Humanidad para las futbolistas

Carolina Cabello
Colectivo Formiga – Hacia una economía política del fútbol chileno

Con mucha tristeza hemos sido testigos durante la última semana del abandono y precariedad con que mantienen los clubes profesionales de Valparaíso y Viña del Mar a sus ramas femeninas.

Parece inaudito que en el año 2021 las mujeres chilenas deban seguir luchando por tener un reconocimiento como sujetos sociales con derechos laborales y deportivos dentro de la sociedad chilena. En el caso de Everton, jugadoras hastiadas de cumplir exigencias y obligaciones labores-deportivas tuvieron el coraje para exponer su caso y demandar a la sociedad anónima presidida por Pedro Cedillo para que reconozca el vínculo laboral que existe con ellas, marcando un precedente que, sin duda, será un histórico punto de quiebre para el fútbol chileno.

En particular, la demanda -que recibió la excelente asesoría y acompañamiento de la Asocación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF)- señala que el club viñamarino se encuentra vulnerando dos derechos de sus jugadoras: el derecho a la igualdad y no discriminación, y el derecho a la libertad de trabajo y su protección. Ambos están protegidos por la jurisprudencia chilena y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Resulta triste y vergonzoso que, si bien en Chile la esclavitud se abolió en 1823, casi 200 años después subsistan prácticas abusivas que atentan contra la libertad de trabajo y otros derechos fundamentales básicos de las futbolistas.

Por su parte, Santiago Wanderers, subsumido en una crisis institucional y deportiva nunca antes vista en sus prácticamente 129 años de historia, mantiene en una situación similar a sus jugadoras. Hechos que fueron evidenciados por el periodista Diego Mora, quien, en un reportaje viralizado por redes sociales, relata las precariedades y obstáculos que deben superar las deportistas para poder vestir la camiseta verde del Decano.

Cuando nos referimos al fútbol femenino, estos clubes -rivales en cancha- tienen más similitudes que diferencias. Ambos elencos son fundadores del campeonato ANFP, sin embargo, a 12 años de aquella formalización profesional, la falta de reconocimiento del vínculo laboral y, por ende, de derechos sociales básicos -como previsión de salud o cotizaciones previsionales- sigue presente. A esto se suma la carencia de proyecto deportivo de las ramas femeninas y de inversión en todos los aspectos condicionantes del rendimiento deportivo, lo cual nos indica que tanto Santiago Wanderers como Everton planifican en torno a una gestión sexista y no integral respecto a cómo entienden un club deportivo profesional.

Y es que la contradicción de los dirigentes es evidente: al momento de invertir pareciera que existe un club para hombres y un club para mujeres, pero al momento de hacer caja, ambas ramas utilizan sponsors institucionales en camisetas, publicitan a los mismos auspiciadores en el estadio y llevan el mismo nombre del club. La gestión sexista no es de extrañar, ya que ambas directivas mantienen dirigencias 100% masculinas, dificultando el acceso de las mujeres a la toma de decisiones respecto de sus propias condiciones. Siendo Santiago Wanderers y Everton instituciones deportivas con más de 100 años de historia, deberían dar el ejemplo y ser impulsores de la entrada profesional de las mujeres a la cancha. Esto implica avanzar en el reconocimiento laboral, cultural y deportivo de las jugadoras, en la redistribución económica–financiera respecto del presupuesto total de la institución, en donde hoy el fútbol femenino no alcanza a ser ni el 10% del global; y en la representación política en dirigencias y espacios de toma de decisiones respecto de su propio desarrollo.

Al respecto, la participación política de las mujeres en todos los ámbitos ha ocupado una parte significativa en las agendas feministas chilenas de los últimos años. Nombramos con orgullo tener la primera constitución escrita por un órgano paritario del planeta, sin embargo, el fútbol local como parte fundamental de la cultura popular y de la industria cultural parece estar completamente ajeno a estos avances y discusiones. ¿Cuánto tiempo más deben esperar las jugadoras para recibir el apoyo consciente de la gran mayoría del país?, ¿cuántas precariedades más deben superar para que las reconozcamos en la lucha? Uno de los grandes desafíos del movimiento feminista chileno, que ha avanzado firme en el mundo universitario y en la burocracia estatal, es llevar la perspectiva de género a la cultura popular. El fútbol como una forma de expresión de ella nos señala a gritos y con demandas en tribunales que hay cientos de mujeres a lo largo de todo el país que han tenido experiencias de vida abusivas en esta actividad; mujeres y disidencias que han debido poner el cuerpo frente a una serie constante de discriminaciones que hoy las llevan a decir que ya basta, no queremos más violencia naturalizada, somos iguales y exigimos respeto.

Aprendiendo de la historia de las mujeres, sabemos que las luchas que hemos dado nunca han sido aisladas y en soledad, sino que siempre para avanzar se ha debido adoptar un carácter colectivo. Si avanza una, se empodera y se transforma ella, pero si avanzamos todas, hay emancipación y se transforma el género. Necesitamos emparejar la cancha, construir la igualdad en la cultura y el deporte para construir la humanidad en las mujeres y disidencias, y para ello las necesitamos a todas.

Santiago Wanderers y Everton no pueden seguir perpetuando la naturalización de políticas sexistas en su interior. Hoy los dirigentes tienen la pelota, pero las jugadoras organizadas ya comenzaron el partido, van marcando los tiempos y necesitan el aliento de todas las galerías, estén dentro o fuera de las canchas.

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