La relación entre el boxeador Manny Pacquiao y el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte

Manny Pacquiao no es solo un boxeador legendario, sino que también es senador de Filipinas. Es, de hecho, una de las figuras del partido oficialista, quienes proclamaron como candidato presidencial en 2016 a Rodrigo Duterte, conocido mundialmente por la sangrienta guerra contra las drogas que ha llevado a cabo en ese país y que ha sido criticada por organizaciones de Derechos Humanos. ¿Cuál es la relación entre Duterte y Pacquiao? Más al respecto en el siguiente reportaje.

Durante las últimas semanas, el legendario boxeador y actual senador filipino Manny Pacquiao, y el polémico presidente de aquel país, Rodrigo Duterte, parecen haber roto su buena relación, pasando de ser aliados políticos a rivales. Una decisión que no puede haber sido fácil de tomar para el equipo político de Duterte, pues Pacquiao, quien ha sido campeón mundial en ocho categorías distintas y es mencionado por muchos como uno de los boxeadores más importantes del siglo XX, es una figura popular importantísima en aquel país.

El conflicto, no obstante, no se debe a posibles críticas hechas por Pacquiao en relación a las controvertidas medidas que ha promulgado Duterte a lo largo de su mandato, quien se ha definido como cercano a corrientes socialistas. Tampoco a la guerra antidrogas que ha impulsado el gobierno filipino desde 2016 y que ha sido criticada por numerosos organismos internacionales vinculados a la protección de los Derechos Humanos por la ejecución extrajudicial de sospechosos y la implantación de pruebas, la que ha cobrado también la vida de activistas y ambientalistas. Duterte, tras haber asumido como presidente en 2016, pidió en numerosas ocasiones al público que mataran ellos mismos a los drogadictos que se encontraran. Pacquiao es, de hecho, militante del partido de Duterte, el PDP-Laban (Partido Democrático Filipino) y fue su presidente interino en 2020. Tampoco hay mayores diferencias ideológicas entre ambos. De hecho, el boxeador declaró en su momento que apoyaba la ejecución de convictos por crímenes de drogas.

¿A qué se debe, entonces, el reciente encontrón entre dos de las grandes figuras del PDP Filipino? Aspiraciones políticas. Pacquiao ha declarado su intención de levantar su candidatura a presidente del país para las elecciones de mayo de 2022 y los inicios de su campaña lo han enfrentado con Duterte en dos ámbitos: corrupción y política exterior. Corrupción, pues Pacquiao ha acusado al gobierno de Duterte de corrupto y emplazado al presidente a hacerse cargo de un problema que, considera, es muy masivo al interior de la plana directiva. Algo a lo que Duterte respondió exigiendo pruebas al respecto, diciendo además que si “no exponía la corrupción, yo lo expondré como un mentiroso desde ahora en adelante”. Asimismo, sobre política exterior, el actual senador declaró que el gobierno filipino estaba siendo suave con China en relación al conflicto que se mantiene entre varios países de la región por el Mar del Sur de China, una de las zonas de mayor tensión geopolítica en Asia. El boxeador es de la opinión de que Filipinas debe enfrentar con mayor dureza a China sobre sus reclamaciones territoriales, sobre las que existe una victoria filipina en cortes internacionales sancionada en 2016. Ante estas críticas, Duterte fue más duro, indicando que Pacquiao no por ser un buen boxeador sería un buen político y lo invitó a “estudiar más” antes de emitir su opinión

Los motivos más profundos del quiebre de la alguna vez amistosa relación entre Pacquiao y Duterte no son claros. Algunos analistas políticos filipinos han indicado que sería una estrategia del oficialismo para establecer una oposición que tenga a un líder alineado con los pensamientos y políticas del actual gobierno, empequeñeciendo al mismo tiempo a la actual oposición. Duterte no puede presentarse como candidato a la reelección, por lo que se ha indicado últimamente que será su hija Sara quien correrá como presidenciable del oficialismo. 

Pero es también posible que Duterte haya sentido las críticas por corrupción hechas por su exaliado y ahora rival de peso en la carrera por la presidencia. No pueden olvidarse dentro de este historial de diferencias políticas otros encontrones que han tenido el actual presidente y Pacquiao, como cuando el boxeador indicó que las personas gay eran “peores que animales”, una posición no compartida por Duterte, quien al principio de su gobierno abogó por el reconocimiento del matrimonio igualitario, algo que no pudo llevarse a cabo por presiones de diferentes esferas del poder filipino, entre las que se incluye a la iglesia católica. Filipinas es el tercer país del mundo, tras Brasil y México, con mayor población católica.

La figura de Pacquiao es innegable en Filipinas. Su historia, el salir de la más absoluta pobreza para convertirse en multicampeón, es sinónimo de esperanza en un país tan económicamente desigual y resuena en todos los grupos sociales, donde desde los maoístas a los extremistas musulmanes hacen vigilia para ver sus combates. La adoración popular hacia el peleador es una de las principales razones por las que muchos analistas ven bastante posible una victoria suya en las elecciones presidenciales del próximo año. No obstante, sea finalmente o no desde la oposición al polémico Duterte, no puede esperarse que un eventual gobierno suyo sea tan distinto al actual y controvertido mandato de Rodrigo Duterte. Y si siendo senador, Pacquiao impulsó medidas que atentan contra los Derechos Humanos como la restauración de la pena de muerte, como presidente podría ir mucho más allá.

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