
Por Jorge Salvador
La historia oficial dice que el club de fútbol Unión Temuco nació el año 2008 fundado por Marcelo Salas quien, luego de intentar la compra de otra institución sin éxito (Provincial Temuco), se decidió por la fundación de un equipo desde cero. Este nuevo equipo jugó aquel 2008 la entonces Tercera División, logrando al año siguiente el ascenso al torneo de Primera B, obteniendo resultados importantes e instalándose como el equipo profesional en mejor nivel de la capital de La Araucanía. Por allí pasaron algunos destacados futbolistas del balompié nacional como Mauricio Aros, Esteban Pavez, Óscar Salinas, Matías Donoso, entre otros. Una historia breve que culminó en su absorción por el tradicional club de la ciudad, Deportes Temuco, quedando así como una curiosidad de los tiempos.
La historia oficial, sabemos, muchas veces no considera a las personas que la viven y que, tras la fusión, vieron a su equipo adoptar los emblemas y colores de su rival.
El inicio
En sus inicios, este equipo atrajo la simpatía de algunas personas principalmente vinculadas a la Universidad de Chile, club del que Marcelo Salas es uno de sus ídolos. Sin embargo, esta simpatía no tardó en establecer rivalidades, como es costumbre en el fútbol. La principal de ellas, con el equipo histórico de la ciudad, Deportes Temuco, recientemente golpeado por una severa crisis dirigencial y un descenso a Tercera división.

Conversamos en el borde del Río Cautín con uno de sus hinchas (E.M.S.) quien, además, se encuentra escribiendo un libro sobre su experiencia e historia siguiendo a Unión. Dentro de sus recuerdos de viajes y organización, recuerda el primer hito: aquel partido entre Unión Temuco y un Deportes Temuco que necesitaba la victoria para seguir peleando el ascenso.
“Ahí gana Unión Temuco, que se llamaba Temuco aunque no jugara allí, sino que en Padre Las Casas. Ganó con goles de Matías Donoso, creo. Para ese partido, me acuerdo que a mi casa habían ido unos familiares que fueron a pedir una cámara para grabar videos y no nos invitaron. Entonces, nuestra reacción fue como: ¡que les vaya mal! Por eso apoyamos a Unión, y no lograron nada más que eso en su primer año (2008), joderse a Deportes Temuco. Después, con el tiempo, el equipo agarró fama”.
Un grupo de personas, históricamente hinchas de “la U” y jóvenes, fueron los primeros seguidores de este naciente equipo.
“El primer líder de la barra cantaba canciones de la U. Aunque estuviera solo, tenía que cantar cosas de la U. Esa fue mi primera entrada, odiando a Deportes Temuco y con la onda de los chunchos”.
El ascenso
“En 2009, en Tercera A, fui a dos partidos antes de la liguilla octogonal final. Ahí empezaron a jugar en el Germán Becker (estadio de la ciudad de Temuco). No llevaban tanta gente (…) y eso que Unión tenía un equipazo: Nicolás Toro al arco, centrales como Christian González. De ahí venían los que más quedaron en la memoria, el Chori Domínguez, Matías Donoso, Óscar Salinas… Ese equipo se mantuvo, generó una mística, una cercanía… Para el partido con San Antonio de local, si Unión enredaba puntos, Iberia podía salir campeón. En ese partido tampoco se llenó el estadio. Y terminó el primer tiempo con un 5-0 a favor. Ya estábamos vueltos locos, sabíamos que había gran posibilidad de que salieran campeones, así que en el entretiempo, el líder de la barra empezó a decir ‘vamos a ir a Quilpué en un bus familiar para acompañar a dar la vuelta a nuestro equipo’ y nos anotamos al toque. Ese fue mi primer viaje. El estadio, allá, se llenó, más encima. Uno veía que al equipo de Marcelo Salas siempre lo tiraban para abajo, pero cuando llegaba el momento del partido, todos iban, fueran de la U o no. Algo generaba en ese tiempo Salas, quizás por la selección chilena”.
Primera B: Comienzan los problemas
Finalmente, Unión Temuco, en su segundo año de existencia, logró el importante ascenso a Primera B y se hizo un nombre gracias a su entrada a un torneo con más notoriedad y también al sorprendente triunfo ante Universidad Católica por Copa Chile en el estadio German Becker (2-0). Sin embargo, esta simpatía inicial ante un proyecto deportivo nuevo generó en sus hinchas distintas dificultades.
“El ambiente era bacán. Había partidos contra La Calera o Antofagasta transmitidos por el CDF y estadios con más de diez mil personas. Unión empezó la segunda rueda del octogonal con ocho mil personas todos los partidos y esas ocho mil personas se empezaron a comprometer, viajaban, apoyaban, generaban una cierta familiaridad e identidad. Las generaciones de la barra que estaba emergiendo, que estaban en plena adolescencia, pero que habían pasado ese tránsito de infancia, niñez a la adolescencia en la barra, empezaron a hacerse cargo de eso. Ahí empieza el cuestionamiento sobre que los jefes de la barra de Unión eran maquineados por Salas o por sus dirigencias. Porque pasó que el equipo iba bien, pero sacaron al primer líder de la barra para que asumiera uno nuevo de la U. Y tras eso, íbamos a cualquier lado y nos apedreaban las micros, nos decían chunchos, cosas así. Y la gente de la U no prestaban tanta ropa tampoco, entonces se hizo una brecha porque ya no era un cúmulo de distintos espacios sociales, quedamos reducidos solo a los dispuestos al choque, al ‘ni un paso atrás’. Lamentablemente, el fútbol cae en eso”.
Más adelante, la barra de la Universidad de Chile enfrentó un proceso de división en la que dos grupos predominantes comienzan a disputar la hegemonía de Los De Abajo y Unión Temuco no quedó al margen de esto
“Vivimos esa guerra, más encima. ¿Por qué nosotros? Es como si hubiéramos sido Serbia cuando pelea la Unión Soviética. Aprovechamos la desintegración para hacer nuestro propio rollo, nos empezó a formar el rojo más que el azul, empezamos a tener trampas con los de la U, algo que se dio en 2012. Se desgastó mucho esa relación, estábamos en eso, en el contexto de ‘provincias resisten’ y el plan Estadio Seguro. Uno, en esa época, no dimensionaba el lugar en que estábamos. Por ejemplo, en un momento separamos las barras y nos empezamos a ubicar en Andes, organizábamos dos piños, Pueblo Nuevo, Cajón, Santa Rosa y Padre Las Casas se fraccionó en PLC Azul y cabros más chicos que nunca habían tenido kilometraje, ese era PLC Rojo”.
La identidad propia

Un grupo de seguidores, en su mayoría jóvenes contrarios a la idea de estar vinculados a otro equipo, decidió cuestionar la conducción de su barra histórica compuesta por hinchas de la Universidad de Chile. Esto conllevó la definición de una identidad propia para la gente de este nuevo equipo.
“Éramos cabros chicos entrando a ese mundo, estábamos haciendo la tradición. En ese momento éramos una barra anárquica, horizontal, no teníamos líderes. Tuvimos una mala experiencia con el líder de la U, así que empezamos con asambleas de representantes. El equipo generó en algún momento una especie de familia. Tenías tus territorios, habían poblaciones con postes pintados, Padre Las Casas, Pueblo Nuevo, Cajón en ese entonces se dividía por un puente: el primer tramo era de Unión Temuco, cruzas el puente, todo Albiverde. Eso habla de organización y familiaridad con el equipo. Finalmente, nos hicimos un nombre a través de los kilómetros, de nuestro lema ‘las provincias resisten’. La gente se enteró de que no éramos doble militancia (con Universidad de Chile), que teníamos un posicionamiento sobre eso, y nos empezó a valorar gente en Arica, gente en Curicó. Intentamos generar algunos lazos que fueron imposibles en la práctica, pero en el discurso había algo. Nos decían en otros lados ‘cabros chicos’, nos decían ‘la porra infantil’, pero fuimos de igual a igual como barra, en un tema de lumpen, incluso hasta en la identidad. Buscamos nuestra identidad, nos exigieron posicionamiento, algo que nosotros mismos nos exigimos y conseguimos. Finalmente, la gente de la U no fue más, la gente que iba era solo de Unión”.
La “fusión”

Una serie de cambios institucionales fueron sucediendo durante los años 2012 y 2013. Unión Temuco carecía del apoyo que históricamente sí poseía Deportes Temuco y comenzó a adoptar los colores verdes en su camiseta y escudo. En contraparte, la situación financiera y deportiva del equipo “Albiverde” era inferior a las expectativas.
En 2013, se logró un acuerdo entre ambas dirigencias y la municipalidad de la ciudad: Unión Temuco cambiaría su emblema y nombre por los de su otrora rival e inscribiría su cupo a Primera B como Deportes Temuco. Así, dejó de existir.
“Unión Temuco fue un invento porque Salas quería apropiarse de Deportes Temuco y no quería acarrear con la mochila de deudas que tenía el grupo Nahuel. Luego apareció un dirigente, Marchant, quien llegó a un acuerdo para quedarse con el nombre, con el alcalde Becker de por medio. Hubo algo que parecía predeterminado. Salas le demostró a la ciudadanía de Temuco que podía administrar un equipo y la ciudad le entregó prácticamente en bandeja el Deportes Temuco, asumiendo que el Deportes Temuco es el equipo que merece, el que representa e identifica. Yo no digo que Unión lo haya hecho, pero sí que le dio competitividad y espectáculo a esta ciudad, le dio hasta esa rivalidad que se creó, porque la gente acá en Temuco trabaja, se va para la casa y no interactúa con nadie más. En cambio ‘los Devotos’ tienen su historia y su organización. Unión empezó a generar otra con otra gente que entró a ella y eso le hizo bien a la ciudad, a una ciudad grande. Cuando Unión desapareció, fue triste pero no fue chocante. No fue algo como “¿qué voy a hacer ahora con mi vida?”. Hasta lo agradecí, me dije ‘no quiero esto para mí’. Ese fue mi equipo, pero tampoco volvería al mundo de la barras, de la organización, de ocupar mi tiempo, de viajar, porque el fútbol está muy comercializado y lo único que le queda es la hinchada, pero es la hinchada lo que más aporrean”.
¿Qué nos dejó Unión Temuco?
El interés de la dirigencia de Unión Temuco siempre fue adquirir Deportes Temuco, cosa que por distintos desacuerdos no se logró hasta que la competitividad deportiva de Unión fue muy superior a la del histórico equipo de la ciudad. Cierto es que ‘el rojo’ de Temuco fue breve, sin embargo, en ese breve período generó arraigos en la gente e identidades independientes del origen y los fines comerciales que sus cúpulas poseían.
“Yo todavía no concluyo qué fue. Sé que fue un invento, no voy a dar pie atrás en eso. Cuando chico, muchas veces me lo dijeron: ‘el invento Salas’, pero de ese invento, por generación espontánea, así como las poblaciones callampas en la historia de este país, se generaron relaciones sociales que intentaron cambiar el mundo de las barras”.