Fútbol femenino: ¿a salvo del fútbol negocio?

Verónica Loyola Fajardo
Colaboradora Asamblea de Hinchas Azules

Últimamente hemos visto con entusiasmo que el fútbol femenino ha ido alcanzando mayor relevancia entre los y las hinchas del deporte más popular del mundo. Quizás motivado por el hecho de que tanto la selección chilena como los equipos femeninos de los clubes más populares de Chile han participado de competencias internacionales, hoy vemos cómo el torneo nacional femenino, hasta hace poco absolutamente invisible, toma un lugar relevante en el fútbol nacional. A las transmisiones radiales y televisivas, se han sumado la presencia en redes sociales y medios periodísticos alternativos ligados al fútbol y sus hinchadas.

La invisibilidad absoluta en la que estaba hasta hace corto tiempo el balompié nacional practicado por mujeres se traduce en diversas situaciones que dan cuenta de la poca valoración que se da a esta actividad deportiva cuando son mujeres las que la realizan.

Las jugadoras del equipo femenino de Universidad de Chile no son consideradas deportistas de alto rendimiento por Azul Azul y son tratadas como unas trabajadoras más por la administradora. El trato que la empresa da a nuestras jugadoras es diametralmente distinto al que da al equipo masculino, llegando a niveles insultantes. Hemos visto, por ejemplo, cómo una jugadora debe atender la tienda de souvenirs que la administradora tiene en el Centro Deportivo Azul o tomar contacto con los abonados para realizar labores administrativas. ¿Se pueden imaginar siquiera a un miembro de nuestro primer equipo masculino llamando a los abonados para saber si van a renovar su abono? Hemos visto también cómo nuestras jugadoras han viajado en bus largas distancias para disputar sus partidos, situación que al equipo masculino jamás se le haría pasar y, si así fuese, sin duda sería comentario obligado en los bloques deportivos de los noticieros. El trato discriminatorio del que son objeto nuestras jugadoras sin duda nos lleva a abogar por la necesidad de profesionalizar y respetar el fútbol femenino, pero este anhelo no implica desear que el fútbol femenino recorra el camino de mercantilización por el que transitó el fútbol profesional masculino.

No todo parece ser malo. La escasa notoriedad del fútbol femenino y la poca o nula posibilidad de que las jugadoras alberguen la esperanza de que transformarse en futbolistas las convierta en millonarias o famosas, lo que ciertamente sí es una de las principales motivaciones de muchos hombres que se forman como futbolistas profesionales, nos hace tener el convencimiento de que ellas eligen este camino por amor al deporte. Que, si quieren ser futbolistas, es porque el fútbol las apasiona, pues no sólo no obtendrán grandes réditos económicos por desarrollar esta actividad, sino que, lejos de las luces y los contratos millonarios, se enfrentarán a serias dificultades y discriminaciones.

En este contexto, esperamos que este despertar que ha tenido el fútbol femenino implique un mayor reconocimiento y respeto a las jugadoras, pero asimismo deseamos que no caigan en las manos del fútbol de mercado, que tanto daño le ha hecho a la pasión de multitudes.  

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