
Nuestra Cruzada
Como hinchas del fútbol y feministas, es imposible no hacer un análisis de lo que significa la figura de Diego Maradona en el fútbol mundial. Quizás para algunos, el deportista y la persona pueden separarse de alguna manera, pero para nosotras es bastante difícil no desligarnos de lo que él ha hecho fuera de la cancha.
Desligarnos de lo que fue como persona relacionada a distintos escándalos referentes a violencia de género y pedofilia sería como abandonar nuestra postura de vida frente a hechos que cada día atormentan a mujeres alrededor del mundo. Resulta a lo menos paradójico que justo haya fallecido el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Desde el año 2016, se registran entre 34 y 46 femicidios anuales en Chile, y en Argentina los números no varían considerablemente. Pareciera que la cifra y la violencia pierden importancia cuando nos enfrentamos a un personaje mundial del fútbol y se olvida que es un representante de lo que nosotres no queremos de la masculinidad, esa masculinidad tóxica que queremos erradicar, en donde el machismo y el patriarcado reinan completamente. Dejemos de justificar su actuar por la realidad de la que se rodeó y las dificultades que tuvo para alcanzar su fama mundial. Acá hablamos de la figura masculina que no debemos aceptar.
Si miramos con detención, el 10 representa los antivalores que se le muestran a los niños que sueñan con algún día ser estrellas mundiales de fútbol y, por qué no, a cualquier niño que se está desarrollando en esta época; que la persona es un ser humano integral y somos seres ontológicos, un todo que incluye lo que pensamos, hacemos y creamos. Separar en pedazos a una persona es reducirla a un ente sin conciencia.
Aunque, visto desde otra perspectiva, esto puede resultar no tan negativo, pues permitiría que nos concienticemos sobre cómo enaltecemos ciertas figuras sin pensar que son simplemente personas, que realizan acciones, negativas o no, pero que no porque hagan algo significativamente importante, lo demás deja de tener valor. Ser realmente bueno para, en este caso, un deporte, no significa que es un ser extraordinario, que no comete delitos y es omnipotente. Maradona simplemente es la masculinidad que no queremos en el fútbol.
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