El Morro, las Leonas y el Gato

Álvaro G. Valenzuela Pineda
Asamblea Hinchas Azules

El fin de semana las noticias golpearon fuerte y claro. Sin misericordia, como pegan aquellas que realmente duelen. 

En Mendoza, en su departamento, fue encontrado sin vida el delantero uruguayo Santiago García, más conocido como “el Morro”. Un delantero fuerte, corpulento, de esos que cuesta mover, de esos con los que los defensas no quieren jugar. Letal en el área, con viveza para aprovechar espacios y tomar rebotes. Dueño de un muy respetable cabezazo y múltiples recursos para la definición en el uno a uno. 

El charrúa no tardó en convertirse en capitán e ídolo del club Godoy Cruz. En el cuadro mendocino encontró su lugar en el mundo, ese que no tuvo en su natal Montevideo. El morro se convirtió en el máximo goleador en primera división del elenco argentino y segundo a nivel de toda competencia. Crack total. 

Pero la decisión que tomó al terminar con su vida es una muestra de la utilización que tiene la industria del entretenimiento del fútbol con las personas, en donde un ídolo era mirado en menos y se buscaba una salida del club. Ni una línea sobre la persona que llevaba casi cinco años en el equipo, ni un renglón sobre su situación personal: solo el titular simplista de buscar una salida. 

Pero no es solo en Godoy Cruz, ni en Mendoza ni en Argentina en donde vemos ese tipo de problemáticas. En Chile, el modelo de administración societario tiene a los y las hinchas totalmente apartados de la administración de sus clubes, administracionesque actualmente no tienen empacho en sumar y sumar partidos en tiempos de pandemia para cumplir con los plazos entregados por los verdaderos dueños del negocio: los canales de televisión. “¿Que el juvenil X se encuentra deprimido? Que juegue, le hará bien. Y si no rinde, le entregamos el pase y a otra cosa”. Despreciable. Siguen tratando al jugador como un peón, independiente de la cantidad de dinero que le entreguen a final de mes. 

Universidad de Chile no está ajeno a este dilema, tampoco lo está la liga chilena en su totalidad. Por eso nos gusta tanto ver el partido del equipo femenil, porque muestran ese fútbol que creíamos perdido, uno que nos recuerda por qué nos gustó este deporte en primer término y también por qué nos enamoró la U. Este equipo que clasificó a la próxima Copa Libertadores lo hizo ganando los tres clásicos que le tocó enfrentar y manteniendo un espíritu que, imaginamos, tuvo el Ballet en sus inicios. La final perdida contra Santiago Morning dolió, por supuesto. Pero duele menos cuando se ve un equipo lleno de mujeres batalladoras.  

En este punto, es muy importante aclarar que es imperativo la profesionalización total del fútbol femenil, que en varios casos lo lleva a una precarización que se hace carne en varios equipos de la competencia local. Pero para los dueños del circo, las ramas femeninas son un verdadero trámite. A ratos, un estorbo. 

Para finalizar, quisiera hacer una mención al fallecimiento de Mario Osbén, un hombre que pagó en vida y carrera los errores que cometió la selección del 82 en España. “Todos queríamos ser el gato” es la frase que más leí y escuché de parte de aquellos que sobrepasan los 50 años. Osbén era un ídolo al que los dirigentes no dudaron en apuntar con el dedo y señalar como uno de los grandes culpables del fracaso mundialista. Al volver a Chile, el Gato era pifiado en todos los estadios. Se volvió un “palo blanco” para tapar una mala gestión administrativa que abandonó temprano toda responsabilidad y dejó la preparación en una Copa del Mundo en manos de un cuerpo técnico sin experiencia y carente de toda lógica de cómo afrontar tamaño desafío. 

Osbén terminó su carrera en un verdadero ostracismo, entregó muy pocas opiniones o entrevistas. Alejado de todo homenaje que merecía, el daño generado por un medio fratricida y caníbal lo terminó hartando. 

Tres situaciones que marcan la semana, tres historias que nos muestran la realidad del deporte que nos apasiona y nos invita a debatir. Dos de ellas, con trágicos términos; otra, con la esperanza de un futuro mejor.

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