
Roberto Rabi
Colaborador Asamblea Hinchas Azules
En 1992 la “U” consiguió salir de una crisis terminal con una fórmula mágica: se incorporaron al club un presidente honesto (René Orozco), un entrenador serio (Arturo Salah), un arquero magnífico (Sergio Vargas) y un defensa central de jerarquía internacional (Rogelio Delgado). Nos tomó un par de meses conseguir un juego vistoso, ganar clásicos y no mucho después campeonatos; dejando atrás años funestos en que perdimos casi todos nuestros bienes devorados por la dictadura militar, el privilegio de jugar en primera división y la esperanza de lograr éxitos deportivos. Lo habíamos perdido todo y de pronto nos pusimos de pie, nos reinventamos. ¿Por qué no repetimos la fórmula? Porque con nuestra actual forma societaria, no podemos.
Así de simple.
Mientras estemos en manos de una concesionaria que no logre ser creíble a ojos de la comunidad, es imposible que tengamos fe en el equipo. Quedamos eliminados de la Copa Chile en manos de un equipo con mucha historia pero mínimo presente: Fernández Vial. No pudimos ganarle a un cuadro de modesto plantel ninguno de los dos partidos, por lo que nuestro rendimiento futbolístico paupérrimo es parte del paisaje. Nos costó una enormidad superar al colista de segunda división en la llave anterior y en esta quedamos esparcidos en el empedrado. No acierta Esteban Valencia cuando afirma que únicamente nos faltó “una cuota” de mejor fútbol. Nos falta todo. Nos falta el alma. Es cuestión de echarle un vistazo a nuestro presente en el Campeonato Nacional, en torneos internacionales y, lo que es más importante, a nuestra realidad como club. Saltamos de la sartén (el dominio de un poco talentoso empresario sin formación relevante cuyo único respaldo era el dinero) a las brasas de un oscurísimo consorcio del que todavía sabemos muy poco, salvo que no podríamos descartar lo peor: fondos turbios de un paraíso fiscal. Imaginen lo que puede ser.
¿Por qué no nos convencemos de que podemos devolver al club a su gente bajo la forma de una corporación transparente sin fines de lucro de la que todos y todas nos sintamos parte? ¿Qué falta para convencernos de que Azul Azul fracasó y además, de pasadita, está trapeando con nuestra mística y con el espíritu del que tanto orgullo sentimos?
Falta que nos organicemos y demostremos seriedad. Que nos instruyamos, que leamos sobre nuestra historia y sobre nuestros próceres. Que sintamos un amor verdadero por lo que representa la “U”. Somos muchos y mejores que los desabridos businessmen de Azul Azul que ni siquiera son buenos para hacer lo que se supone deberían hacer bien: negocios.
Escribo estas letras cuando estamos prontos a cumplir un nuevo aniversario de uno de los triunfos más significativos de nuestra historia: el 12 de julio de 1992, la entonces denominada “Nueva U”, que se puso de pie con la receta que mencionaba al comienzo, derrotó inapelablemente 2×0 a Colo-Colo, entonces reciente campeón de la Copa Libertadores América. Sí, aquel triunfo imborrable con los dos golazos de Eduardo “Gino” Cofré.
¿No sienten un deseo tremendo de levantar a la “U” como lo hicimos entonces?
¡Pues hagámoslo, está en nuestras manos!