incluso, para incluir a los juegos virtuales y generar otro tipo de deportistas profesionales, como propuso Franco Parisi. 

Es decidor también, en términos del deporte profesional y competitivo, que algunos programas solo se refieran al deporte adaptado como paralímpico y en términos de medallas. Este enfoque olvida u omite el hecho de que el acceso al deporte es usualmente uno de los derechos más invisibilizados de ese grupo de personas. Si el deporte es un vehículo promotor de los Derechos Humanos, como ha indicado frecuentemente la ACNUDH, y considerando además los beneficios específicos del deporte adaptado como, entre otros, la autoaceptación al propio cuerpo de sus participantes, acotar el deporte adaptado a juegos competitivos que ocurren una vez cada algunos años no parece ser una forma integral de tratar este fenómeno.

Y es que el deporte integral es algo que se repite también en varios programas de las candidaturas. El deporte no solo como actividad física o elemento de salud, sino que también sus factores educativos, sociales, de reinserción y hasta políticos. Resalta, de hecho, que uno de los programas de la derecha, el de Sebastián Sichel, recoja la importancia de las organizaciones sociales y territoriales ligadas al deporte. Algo que no hace la candidatura de centro de Yasna Provoste. Pero, como es tónica en todos los programas, la forma de promover esta visión del deporte es, a lo más, vaga. Todo se busca impulsar, fomentar, promover, pero no parece haber una hoja de ruta clara más allá de estas oraciones. El programa de Gabriel Boric en particular habla de algo tan etéreo como el impulso de un cambio cultural para llegar a una cultura del movimiento. Una página más arriba, propone que la forma de potenciar el deporte de alto rendimiento sea a través de alianzas con organismos privados, la que, curiosamente, es una de las propuestas más concretas junto a la subsidiariedad de ligas deportivas para impulsar -nuevamente aquella palabra- la igualdad de género en el deporte profesional. 

Y es que quizás sea esa la más importante conclusión de los programas deportivos de las candidaturas actuales: hay muchas buenas intenciones, mas no proyectos realmente transformadores. No obstante, es destacable que, al menos discursivamente, se instale la idea de que el deporte no sea solo algo recreativo o sanitario, sino que parte de una vida integral -de aquel concepto de moda, el buen vivir- y motor del entretejido social. Quizás sea importante en este aspecto el actuar de la Comisión de Derechos Fundamentales de la Convención Constitucional y de su presidenta Damaris Abarca, quien se ha propuesto como convencional el establecer al deporte como derecho en un sentido amplio. Si quien sea elegido presidente o presidenta no impulsa aquel proceso deportivo transformador, al menos queda la esperanza de que este cambio discursivo pueda ayudar a promoverlo en un futuro.

Quizás la diferencia más marcada existe al contrastar el programa de José Antonio Kast. Sus propuestas no tienen prácticamente ningún asidero ni sustento en el deporte y todas se basan en la pérdida de libertades y la persecución tanto de movimientos y avances sociales. El deporte para él parece ser solo un vehículo más para el establecimiento del orden autoritario: desde la imposición de liderazgos “aprobados” en organizaciones sociales y deportivas territoriales hasta la persecución de “barras bravas” y la ampliación en la aplicación de Estadio Seguro. Todo en línea con sus demás propuestas programáticas, entre las que se incluyen la persecución de los movimientos cercanos a la izquierda política. Una posible presidencia del candidato republicano representaría una pérdida en la lucha por los derechos básicos y un retroceso en todo lo que se ha avanzado durante los últimos años. 

Esto no hace que las demás candidaturas sean positivas. De hecho, la propuesta programática de Sichel es la continuidad del actual gobierno violador de Derechos Humanos, pero no es explícito en su giro hacia el fascismo como sí lo es el programa de Kast. Detrás del discurso de orden público solo se esconde el autoritarismo de alguien a quien no le importa otra cosa que imponer sus valores al resto de la ciudadanía. No es sorpresa que en la lista parlamentaria de su partido vaya como candidato a senador alguien que ha declarado abiertamente querer intervenir el poder judicial. Su candidatura, así como la de todas las personas que componen su partido, es un peligro para la democracia y los esfuerzos deben enfocarse en evitar a toda costa que su derrota sea lo más amplia posible.

Puede que el deporte por sí mismo no sea el aspecto que determine la elección de por quién votar, pero es indudable que no todas las candidaturas son iguales y que hay algunas que significarán, de ser electas, un retroceso social incalculable.

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