
Por Álvaro G Valenzuela Pineda
Colaborador Asamblea Hinchas Azules
Lo de Azul Azul, la sociedad anónima controladora del equipo Universidad de Chile, ya está en niveles de absurdo. A pocas semanas de la junta de accionistas que dirimirá la composición del nuevo directorio de la S.A., aún no hay claridad sobre los reales dueños de las acciones que oficialmente vendió Carlos Heller el mes pasado.
Hasta el cansancio desde esta tribuna ha sido repetido cómo Azul Azul no escatima esfuerzos en despreciar a los y las hinchas de la U, ya no solo en la toma de decisiones, en donde no existe ninguna vinculación con la figura social, sino que se llegó al límite de no transparentar decisiones claves en la composición de la sociedad.
Esta pantomima que se ha montado, hablando de una empresa que a todas luces es solo una pantalla para ocultar otros intereses (que nadie sabe cuáles son), es una nueva cachetada a lo poco que quedan de los valores de Universidad de Chile, los que parecen estar en venta en una oferta pública de adquisición (OPA) solo disponible para grandes fortunas en un trato entre privados.
Desde que se inició el proceso de traspaso de acciones, en el CDA entraron en el proceso de sede vacante, nombre con el que se conoce al momento en que un papa ha muerto sin que todavía sea nombrado el siguiente. En la U, el nuevo obispo de Roma aún no llega, pero por mientras, parece que a nadie le interesa un comino lo que sucede en el club. Llega a ser sorprendente que las decisiones estén en una espera desesperante; los cambios que se vienen son tan notorios que un director deportivo no tuvo empacho en reconocer que Dudamel era la cuarta opción para reemplazar a Caputto. El entrenador decide no hablar en la conferencia de prensa semanal, sino que lo hace en programas aparte y nadie dice algo al respecto. El mismo entrenador realiza reuniones con jugadores en su departamento en plena cuarentena, sin ninguna razón lógica, y nadie de parte de la administración sale a aclarar la situación.
Es interesante lo que ocurre en la Universidad de Chile, da para caso de estudio en escuelas de leyes y negocios de nuestras universidades e instituciones de educación superior. De hecho, estas semanas ha sido posible escuchar al presidente actual del directorio admitir que no tiene idea sobre los nuevos controladores. La falta de cariño por el escudo les desborda.
El chiste se cuenta solo y parece que los funcionarios con rangos relevantes de la S.A. decidieron aprovechar este tiempo como unas vacaciones antes de sus muy probables despidos. No quiero imaginar la incertidumbre que rodea al resto de los y las trabajadoras del club, quienes se llevan los malos ratos y buscan solucionar los problemas de la institución.
La U está a la deriva, de eso no hay duda alguna. Da la sensación de que dentro de la empresa encargada de comandar sus destinos, no existe interés alguno de tomar responsabilidades, por más simples que estas sean. No lo hacen porque esperan que lleguen nuevos controladores, que nadie conoce, que no tienen un vínculo con nuestra historia ni nuestros colores, con un proyecto que nadie ha leído y con un ostracismo que se hace cada vez más sospechoso. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué compran acciones de una sociedad que solo acumula pérdidas en el último tiempo? Preguntas que hasta ahora no tienen respuesta y que nadie quiere contestar.