El fútbol como el opio del pueblo y los delirios de la elite progresista

Juan Cristóbal Cantuarias
Asamblea Hinchas Azules

Han pasado pocos días desde el inicio de los eventos deportivos que más movilizan y captan la atención popular en nuestro continente: las eliminatorias. Estas no han estado exentas de polémicas, entre ellas, el robo en el partido contra Uruguay y un VAR que deja más dudas que respuestas sobre las posibilidades que abre la tecnología para implementar justicia deportiva. Pero también se han escuchado las repetitivas críticas de parte de personeros de la elite progresista acerca del rol que cumple el fútbol en nuestra sociedad: “que perdemos la atención de lo importante”, “que hace que nos olvidemos de los problemas reales”, “es la nueva religión de nuestra sociedad”, “es el opio del pueblo”, aseveran los más críticos. Y es que, si se observa desde la superficialidad del problema, puede tener sentido. Sin duda, la violencia que se desarrolla en ocasiones en los espectáculos deportivos atemoriza a la población. O qué decir acerca de que algunos sectores de las barras sigan promoviendo cánticos que ven en lo sexual una forma de dominación del rival.  

Sin embargo, quedarse solo con una visión como ésta sería miope. ¿Es realmente un problema exclusivo del fútbol el hecho de que se produzcan este tipo de situaciones? ¿No será, en realidad, que estas son manifestaciones de condiciones estructurales que están presentes en nuestra sociedad? Y es que pareciera ser que quienes sostienen este tipo de críticas, hacen la vista gorda al actuar de asociaciones de hinchas que se organizan a través de una olla común para poder aplacar el hambre en las poblaciones. O que, mientras esa misma elite intelectual se descarga por Twitter en contra de los “alienados” que reclaman por el robo contra Uruguay, existen miles de jóvenes que ven en el fútbol una de las pocas salidas para poder salir de una realidad llena de carencias. ¿Qué pensarían los y las críticas si notaran que las principales fuerzas movilizadoras que ha tenido el pueblo organizado desde el estallido social han sido, precisamente, las hinchadas?

Y es que, en el fondo, pareciera ser que el problema no reside en la actividad deportiva en sí misma, sino que en la imposición de valores culturales que responden a la competencia e individualismo a toda costa. En esa forma de cultura hegemónica, el fútbol de mercado se ha planteado como un mecanismo de canalización de valores alejados de la solidaridad, el colectivo y la justicia social, producto de una sociedad capitalista globalizada que ha encontrado en la actividad deportiva, el esquema ideal para promover la espectacularización y mercantilización.

En ese contexto, pareciera injusto condenar al fútbol, y a quienes lo siguen, por los problemas estructurales que se viven día a día en los sectores postergados de la sociedad. Y ante esas críticas, reafirmamos que como pueblo tenemos derecho a entretenernos y disfrutar con el fútbol porque, precisamente, representa la oportunidad de construir una identidad que ponga la idea de un colectivo que avanza y que toma conciencia de su realidad. Porque mientras una elite delira con una falsa y amarga rebeldía, desde la organización social y deportiva un pueblo sueña con las esperanzas del mañana.

Un pensamiento

  1. Cada uno sabe, a ciencia cierta, qué ha vivido esta noche, cuando su equipo no ganó el partido clave de la temporada. Cada uno sabe, sin atisbo de duda, cómo es el panorama emocional, inconsciente, que subyace a los estímulos y las reacciones que se activan en estas situaciones.

    Podemos narrar las historias, de la pasión por los ídolos y los colores de nuestros equipos del alma, desde diversos puntos de vista, pero todos ellos apuntarán, en última instancia, hacia un hecho incontrovertible: «esta noche me sentí mal, porqué mi equipo no ganó el partido clave».

    El fervor de las masas, la resonancia con imágenes arquetípicas del inconsciente colectivo; son los héroes –y villanos– míticos, que el ego encarna, con precisión quirúrgica.

    ¿Qué más da si mi equipo ganó o perdió? Lo que realmente sucede es un hecho irrefutable: «me influye, me identifico con ello». La identificación con algo que excede al dominio del plano individual y material, la vibración simpática con la infinitud de la existencia, agitándose a cada instante.

    En estos momentos, los estadios están vacíos –fríos–, a la vez que las oscuras estratagemas económicas, orquestadas por los principales clubes punteros, saltan a la primera plana de la actualidad…

    «Sé que no puedo hacer nada para meter yo mismo el gol, pero sí puedo abrirme a sentir esto que está ocurriendo. No depende de mí que mi equipo gane o pierda, pero no lo puedo evitar… Me inmiscuyo de tal manera que hasta se me quita el hambre. ¿Estoy enganchado? ¿Dependo de los resultados deportivos para estar contento? ¿Por qué me condicionan unos multimillonarios, precisamente? ¿Es preciso competir y despilfarrar para transmitir valores humanitarios?».

    Cada cual que saque sus propias conclusiones.

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