
Por Victoria Bembibre
¿Es Tokio 2020 la cita olímpica con más diversidad de género de la historia? Desde el punto de vista cuantitativo la respuesta es clara: hasta donde sabemos, son 163 les deportistas queer participantes, más del doble que la edición anterior en Río de Janeiro (56).
Pero si pensamos en el aspecto cualitativo, solo lo confirmaremos en París 2024: ¿fuimos testigos de una tendencia destinada a normalizarse o acaso la lucha por la inclusión continuará sin tregua en cada vestuario, cada gimnasio y cada estadio?
No se trata de una casualidad histórica: es el resultado acumulativo de décadas de desigualdad, discriminación y exclusión. Para muches deportistas no implicó solo ocultar su identidad de género o su orientación sexoafectiva, sino llanamente dejar de competir. Es el caso de Caster Semenya, campeona olímpica y mundial, pero censurada de las competencias y examinada año tras año.
- Además de ser los Juegos Olímpicos con más deportistas que se han reconocido públicamente como parte de la comunidad LGBTIQ+, Tokio recibe por primera vez a participantes trans y no binaries. Esto ya estaba permitido desde 2004, pero nunca había sucedido antes.
- Las sensaciones son agridulces. Fumino Sugiyama, atleta y activista trans japonés, es parte del Comité Olímpico desde junio de este año. Hablamos de la primera persona trans en tener un rol de esas características, originario de un país donde la diversidad sexual está lejos de ser aceptada. De hecho, Sugiyama no es considerado legalmente “hombre” y no puede casarse con su pareja de hace más de 10 años y dos hijos en común.
- Fuego en las pistas. Shacarri Richardson es la sexta atleta más rápida de la historia, con destino de medalla en los Juegos Olímpicos de este año. Y es más que una velocista: su cabello, sus uñas y su estilo llaman la atención de las redes y las marcas. Más de una vez ha posteado con orgullo la bandera LGTBIQ+ en sus redes sociales. No le interesa callarse ni le importa ser juzgada por su color de piel, identidad de género o estética. Tampoco por haber dado positivo en THC (una de las sustancias psicoactivas de la marihuana) en su último control antidóping. Fue suspendida por un mes, pero todavía está a tiempo de llegar a la prueba de postas de atletismo. ¿Su respuesta al positivo en las redes sociales? “Soy humana”.
- Pionere. Quinn, a secas, es le primere jugadore de fútbol no binarie. Tiene 25 años y compite para la selección de fútbol femenino de Canadá. Del otro lado de la frontera, Estados Unidos acaba de reforzar las prohibiciones para mujeres trans que deseen competir en deportes universitarios. “Me da orgullo ver ‘Quinn’ en la alineación. Pero me da tristeza saber que hubo otres competidores antes de mí que no pudieron vivir su verdad debido a este mundo. Me siento optimista por el cambio”.
- Dos juegos, dos identidades. Laurel Hubbard tiene 43 años y representa a Nueva Zelanda en levantamiento de pesas. Ya había competido en eventos masculinos antes de su transición en 2013 y en estos Juegos Olímpicos es aceptada por primera vez en la categoría femenina. «Estoy agradecida y honrada por la amabilidad y el apoyo que me han brindado».
Las reglas actuales imponen ciertas condiciones para que las mujeres trans participen en ramas femeninas. Deben demostrar niveles de testosterona bajos durante 12 meses continuos antes de competir y su transición debe haberse producido como mínimo cuatro años antes de los Juegos Olímpicos.

- Orgulloso y campeón. Se supo a través de los medios en diciembre de 2013, pero recién hace algunos días Tom Daley pudo celebrar en conferencia su oro olímpico en saltos ornamentales: “Estoy increíblemente orgulloso de decir que soy un hombre gay y también un campeón olímpico. Me siento muy empoderado por eso”. Daley había debutado en Beijing 2008, cuando apenas menos de 20 deportistas se identificaban públicamente como parte de la comunidad LGBTIQ+.
- Prender fuego las estructuras. Chelsea Wolfe compite en BMX como atleta trans, pero lo que ha despertado la polémica fueron sus deseos de “quemar la bandera estadounidense en el podio”, manifestados en redes sociales. Sea cierto o no que Wolfe pretenda quemar el símbolo patrio, la causa detrás de su furia es el daño que le ha ocasionado la cultura institucional de Estados Unidos a las niñeces trans.
- Lesbianas y poderosas. Megan Rapinoe y Sue Bird son una de las parejas más aguerridas y empoderadas del mundo del deporte. Megan, campeona mundial con la Selección de Estados Unidos de fútbol; Sue, jugadora estrella de la WNBA. Entre ambas suman (por ahora) cinco medallas de oro. Pero además lideran luchas por igualdad salarial, derechos LGBTIQ+ y son activistas contra la homofobia, el racismo y la brutalidad policial.
- No es sólo un brazalete. Después de que se pusiera en discusión pública la intención del arquero alemán Manuel Neuer de llevar un brazalete con los colores de la bandera LGBTIQ+ en la Eurocopa, se determinó que sólo se trataba de “buenas intenciones”. Pero lo cierto es que hay mucho más: es romper las ataduras de uno de los deportes más homofóbicos de todos (en el que prácticamente no hay ningún hombre asumido como parte de la comunidad) y mostrar una postura política.
Tomando la posta de Neuer, durante los Juegos Olímpicos de Tokio, la capitana de la selección de hockey femenino de Alemania, Nike Lorenz, llevará un brazalete con los colores del arcoiris en sus medias. Las gestas son tan arduas como colectivas.
- Los Juegos Olímpicos más diversos de la historia, sí. Pero las mujeres le sacan amplia ventaja a los hombres: 8 de cada 10 deportistas en la lista de participantes que han hablado públicamente de su orientación sexual o de su identidad de género, se identifican como mujeres. Queda claro que la homofobia está lejos de superarse en el deporte masculino.
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