La Constitución será con nosotras o no será

Nuestra Cruzada

Doble felicidad tras el triunfo del pasado 25 de octubre en nuestro país. Por un lado, un avasallador triunfo del Apruebo sobre el Rechazo nos garantiza un nuevo proceso constituyente; por otro, la alegría y esperanza de que este proceso será llevado a cabo de manera paritaria.

Es precisamente esto último algo histórico e inédito a nivel mundial: ninguno de los más de 160 procesos de redacción de una Constitución, desde 1830 en adelante, ha tenido paridad de género. Es más, los países que mayor porcentaje de mujeres han tenido en la redacción de su Carta Magna han sido Islandia con un 40% y Ecuador con un 35%. Ambos destacables, comprendiendo los bajos índices de participación femenina en política representativa, pero muy lejos de lo que se garantizará en Chile a partir del próximo año, que será entre un 45% y 55% de mujeres en esa instancia.

¿Es suficiente? No. Tenemos una deuda enorme con diversos grupos de la sociedad que históricamente han sido invisibilizados y cuya participación en estos procesos no está garantizada. Hemos fallado al no lograr aún los escaños reservados para pueblos originarios, diversidades sexuales y de género, y personas en situación de discapacidad.

Es un triunfo para las mujeres, sin duda. Pero no para todas. Aun con el sistema que tendremos para la redacción de la nueva Constitución, habrá representado un cierto grupo de mujeres privilegiadas. ¿Cómo lograremos que todas las mujeres, en sus distintas maneras de habitar el género, con sus diferentes historias y con sus propias experiencias sean realmente representadas en esta Constitución? ¿Cómo logramos alzar voces que históricamente se han querido apagar, callar y hacer desaparecer? ¿Cómo nos comprometemos a que realmente se logre levantar la experiencia de la política real, de bases, aquella que las mujeres desde siempre han liderado, y no únicamente aquella de la élite?

Es relevante cuestionarse y reflexionar en torno a esto, pues estamos al inicio de un proceso que tiene la posibilidad real de reflejar las demandas sociales y necesidades más profundas de nuestro país, las cuales, estamos seguras, si son levantadas desde las diversas mujeres, voces y actorxs transversales de la sociedad, podrán aportar a un cambio real. En cambio, si creemos que solo por garantizar igualdad de mujeres y hombres, vamos a tener una Constitución equitativa, estaremos muy lejos de entender y comprender lo que realmente necesita nuestro país. Así como el feminismo es interseccional, esta nueva Carta Magna también debe serlo. Exigir y alcanzar eso, será nuestro legado.

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