
CSD Estrella Roja
El 11 de septiembre de 1973 cambió para siempre la historia de nuestro pueblo. El largo proceso de crecimiento y fortalecimiento de la clase trabajadora y los sectores populares en el campo y las ciudades, quedó interrumpido por la fuerza y la crueldad del ejército y del gran empresariado.
Durante el período en que la fuerza de las armas controló el Estado, cada medida de avance del Gobierno de la Unidad Popular y los sectores organizados de la clase trabajadora -dirigidos hacia la apropiación de la riqueza nacional, de ampliación y profundización de la educación y la salud pública, de gozar y disfrutar del fruto del trabajo, de ampliar los márgenes de gobierno común y de la representación política- fue destruida. En su lugar, se impuso un diseño que nos condenó al empobrecimiento, al embrutecimiento del trabajo precario y la esclavitud del endeudamiento sin término. A la pérdida de nuestra identidad y el deterioro de las virtudes propias, a la dependencia y sumisión de los símbolos e ídolos del mercado y sus fetiches.
Más allá de la nueva institucionalidad política y económica que el gran empresariado construyó para su beneficio, el golpe de Estado cívico–militar contiene un mensaje más profundo. Ante todo, fue un acto de castigo y disciplina. El uso del terror hacia la población fue la forma de hacer cumplir las órdenes de las jefaturas militares y empresariales. La voz de la oligarquía nacional ladró a través de radios y periódicos, expresando la intención del gran empresariado -tanto nacional como extranjero-, poniendo en su lugar a los subordinados: “no volverás a desafiar el orden impuesto”. Los allanamientos masivos, la detención forzada, la tortura, las ejecuciones sumarias, los simulacros de fusilamiento, las violaciones y vejaciones más retorcidas fueron los medios para asegurar la enseñanza.
Como todo golpe deja un trauma, el pueblo se contrajo sobre sí mismo y, como pudo, sobrevivió a los embates de la dictadura para, durante la década de los 80, rearmar su fuerza desde las calles. Pagando el precio del combate con más muerte, tortura y desaparición, logró forzar la salida de los militares del Gobierno y, tras 1990, la resistencia al poder de las armas se transformó en la resistencia a la pobreza y la exclusión que heredamos de la dictadura y sus aliados. Durante más de 40 años reconstruyó su fuerza y su capacidad de acción bajo los estrechos márgenes de la Constitución de 1980 y la seguidilla de reformas superficiales de los gobiernos que administraron el Estado desde ese entonces. Bajo el manto de un supuesto éxito económico y tranquila gobernabilidad, se cultivó una fuerza subterránea que emprendió la lucha contra los pilares del modelo dictatorial: educación, salud, trabajo, seguridad social. Uno a uno fueron asediados durante los últimos 20 años y la incapacidad del sistema político de dar solución a los problemas más profundos de la desigualdad social llevaron a un nuevo alzamiento popular.
Este 11 de septiembre de 2020 conmemoramos nuevamente el aniversario del Golpe de Estado, pero, a diferencia de los últimos 47 años, hoy lo hacemos con la imagen presente de que el Gigante Popular está vivo y despierto. La irrupción de la protesta sostenida a través de todo el país nos demuestra que el miedo a las fuerzas conservadoras y reaccionarias está quedando atrás. La herida causada en el fondo de nuestra gente va sanando y de a poco vamos alzando la vista y recuperando la esperanza de conducir nuestra vida. La tragedia de nuestro pasado nos acompaña como fuente inagotable de experiencias y aprendizajes, como una base para enfrentar la lucha que está por venir.
Siguiendo la convicción del Presidente Allende, tenemos plena confianza en el pueblo y su destino. Sabemos que estamos construyendo las bases de una nueva sociedad, más justa y comprometida con el crecimiento y bienestar de nuestra gente. Desde el CSD Estrella Roja trabajaremos junto a las nuevas fuerzas sociales para transformar las bases de nuestro país, de forma tal de construir una sociedad donde el desarrollo pleno de la población sea garantizado por el Estado y sus órganos. Estamos convencidas de que el deporte cumple una función central como forma de fortalecimiento de la salud de las personas, como puente de colaboración, amistad y solidaridad entre los pueblos. Allá vamos. Paso a paso.