
Por Victoria Bembibre.
Es una discusión mucho más larga, pero el fútbol ayuda a democratizar casi todas las realidades. En el campo de juego y durante 90 minutos, rara vez repercute negativamente el color de piel, la edad, la extracción social, la pertenencia a una clase o los millones en el banco. Si lo hacen, es una excepción que suele condenarse.
El fútbol es medicina para todo e iguala casi cualquier diferencia, menos la de género. Siempre las mujeres y las personas con vulva fueron excluidas: si no era porque se les prohibía jugar, era porque se les desalentaba o se les quitaban posibilidades tangibles de hacerlo. Todavía en 2020 se discute el fútbol de mujeres en tanto negocio, espectáculo, deporte o derecho.
De hecho, en la mayoría de las ligas, el fútbol jugado por mujeres siempre corrió desde atrás. Existen países que lograron emparejar algunos o la mayoría de los aspectos, como Francia, Alemania, Suecia, Inglaterra o EEUU, pero aún no es la norma en muchos otros. Por cierto, Latinoamérica tiene una cuenta pendiente con las mujeres que quieren y están en condiciones de profesionalizarse.
Mujeres perdidas
No es justo decir que el fútbol de mujeres es una moda de la última década en Argentina. El primer partido del que se tenga registro en el país sucedió en 1923 entre los equipos Argentinas y Cosmopolitas. De ese mismo año se conserva un artículo de prensa sobre otro equipo de mujeres llamado Río de La Plata. Hay registros de mujeres jugando fútbol que datan de 1913. Sin embargo, en más de una ocasión, el fútbol practicado por mujeres fue desarmado y/o prohibido por motivos como el que su práctica “causaba infertilidad”.
Una mujer futbolista era una mujer infértil que, en pocas palabras, era “una mujer perdida”.
Las pioneras en el Azteca
También zurda, llegó antes que Maradona y le hizo no uno, ni dos, sino cuatro goles a la Selección de Inglaterra. Elba Selva tiene nombre e historia literaria: fue parte de la Selección Argentina que disputó el Mundial de 1971 en México y convirtió el 4 a 1 en el mítico Estadio Azteca. Es emblema de la disparidad de género: el gol de Maradona a los ingleses es meme, es canción, es historieta, es leyenda. Pero sus cuatro goles a las inglesas son apenas dominio de un público de nicho.
En 1971, los mundiales femeninos no los organizaba la FIFA y Elba apenas contaba con el apoyo familiar para viajar. Ya era madre y en Argentina la esperaba su esposo. El equipo completo de 17 jugadoras viajó sin entrenador, preparador físico, médico o indumentaria.
En 1986, cuando Maradona también hizo historia, Elba miraba el partido en el Sanatorio Güemes: estaba trabajando como ayudante en el centro de diálisis y había dejado el fútbol.
Pero en los últimos años, la historia de Las Pioneras (quienes disputaron el Mundial del ‘71) fue reivindicada. Volvieron a encontrarse y en 2019 la Legislatura de Buenos Aires declaró el 21 de agosto como el Día de la Futbolista en Argentina.
Mientras tanto, el crecimiento de la Selección Argentina continuó a nivel técnico, pero no de planificación ni de respaldo político. El equipo nacional clasificó alternativamente a copas sudamericanas, Juegos Panamericanos y mundiales, pero su rendimiento estuvo siempre atado a los recursos puestos a su servicio. Por ejemplo, en 2017, el estipendio por día de entrenamiento era de 140 pesos argentinos (alrededor de un dólar). Tampoco podían hacer uso de las instalaciones de la Selección Masculina en Ezeiza.
Luego de sucesivos paros y reclamos, en 2019, la Selección Argentina clasificó por repechaje al Mundial de Fútbol Femenino en Francia después de 12 años sin lograrlo. Tuvo su actuación más destacada en mundiales oficiales (muy cerca de clasificar a octavos de final) y poco después obtuvo una medalla en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Sin embargo, la lucha por una proyección a conciencia desde el cuerpo técnico y el soporte institucional apenas comienza.

El país de los potreros (prohibidos)
¿Por qué será que en el país de los potreros, una mujer jugando al fútbol es todavía anécdota? ¿Será que Latinoamérica todavía es largamente machista y patriarcal? ¿Será que en Argentina el fútbol ha sido un “bastión de resistencia” difícil de ceder? ¿Por qué el país que es cuna de Las Leonas, selección de hockey ganadora de múltiples trofeos en el mundo, no le da visibilidad, equipamiento, entrenamiento o condiciones a las mujeres futbolistas? ¿Por qué todavía molesta que una mujer practique este deporte? ¿De qué beneficios y privilegios gozan los hombres que respiran fútbol, que pretenden preservar en una caverna tan abarcativa como clandestina? ¿Qué pierde un hombre si una mujer juega a la pelota?
La mitad de la victoria
Desde 1991, la Asociación de Fútbol Argentino organiza el torneo oficial de fútbol femenino. La cifra de equipos que participaron en la liga desde entonces ha sido variable y dependió fundamentalmente del fluctuante apoyo de los clubes.
En 2013 nació la organización social Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFAR), de la mano de Evelina Cabrera, exfutbolista y promotora de la inclusión social de las jugadoras en todo el país.
A principios de 2019, la futbolista Macarena Sánchez denunció al club UAI Urquiza por dejarla “libre” a la mitad del torneo, sin posibilidades de fichar para otro club ni indemnización. El reclamo se esparció veloz por el campo de juego: movilizó a jugadoras, clubes, personalidades influyentes, espacios políticos y finalmente llegó a puerto. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) tomó la denuncia como propia y anunció que el fútbol femenino empezaría a profesionalizarse (un mínimo de 8 futbolistas contratadas por club con un salario módico y el uso de instalaciones del fútbol masculino, también a nivel Selección).
El camino a transitarse recién empieza, pero la victoria más importante fue el levantamiento de miles de voces y la hermandad de jugadoras para continuar la lucha. Entre otras, nacieron o se reforzaron la agrupación Futboleras Organizadas, el colectivo Pibas Con Pelotas, Pioneras del Fútbol Femenino y la lista sigue.
¿Qué quedó por fuera?
- Que los salarios sean realistas y que eviten que las futbolistas deban buscar una fuente adicional de ingresos.
- Que el total de los planteles se acerque a una profesionalización y esto no quede en manos de unas pocas “privilegiadas”.
- Que la profesionalización llegue a los clubes de todo el país.
- Que todos los clubes cuenten con ligas inferiores, formación acorde y preparación física adecuada para prevenir lesiones.
- Que los medios de comunicación le den la visibilidad que necesita, con transmisiones de todos los partidos y espacios de expresión a los equipos (además de más periodistas mujeres).
- Que los clubes tengan dirigentes con perspectiva de género.
Además, en especial, se requiere construcción de cultura en torno a un deporte que, si se quiere, puede entenderse como “nuevo” y por eso requiere respaldo y paciencia. El negocio solo llegará asegurando esas condiciones.

“Que aloje y que no expulse”
Entonces, ¿qué fútbol necesitan las mujeres? «Necesitamos que los clubes de fútbol pensados y concebidos por varones hace más de 100 años, realmente alojen la disciplina, no la expulsen», dijo Mónica Santino en una entrevista. Pone la lupa en la herida: el año pasado, la AFA por primera vez en su historia avanzó en la profesionalización del fútbol femenino (con contratos, insumos y espacios), pero la mayoría de las que se “profesionalizaron” sigue sin vivir del fútbol.
Santino es, por cierto, exfutbolista, pero sobre todo referente social en la Villa 31 de Buenos Aires, donde creó La Nuestra Fútbol Feminista. Entre sus pergaminos se cuentan ser periodista deportiva, profesora de educación física y directora técnica. Su vida es fútbol: fútbol como militancia, como espacio de género y de libertad. Construye voces y entrena piernas en los terrenos en donde la mujer está más largamente marginada.
Si no es incómodo, no es revolucionario
Cuando Mónica Santino habla de agremiarse y de que “el fútbol es un camino posible de libertad”, habla de la verdadera revolución. No se trata solo de jugar más y mejor al fútbol y de que el fútbol de mujeres se convierta en el mismo negocio monumental que seduce a públicos, sponsors y religiones del mundo. Se trata de que esta lucha se pare de la mano de tantos otros ejes del movimiento feminista: la interrupción legal del embarazo, la brecha salarial profesional, inclusive la violencia de género. Todas esas luchas, todas esas voces requieren sacudir las estructuras de lo vigente. Por eso, si la revolución del fútbol no provoca urticaria en el patriarcado, será en vano, apenas por unos metros de pasto y un resultado final entre dos equipos.
Correr detrás de una causa
¿Tanta historia por correr detrás de una pelota? El fútbol para los hombres es gloria, pasión e identidad. Pero para las mujeres es, además, emblema de libertad, de ocupar espacios tradicionalmente negados, de realización, de desafío a lo establecido; punta de lanza de una serie de conquistas tan simples como sofisticadas: la paridad de género.
No se trata solo de ver si estamos a la altura, de si podemos fichar para clubes de ligas profesionales, jugar torneos importantes y colmarnos de medallas. Se trata de desafiar lo que arbitrariamente se nos negó. De hecho, ya no solo somos futbolistas: somos periodistas deportivas, directoras técnicas, dirigentes, árbitras, líderes y asesoras. Todas en puja por acceder a un espacio tan vasto como estrecho. Y el apoyo de estas voces también profundizó la sustancia del movimiento: Ayelén Pujol y Anuka Fuks, entre muchas otras, son referentes periodísticas, académicas y literarias sobre el pasado y presente del fútbol femenino en el país.
Arcos más chicos, bocas más cerradas
Enumeramos algunas de las propuestas que se han hecho para que el fútbol femenino sea “más atractivo” o “espectacular”:
- Arcos más pequeños (“para evitar que las arqueras reciban tantos goles”).
- Tiempo de juego más corto (“existe un límite de lo que entretiene cuando juegan mujeres”).
- Límites etarios (“a partir de los 30 y tantos, la mujer ya no es digna deportista”).
- Otras instalaciones (“está bien que las mujeres jueguen, pero no deben ocupar los mismos espacios deportivos en los clubes que los hombres”).
- Que sea rentable antes que televisable (“si no genera ingresos, no merece un espacio en la grilla de espectáculos”).
Y cómo olvidar cuando hace algunos años, Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, propuso que las mujeres vistieran shorts más cortos y ajustados para darle interés al deporte, como lo hace el vóleibol de mujeres.
Seis veces y para siempre
«No va a haber siempre una Formiga, no va a haber siempre una Marta, no va a haber siempre una Cristiane. El fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir. Piensen en eso. Lloren al principio para sonreír al final».
Cuando la Selección de Brasil quedó eliminada en octavos de final en el Mundial de Fútbol Femenino de Francia 2019, Marta se retiró de la cancha con esas palabras. Marta Vieira da Silva es estandarte de la puja desde la pobreza y el género para vivir del fútbol. Fue elegida seis veces la mejor del mundo, pero aún algunos argumentan que practica un deporte disparejo y poco jerárquico, y que no puede ser comparada con Pelé, Neymar o Ronaldo. Se fue del Mundial sabiendo que podría ser su último, pero con la conciencia de que las mujeres en el fútbol pueden y deben ser semilla.