Mónica Santino: “El fútbol es un sentir de los pueblos y la revolución es pensarlo de otra manera”

Foto: Julián Galán.

Por Victoria Bembibre

Casi cualquier futbolera que se considere como tal conoce a Mónica Santino, jugadora desde que tiene memoria y hoy directora técnica de fútbol. Incluso la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la nombró “personalidad destacada del deporte” (la primera mujer del mundo del fútbol que recibe esa distinción). Sin embargo, su mirada de la pelota no es individual: hace más de una década creó La Nuestra, equipo de fútbol en la Villa 31 de Buenos Aires, un espacio de efervescencia, de conquista, de debate y de empoderamiento de las mujeres. Su grandeza reside en pensar el deporte y el feminismo desde lo grupal y lo popular, siempre. 

¿Cómo empezó tu historia con el fútbol? ¿Recordás tu primera experiencia?

Mis recuerdos tienen que ver con el impulso por jugar: había partidos de varones en mi cuadra y yo quería jugar. Antes de eso, con 6 o 7 años, el fútbol fue algo permanente: la salida familiar era ir a la cancha. Hablo del año ‘73 o ‘74. Pero todavía era raro ver jugar a una nena en la calle. 

¿Por qué será que el fútbol tiene una connotación cultural discriminatoria? Pienso, por ejemplo, en el hockey: también es un deporte de contacto que, sin embargo, no expulsa a las mujeres. 

Son construcciones sociales. Cuando te remontás al origen del deporte organizado en la era moderna, siempre fue un escenario en donde se impusieron conductas, nunca funcionó como una isla. Creo que en el deporte se instalaron algunos principios hegemónicos respecto de los cuerpos y las conductas. Si en lo público el fútbol era el rato de ocio y de escape para los hombres, luego de haber sido maltratados por un salario por horas, y si para nosotras estaba reservado el ámbito doméstico y de la maternidad, los cuerpos se fueron diseñando de acuerdo a eso.

En el deporte se instalaron esas ideas: la debilidad para las mujeres, y la fuerza y la valentía para los varones. El fútbol sirvió para perpetuar sentidos comunes que perduran todavía hoy. Y si pensamos quiénes inventaron el deporte en la era moderna, fueron los aristócratas. 

Todavía hoy los hombres lo viven como algo amenazante, desde la concepción de que “nunca vamos a jugar bien”, hasta lo político y dirigencial. Además, también hay que pensar cómo se fueron habitando los clubes: son figuras y espacios únicos en su especie; no hay muchos lugares en el mundo donde persistan. Cuando recorrés su historia, el espacio para las mujeres fue siempre el doméstico: lavar las camisetas, acompañar, hacer de hinchada, “bancar la olla”. 

¿Cuál es tu evaluación del fútbol femenino a nivel de Latinoamérica? No sólo en cuanto a lo deportivo, sino también a lo político y dirigencial. 

Siguen siendo lugares muy postergados, sobre todo en cuanto a directoras técnicas. Es muy difícil romper con ese techo en donde se supone que nosotras, de fútbol, no sabemos nada. Y hay montones de códigos y formas de proceder que no tienen nada que ver con nuestra idiosincrasia de ver la vida y el fútbol como mujeres y como disidencias.

Son lugares de un poder que se ostenta casi de manera autoritaria. Muchas veces los propios planteles de jugadoras tienen ese imaginario de que un varón conduce más. Tenés que rendir examen de que sabés y ganarte su confianza rompiendo ese techo. Y, aún hoy, en AFA (Asociación del Fútbol Argentino) la mayoría son técnicos varones. Vamos en un camino de empoderamiento de esos lugares y por eso pienso que es importante que la jugadora que tenga la vocación de dirigir, cuando se retire, haga el curso de directora técnica. Siento que todavía mi generación es una camada de directoras técnicas formateadas desde lugares machistas y prejuiciosos y, por ende, se repiten los mismos clichés de conducción.

¿Qué tiene que pasar para lograr ese cambio?

Tenemos que cuestionar el rol. Falta más capacitación en cuestiones de género y romper algunos moldes del fútbol. Muchas veces con algunas compañeras pensamos lo interesante que sería sentarse en una gran mesa con entrenadoras y entrenadores de todos los deportes y repensar ese rol como un liderazgo desde la docencia y el servicio. Además, algo que hemos aprendido con el feminismo es la grupalidad. Podemos dar vuelta situaciones o transformar realidades a partir de eso, y es algo que entendimos muy bien en el barrio. La esencia de La Nuestra es la grupalidad: somos 9 entrenadoras. Hacemos una práctica permanente de juntarnos y pensar sobre lo que estamos haciendo. Desde el 2013 que empezamos a escribir y sistematizar el trabajo en la villa. 

Para nosotras, la educación popular combinada con el deporte y una visión feminista son claves. Eso nos empodera como entrenadoras y nos permite crecer. Creo que puede ser un aire fresco enorme a cómo se concibe el fútbol, que hoy todavía es resultadista. 

¿Cómo te imaginás el futuro de La Nuestra? ¿Te gustaría que una jugadora que salga de allí se profesionalice? 

Nosotras queremos ser un gran colchón en donde cada una pueda expresarse y hacer con el fútbol lo que sueñe. Si una piba decide continuar con AFA, vamos a estar ahí para alentarla y sostenerla. Y si para otra es un rato en el que sale de las tareas domésticas, donde puede percibir su cuerpo no únicamente hecho para la maternidad, donde ejerce su derecho a jugar y ser alguien con otras, está muy bien también. No somos un semillero de futuras estrellas, pero si una piba tiene el sueño de ser futbolista -yo estoy convencida de que puede ser una vocación-, vamos a estar ahí.  

Pienso que lo que hacen muy bien las jugadoras en el barrio es defender el espacio con el cuerpo, porque es lo que están acostumbradas a hacer en la villa. Y esa manera de defender la pelota es fantástica. Por eso les mejores jugadores siguen saliendo de las barriadas. 

Foto extraída de la cuenta de Twitter de Mónica.

¿Cómo se entiende el fútbol desde el feminismo popular? ¿Qué es lo que entrega el feminismo popular al fútbol?

La posibilidad de apoderarse de un juego que siempre te fue arrebatado. Creo que el patriarcado nos “choreó” un tiempo largo de jugar por jugar. Para una piba en un barrio significa poner la pelota bajo la suela, levantar la cabeza orgullosa y dignamente y jugar a lo que la hace feliz. Y hacerlo en paridad con los varones, conquistar la cancha, tener un lugar para entrenar, mejorar y formar equipos con amigas (lo cual sucede espontáneamente en el barrio). Son espacios en donde nos podemos encontrar y ser nosotras: son estrategias de empoderamiento. 

El fútbol masculino es una industria que mueve millones de dólares y que tiene a Latinoamérica como «cantera» de futbolistas que son enviados a Europa. En el contexto del crecimiento del fútbol femenino y según tu visión, ¿hacia dónde debería crecer el fútbol femenino? ¿Se debería aspirar a crear una industria como la masculina?

Cuando recorrés la región, encontrás compañeras que lideran proyectos sociales de jugadores. Y en cada país hay un movimiento de mujeres en relación al fútbol. Pensar o tender a esa industria es el espejo en donde muchas no nos queremos mirar: no en función del jugador de fútbol entendido como un bien del mercado. Pero sí pensamos en un sistema organizado de competencias, aunque un poco más amable. Por ahora estamos en los pasos de tener agua en los entrenamientos, planteles médicos, y no sólo un salario. Nuestra ilusión es que, como movimiento, irrumpamos en el fútbol para cambiar todo, inclusive lo que está mal para los varones.

Otra cosa que es clave son las divisiones inferiores: nosotras llegamos a los equipos de AFA con una franja enorme de tu vida en la que nadie te trató como deportista. Y esa es la gran ventaja que damos. Que te traten como futbolista desde edad temprana no es que te hagan dormir en una pensión, que te maltraten o que te violen. Los compañeros varones no nos tienen que ver como una amenaza, sino como pares que queremos cambiar esta realidad que ahoga.

Nota: Este artículo se escribe a la par que estalla en los medios y las redes una denuncia de acoso por parte de un entrenador del fútbol femenino de AFA. Muchas jugadoras, técnicas y periodistas se solidarizan. Se trata de una situación que tiene años y se ha naturalizado. Es tanta la gravedad como claro el testimonio de la desigualdad en el deporte. 

¿Y qué falta en el periodismo deportivo para que lleguen más mujeres?

De un tiempo a esta parte hay muchas más compañeras, pero las batallas cotidianas que da cada una para sostener esos espacios son tremendas. Cuesta mucho ocupar los lugares del relato y del comentario, que valoren tu opinión. Hay un molde muy masculino en donde pareciera que si entrás con otra voz, estás tirando abajo algo que ya tiene una voz y una estética. 

Recuerdo el Mundial de Fútbol Femenino 2019 en el que muchas se pagaron el pasaje de su bolsillo para cubrirlo con perspectiva feminista. La respuesta es siempre la grupalidad, aunque el patriarcado nos hizo creer que juntas no podemos, que somos brujas y nos envidiamos. 

¿Qué opinás cuando se dice que si somos feministas no podemos disfrutar el fútbol masculino y de Maradona como ídolo?

Yo amo el fútbol. Si quiero mirar TV antes de dormirme, engancho un partido de fútbol playa y lo miro. Cualquier cosa que tenga que ver con una pelota que esté girando la voy a mirar. Ahí no estoy pensando en el patriarcado. 

Y Maradona es una referencia ineludible, sobre todo para las más viejas. Generacionalmente, si yo hubiera sido varón, hubiese jugado con él, ¡y vaya qué felicidad!

Las contradicciones te ponen contra las cuerdas, pero Diego era tan machista como todos los jugadores de su generación y aún hoy los más jóvenes. Entonces, perderte la dimensión de un ídolo popular de esas características para mirarlo solo con esa lupa, a mi me parece corto. No niego el machismo, pero la forma de jugar y en la que se paró frente a los poderosos y miró a sus enemigos… me hacen amarlo. No puedo decir que por feminista voy a desechar todo eso. Porque me hizo mirar, pensar y amar el fútbol como nadie. Lloro todos los días que no esté. Me cuesta mucho un mundo sin Diego. 

Siento que si vivía unos años más, Maradona hubiese sido feminista.

Convencida de eso. Lo dije el día en que se murió y casi me matan. Pero no me importa nada. Creo que Diego es un gran punto de partida para hablar de los feminismos populares, aún después de muerto. Sirve para explicar desde qué lugar nos paramos: ¿es lo mismo ser feminista en la villa 31 que en Palermo? 

¿Creés que la profesionalización del fútbol femenino fue un buen comienzo? ¿Qué falta? 

La formación de futbolistas desde edad temprana. Y lo que decíamos en cuanto al cambio institucional respecto de cómo se eligen los cuerpos técnicos y tener un proyecto a largo plazo de selecciones y en los clubes. También los lugares en donde se toman decisiones deben tener perspectivas de género, no es sólo “un problema de las mujeres”. 

Para la Nuestra, quiero que seamos un club: tener un espacio físico, con divisiones inferiores y quizás entrar a AFA a nuestra manera: con la concepción de club desde el feminismo villero. 

Dicen que el fútbol es entretenimiento y a veces se siente como una religión. ¿Para vos es religión o revolución? 

Creo que las revoluciones son cuestiones de fe. Querer ser revolucionarie es una cuestión de fe porque es sostener tus convicciones todos los días y creer que podés cambiarlo. El fútbol es de los pueblos, ese derecho a jugar es un sentir de los pueblos. Y la revolución es concebirlo y pensarlo de otra manera. Nosotras tenemos muchísimo para aportar y construir, pero la invitación no es a hacerlo solas, es a repensarlo con los compañeros varones. 

Foto: Mariano Mascotto.

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