
Como Revista Obdulio tenemos una línea editorial clara y que es pública. Desde ahí y desde la autogestión hacemos todos los esfuerzos para seguirla y, normalmente, cada vez que tenemos dudas sobre alguna publicación, volvemos a ella.
Esta semana, nos equivocamos. No tenemos duda de eso, y por eso pedimos disculpas. Con el grupo editorial de la revista conversamos, antes de la publicación de la columna semanal de Nuestra Cruzada, cómo abordar ese texto, con el cual no nos sentíamos representades. En ese momento concluímos que, con el afán de no censurar, era mejor publicar la columna en su integridad, queriendo, de alguna forma, no incidir en las palabras y voces de quienes la escribieron. Y fallamos. Debimos haber conversado con sus autoras y plantear nuestras dudas, debimos volver a leer nuestra línea editorial y preguntarnos más veces sobre las consecuencias que tendría la publicación.
Más allá de la camiseta del colectivo que escribió la comentada columna, queremos concentrarnos en su contenido. Al ser una texto de opinión, lo escrito representa las visiones de quienes escriben y, como revista, no tenemos la expectativa de que estemos siempre completamente de acuerdo con lo que se expresa. Lo importante es que se mantenga dentro de la línea editorial.
Cuando fundamos Revista Obdulio, lo hicimos desde el afán de la contrainformación, de que era importante que existiera un medio de comunicación que abordara temas que el resto no hacía y, sobre todo, en relación a temas tan relevantes como el deporte y su impacto político y social. Y, con esa convicción, también hemos tratado de establecernos como una plataforma que articula distintas luchas relacionadas al deporte. La columna iba en contra de la intención articuladora y, por tanto, contra nuestra línea editorial.
Sobre el contenido mismo de la columna: tomar como ciertas acusaciones y generalizaciones, entendiendo que lo observado previo al partido entre Colo-Colo y Universidad de Concepción fue un fenómeno masivo y con pocos precedentes en la historia del país, nos parece errado. En este sentido, los análisis de lo ocurrido debieran abordarse desde distintas aristas, donde la perspectiva de clase no puede quedar ajena.
Las amenazas particularmente mencionadas son hechos que, sin duda, deben ser investigados en profundidad, en eso estamos de acuerdo. Uno de los casos, la suplantación de identidad del utilero de Universidad de Concepción, fue cometido por un hincha individual de un club ajeno al encuentro. La evidencia en otros casos, como el folleto contra Maximiliano Falcón, es poco clara y fácilmente falsificable. Falcón, además, aclaró a Sports 890, radio uruguaya, que hinchas albos se comunicaron con él para explicarle que los afiches eran falsos. Encasillar a toda la fanaticada alba como xenófoba también parece equivocado, más aún cuando en sus redes sociales y continuamente en las calles, muchos colectivos pertenecientes a la hinchada colocolina han mostrado apoyo a inmigrantes y a los distintos pueblos latinoamericanos víctimas del racismo.
Aludir, por lo demás, a la suspensión del partido que se jugó días después del asesinato de Jorge Mora por parte de la policía y en el contexto de la revuelta social como un abandono, es un análisis con el que no estamos de acuerdo. Aún más si se considera el rol que las distintas hinchadas tuvieron desde el 18 de octubre en defensa del pueblo movilizado y en oposición a la represión estatal.
Sin duda, hay tensiones entre grupos y colectivos que son necesarias para cambiar el fútbol moderno, pues hay diversas prácticas que deben ser modificadas ya que su existencia y permanencia fomentan la construcción del fútbol que queremos cambiar. Afanes provocativos no sólo no ayudan a eso, sino que apuntan en sentido contrario, pues fomentan el clima de violencia que impide estas transformaciones. Violencia que, por ejemplo, ha quedado manifiesta en la agresión de la que fue víctima recientemente la secretaria general del Club Social y Deportivo Colo-Colo en el Parque Forestal por el solo hecho de estar usando su camiseta, algo que ha recibido solo silencio desde casi la totalidad del mundo deportivo.
Como revista creemos que los esfuerzos tienen que seguir apuntando a los verdaderos enemigos del fútbol y el deporte sin dejar que un hito deportivo histórico, del tipo que sea, nuble nuestra visión, porque el fútbol no se acabará mientras existan colectivos, grupos y personas que se opongan al avance del deporte neoliberal.