
Jorge Salvador
Asamblea Hinchas Azules
Toda la historia se analiza desde un presente. Bajo este principio se funda la historiografía moderna. Esto siempre hará que escribir sobre el 18 de octubre sea un ejercicio constante de interpretaciones y evaluación de sus alcances. Hoy podemos decir que en el plano más material del asunto no hemos “ganado” nada: aún existen las AFP y los equipos -exclubes- siguen privatizados como casi todos los elementos que sostienen una vida óptima y en esperanza. Las causas por violación a los Derechos Humanos no avanzan y no existen ni han habido responsabilidades políticas ni individuales marcadas. La policía sigue siendo un ejercicio jurídicamente legítimo de represión que visualiza a amplios sectores de la población como enemigos y no como la razón de ser de su función. Podríamos entre distintas personas colmar columnas y derramar toda la tinta analizando nuestras derrotas y frustraciones con el modelo económico y político de nuestro país, situación análoga a nuestro equipo: la “U”.
Otro motivo para quebrar esperanzas es el terrible presente, algo arrastrado año tras año, de Azul Azul S.A.; la complicidad de la casa de estudios y (por qué no decirlo) de muchos y muchas hinchas que confunden el amor irrefrenable del estar ahí en buenas y malas con no criticar o actuar en consecuencia a la destrucción del valor inmaterial del club mancillado por la especulación bursátil de todos los aspectos de la vida social, en este caso, el fútbol.
Han pasado dos años de la crítica más honda a la sociedad realizada por quienes la viven a diario. Han figurado en ella amplios y diversos sectores poniendo una multiplicidad de demandas; vivimos con el anhelo de una realización de estas y por eso vamos continuamente, partido a partido, a esperar ese famoso día, aquel en que las cosas cambien.
No sabemos cuál será el final de la Convención Constitucional, desconocemos cuál prisión (cruzamos los dedos) albergará al actual presidente Piñera. El proceso de reactivación de la CORFUCH ha sido lento y dilatado, pero nosotros, nosotras, nosotres caminamos hacia algún lado a contrapelo de la inercia histórica y maniaco orden de los famosos “30 años”. Mismo orden prometido por las sociedades anónimas y la supuesta mano invisible del mercado que se regularía solo.
Nuestro himno tiene un mensaje que nos invita explícitamente a romper los marcos clásicos y también a redefinirnos si es necesario: “ir más allá del horizonte” significa también movernos hacia donde no sabemos o bien, literalmente, delante de lo que podemos ver. Bajo este principio aún podemos albergar un más allá en que nuestro destino nos pertenezca. Le debemos a todas las personas mutiladas, asesinadas e injustamente encarceladas, ese más allá. Aquella debe ser nuestra promesa: a dos años, o en veinte más, recuperar lo propio, la justicia, los ecosistemas, un modelo de sociedad equitativo y, por qué no, volver a ser un club de y por su gente ¿Cómo lo haremos? Yendo más allá del horizonte y el sendero continuar.