
Roberto Rabi González
Colaborador Asamblea de Hinchas Azules
Antes del 11 de noviembre de 1959, el duelo entre Universidad de Chile y Colo-Colo no era más que un partido de fútbol, con mayor o menor atractivo dependiendo del momento futbolístico que vivía cada club. No existía una rivalidad trascendente entre los equipos más importantes de la historia de nuestro fútbol. Pero aquel día todo cambió: la “U” ganó 2×1 en el partido de definición del Campeonato Nacional de 1959. Según informó La Nación, el elenco azul “cumplió la hazaña con un equipo de revelaciones, jóvenes en su mayoría y con escasa experiencia. Sin embargo, con disciplina, amor propio, cariño por sus colores y sobre todo con obediencia al entrenador, construyeron el gran edificio del triunfo en forma realmente espectacular”. Es probablemente por eso, por que la “U” ganó con espectacularidad, consiguió su segunda estrella frente al cuadro que ya a esas alturas era el club con más títulos (lejos, con siete), con más figuras y más adeptos; y que en los años siguientes la “U” ganó cinco de los diez campeonatos que se disputaron; que aquel partido comenzó a adquirir la importancia que hoy tiene. En efecto, pese a que ambos equipos pasan hoy por uno de sus peores momentos deportivos e institucionales, esa súper rivalidad que nació el 11 de noviembre de 1959 sigue siendo la más importante de nuestro fútbol.
Cabe formularse muchas preguntas de cara a este fenómeno que nos ha entregado magníficos espectáculos en la cancha, jugadores emblemáticos especialistas en el superclásico, otros de buen rendimiento en general que no han estado a la altura de la exigencia, años de malos resultados de la “U” en el estadio de Colo-Colo, dirigentes que han subrayado la importancia del encuentro y otros (como los actuales) que lo han subvalorado. Violencia en las graderías, en las inmediaciones de los estadios, e incluso en lugares distantes entre hinchas de uno y otro club. Pero también hinchas abrazados enarbolando la bandera chilena en la Plaza Dignidad. Sí, sin duda es mucho lo que uno puede cuestionarse. Y muchas preguntas probablemente no tienen respuesta porque el núcleo de esta rivalidad es de orden predominantemente emocional.
No podemos, entonces, desconocer que en lo profundo nos encontramos con sentimientos asociados a un espectáculo, lo que para algunos no es más que una maniobra de poderosos que permite distraer a las masas para que no se enfoquen en los abusos que benefician a una elite. Sin embargo, por años, el sentido de pertenencia a instituciones que trascienden a los intereses del individuo aislado ha entregado más que lo que podría entenderse que ha molestado, en la medida de que nos transforma en miembros de un colectivo social, de colores y valores definidos que genera identidad social. Quien es hincha de Colo-Colo valora el espíritu ganador de su club, su identificación netamente popular y la iconografía mapuche presente en sus emblemas. El hincha de la “U” ama el espíritu laico y transversal del club, además de aquella infinita lealtad a toda prueba que los hace diferentes. La rivalidad, entonces, la fiesta del Superclásico, potencia dicho sentido de pertenencia a lo colectivo y social en el deporte y no tiene por qué identificarse con destrucción y violencia. Aprendamos ser amigos entendiendo el rol constructivo de dicha rivalidad y respetando al adversario, considerando, sobre todo, el bien que al grupo social detrás cada club le significa la sola existencia del clásico adversario y su disposición a formar parte de la recurrente y constructiva historia de infinitos episodios que hoy llamamos “Superclásico”.
Así, no es menor que los nefastos resultados que ha conseguido la “U” en la cancha de Colo-Colo se erijan como el mejor incentivo para la superación deportiva del club. Que la presencia de instancias de acción social en cada una de las agrupaciones detrás de las barras les permita colaborar, además de competir. Pensemos por un instante en el fútbol chileno sin su máxima fiesta y nos daremos cuenta de que nos golpeará la imagen de un paraje triste, carente de colorido y espectacularidad. Es tarea de nosotros y nosotras, quienes estamos detrás de cada institución, volver a dotar de energía a cada club, tanto por nosotros mismos como por los rivales y amigos de la vereda de enfrente.
¡Feliz cumpleaños, Superclásico!