
La investigación que sirvió como piedra de base para prohibir la presencia de mujeres con un nivel más alto de testosterona de lo indicado en ciertas competencias particulares y que en la práctica ha impedido a mujeres participar en ciertos deportes, fue corregida por sus propios autores, quienes señalaron que las conclusiones que emanaron de su estudio fueron malinterpretadas.
Una de las evidencias fundamentales para la aplicación de las normas que impiden a deportistas intersexuales participar de ciertos eventos se ha puesto en cuestionamiento durante los últimos meses tras la corrección a una de las publicaciones científicas que ha sostenido aquellas prohibiciones. Estás restricciones indican que aquellas atletas que se rehúsen a disminuir sus niveles de testosterona naturales a un límite indicado por el ente reglamentario, no podrán participar de ninguna competición de alto nivel. Una de las historias relacionadas más conocidas es la de la atleta sudafricana Caster Semenya, asignada como mujer al nacer, cuyos niveles de testosterona son mayores a lo que se espera de una mujer cis heteronormada y que no pudo defender su título olímpico en los 800 metros en los juegos de Tokio.
El estudio original, publicado en 2017 en la revista British Journal of Sports Medicine, concluyó que “las atletas mujeres con altos niveles de testosterona libre tienen ventajas competitivas significativas en las pruebas de 400 y 800 metros, 400 metros con obstáculos, lanzamiento de martillo y salto con garrocha”. No obstante, cuatro años después de la impresión del estudio original fue publicada una corrección donde los autores explican que su investigación solo exploraba la correlación entre ambos factores y que su intención nunca fue probar una relación causal. De hecho, dejan en claro explícitamente que la conclusión citada anteriormente fue errada, pues lo que creen haber encontrado fue solo una asociación, ya que su estudio, reiteran, fue exploratorio. Así, reconocen que la publicación y sus conclusiones pueden haber sido engañosas por implicar la relación causal entre ambos factores.
En su momento, el estudio original fue criticado ampliamente por diversos sectores de la ciencia ligada al deporte debido a fallas en los análisis estadísticos realizados. De hecho, en 2018 se publicó una carta -escrito que no fue sometido a revisión de pares- que trataba de resolver algunos de estos problemas. Aún así, este último documento también fue criticado por los métodos para resolver las inconveniencias del primer estudio, así como también por no publicar los datos anonimizados que sustentaron las conclusiones.
La investigación de 2017 no solo fue importante por las consecuencias que tuvo, sino que también fue oportuna para sobrellevar las dificultades que este tipo de prohibiciones, las que llevaban años en evaluación, habían enfrentado en distintos procesos legales. No se podía imponer normas discriminatorias sin tener algún tipo de evidencia que las justificara y, hasta ese momento, no había mayores pruebas para apoyar el caso, lo que cambió con este estudio que no solo iba en línea con lo que se requería para desentrampar los cambios regulatorios, sino que concluía fuertemente en favor de este tipo de medidas. Aquella publicación es, de hecho, resaltada en el sitio web de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, sigla en inglés) como punto clave del marco teórico para las prohibiciones establecidas. Tanto Bermon como Garnier, autores principales de la controvertida publicación, son investigadores asesores de IAAF.
Se ha cuestionado también el momento en el que se publicitó la corrección al estudio, siendo solo semanas después del cierre de los Juegos Olímpicos de Tokio en los que Caster Semenya, quien ha llevado una tortuosa batalla legal para poder volver al deporte, no pudo competir para defender sus títulos olímpicos. Semenya se ha convertido en un ícono en su natal Sudáfrica y planea llevar su caso nuevamente a la Corte de Arbitrio Deportivo (CAS en inglés) para poder regresar a la práctica deportiva de alto nivel. Ella ya había vivido un proceso legal de esta naturaleza en 2018, en el que sus demandas fueron rechazadas.Pese a las polémicas y la corrección a la investigación, el presidente de World Athletics (el nuevo nombre de la antigua IAAF), Sebastian Coe, ha sido tajante en declarar que las regulaciones están aquí para quedarse. Coe explicitó en su momento su apoyo a la mantención de la prohibición de competir a atletas mujeres con altos niveles de testosterona pese a la corrección del estudio que ha servido de base para esta, y que los argumentos científicos están de lado de World Athletics. Además indicó que para tener opiniones con sustento científico, las atletas que puedan verse involucradas en este tipo de situaciones deben acercarse a ellos en desmedro de sus federaciones locales para evitar los “comentarios y observaciones malintencionadas que se han emitido en el último tiempo”, en referencia a las opiniones vertidas por el equipo legal de Semenya que exigía el levantamiento del veto a participar a estas atletas.