
Siete partidos, siete máscaras, siete nombres.
Siete partidos jugó Naomi Osaka para consagrarse nuevamente como campeona del US Open de tenis. Un torneo que se vio afectado por condiciones contextuales en aquel país que serán prácticamente imposibles de repetir en simultáneo: una pandemia y una oleada de protestas populares en contra de la violencia racista e impunidad policial. Y fueron precisamente estas dos condiciones las que se confabularon para acrecentar la figura de Naomi Osaka, quien, tras la estadía en la burbuja estadounidense, se quita el mote de tímida que se autoasignó hace unos años para comenzar a abrazar su rol de figura pública y convertirse también en activista.
Para entender lo sucedido, es necesario tomar en consideración ambas condiciones: la pandemia mantuvo al tenis, como a muchos otros deportes, detenido durante meses; las presiones económicas generadas por la televisación y los auspiciadores, no obstante, terminaron provocando su retorno durante agosto, en condiciones especiales (sin público, con prohibición de salir del recinto y con el uso obligatorio de mascarillas en todo momento, a excepción del partido mismo) y que muchos calificaron de apresurado. Más, considerando que durante la segunda mitad de julio ocurrió el pico de la segunda ola de coronavirus en aquel país, con más de 75 mil casos nuevos el día 17 de aquel mes y donde se están reportando al menos 20 mil nuevos positivos diarios desde mediados de junio. Como era de esperar, muchas deportistas (la #1 Ashleigh Barty, Simona Halep, Bianca Andreescu o Elina Svitolina, por ejemplo) pusieron su salud antes de la competencia y decidieron no participar en la gira norteamericana de cancha dura, que este año contemplaba los torneos de Cincinnati y el mencionado US Open, uno de los tres Grand Slam que se disputarán este año tras la suspensión de Wimbledon.
Naomi Osaka, pese a las circunstancias, decidió competir y viajó a la burbuja para disputar Cincinnati, torneo que se llevó a cabo durante el primer apogeo de la oleada de protestas contra la violencia racista por parte de la policía estadounidense. Allí estaba cuando ocurrió el tiroteo a la espalda de Jacob Blake y allí estuvo cuando decidió no disputar la semifinal que le correspondía. En su declaración, dijo que “antes de ser atleta, soy una mujer negra. Como mujer negra, hay cosas más importantes y que necesitan acción inmediata que verme jugar tenis. No creo que algo drástico vaya a ocurrir con mi decisión de no jugar, pero si logro comenzar una conversación en un deporte mayoritariamente blanco, lo considero un paso en la dirección correcta”. Osaka, japonesa, pero hija de padre haitiano, vivió en primera persona la discriminación racial en una sociedad altamente conservadora. El boicot al torneo de Cincinnati se sumó a lo ocurrido en la NBA, la MLB y la MLS: casi todos los deportes estadounidenses se plegaron a las demandas por la no violencia policial.
El siguiente paso de Naomi por las canchas de Estados Unidos fue aún más significativo. La combinación de mascarillas obligatorias y televisación de casi todo movimiento de los y las deportistas le dio la oportunidad de utilizar su vitrina como forma de visibilización: “Breonna Taylor” decía el trozo de tela con el que se cubrió la nariz y boca para entrar a la cancha durante la primera ronda. Breonna, mujer afroamericana, fue asesinada por la policía en un procedimiento altamente irregular el 13 de marzo de 2020. Con cada victoria se sumaría un nombre más: Elijah McClain, Ahmaud Arbery, Trayvon Martin, George Floyd, Philando Castile.
Los actos y el alzamiento de voz contra lo que ella considera un genocidio de la gente negra a manos de la policía, no fueron indiferentes ni para la prensa, ni para las familias de aquellos que se vieron representados y recordados. Fue así como, tras su victoria en los cuartos de final, las familias de Martin y Arbery le enviaron vídeos de agradecimiento. Su respuesta fue tan decidora como aterrizada: “siento que solo puedo ser un medio por el que levantar conciencia”. “Ojalá -añadió- poder aportar en la concientización y, quienes sientan curiosidad por los nombres, comiencen a investigar y se den cuenta de lo que está ocurriendo”.
El séptimo partido, la final, fue contra Victoria Azarenka. 1-6 6-3 6-3 fue el resultado con el que Naomi Osaka se convirtió nuevamente en campeona del US Open. El nombre que la acompañó aquel día fue el de Tamir Rice, un niño afroaericano de 12 años que fue asesinado por la policía en Cleveland en 2014 luego de que estos confundieran la pistola de juguete que llevaba en su mano por una real.