El fútbol de sus sueños

Jorge Salvador
Asamblea Hinchas Azules

El próximo fin de semana se reanudará el torneo de fútbol nacional, noticia que, en cierta medida, termina la angustia que el amor por uno u otro club genera en las fanaticadas. Somos muchos y muchas quienes sintonizaremos un canal privado que cuenta con el monopolio de la transmisión para esperar, después de tanto tiempo, un triunfo.

En mejores condiciones, sería motivo de alegría el encontrar un momento de esparcimiento con las instituciones que nos identifican o participamos, según las circunstancias. Nada de eso: vuelven las transmisiones pagadas y las mismas empresas amparadas por la dirigencia de la ANFP -elegida al dedillo por el gobierno de turno-, aunque esta vez a puertas cerradas. Ahora que no podemos asistir a los estadios -por un razonable motivo-, se ha terminado de concretar un anhelado sueño de distintos sectores que determinan lo deseable para con la actividad deportiva, en especial la más popular y enraizada en la cultura sudamericana.

Si nos remontamos al momento en el que se contaba con nuestra presencia en las graderías, tenemos la certeza de que el mayor deseo de la institucionalidad es que no existamos. Asistir a una galería en Chile, y en muchos lugares de nuestro continente, significa perder las garantías a las que toda sociedad aspira. Además, se responsabiliza a quienes participan de esta cultura de los actos de violencia que la sociedad en su conjunto construye, siendo la hinchada la única acusada.

El fútbol de sus sueños es este que veremos, uno donde el y la hincha es nada más que un consumidor, alguien que compra una camiseta, paga por un servicio televisivo y tiene su objeto de merchandising distintivo. Somos muchos y muchas, ciertamente, quienes veremos sagradamente las próximas fechas si el regreso se concreta. Y no está mal que así sea, porque debemos tener claro que su sueño es imposible y no por un romanticismo vacío en el que queremos creer.

El caso de la U es ilustrativo al respecto. La gran cantidad de los ingresos de la concesionaria Azul Azul S.A. proviene de la gente, la misma sin voz ni acción en el club. Aquella concesionaria hace uso continuo de los grupos que más detesta para monetizar su empresa. Sin asco alguno, nos invita a consumir usando nuestra imagen, sabiendo la triste realidad de asistir a una galería. Solo por recordar: tratos vejatorios en los ingresos, arbitrariedad del trato policial, estigmatización por estrato socioeconómico, entre otros.  

En el fútbol de sus sueños no tardarán en darse cuenta de que nos necesitan, precisamente a quienes han escuchado al final, porque de toda la gente identificada con los colores es de donde proviene el capital que hace vivir los equipos, al menos en este lado del globo. Tal vez este sea el momento en que podamos, más que nunca, visibilizar que el fútbol no es sin todos y todas, pero ¿qué significa esto? Exigir la participación de hinchas en las decisiones de los clubes y, de una vez por todas, incorporar como actor relevante a las barras -“bravas” o no- en las políticas públicas de seguridad para espectáculos deportivos.

Sin lo anterior, el regreso de la gente a los estadios volverá a ser ese eterno juego de amor y odio que los medios de comunicación sostienen con las y los hinchas. Volveremos a ese ridículo espectáculo de empresarios contándonos con palabras altisonantes este anhelo que no es más que el fútbol de sus sueños, tan caro a la identidad de los clubes y a la dignidad de quienes más les aman.

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