
Andy Zepeda Valdés
Asociación Hinchas Azules
El pueblo de Chile está ad portas de conseguir el logro más grande de toda su historia: redactar su primera Constitución de manera libre y autónoma. Nunca antes su gente ha podido decidir bajo qué términos se escribe su destino. Nunca hemos sabido de qué se trata eso que un tal Rousseau llamó “Contrato Social”, porque nunca hemos tenido uno. Todo nos lo impusieron.
El próximo 25 de octubre será el día más importante de los últimos 200 años. Ese día, muy probablemente, las chilenas y chilenos votarán en masa por una nueva constitución y determinarán, además, que ésta debe ser redactada por una Convención Constituyente. Chile ya no volverá a ser el mismo. Sin embargo, desde la posición de hincha, cabe preguntarse: ¿qué rol jugará el deporte en este nuevo esquema nacional? Y más concretamente: ¿puede haber alguna palabra sobre el fútbol en la nueva constitución?
Debería. Desde 2013, deportistas agrupados en DAR Chile han exigido que el deporte sea considerado, al igual que la salud y la educación, como un derecho social inalienable al que todas y todos tengamos acceso. En 2016, durante el proceso constituyente impulsado durante el segundo gobierno de Bachelet (que finalmente se truncó), el DAR trató de instalar el tema en todas las instancias que pudo, participando incluso en la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados. Se sentaron así las bases para que la importancia del deporte sea consagrada en la constitución.
Sin embargo, eso es en torno al deporte en general y al derecho a acceder a él. Sobre el fútbol en particular y la forma en que éste se administrará en el nuevo Chile –democrática o plutocráticamente-, nada se ha dicho. Surge entonces la pregunta: luego del Estallido Social, ¿cuán importante es para el pueblo de Chile que el deporte más popular y transversal sea administrado de manera democrática? ¿Cuántas o cuántos entendemos las implicancias de eso? ¿Cuántas lanzas defenderán esa postura en una eventual asamblea o convención constituyente?
Si eres de quienes votarán Apruebo, seguramente tienes el convencimiento de que la gente debe poder decidir sobre aquello que le incumbe o afecta. Si votas Apruebo, entiendes lo que es la autodeterminación y la soberanía, es decir, ese poder de decisión sobre aquello con lo que nuestra existencia está relacionada y que a su vez influye en nuestra existencia.
Ahora bien, el error común está en creer que la soberanía se juega solo a nivel de las cuestiones del Estado, como si la vida del ser humano fuera solo en función de políticas macro. Pues no, la soberanía y la autodeterminación también se juegan en el barrio, en la junta de vecinas y vecinos, en la escuela, en el instituto, en el trabajo y, aunque hoy parezca difícil de ver, también se juega en el fútbol y en nuestros equipos.
Es sabido que Chile es el paraíso del neoliberalismo. Tierra de las megasubastas en donde hasta el agua se vende al mejor postor. Aquí, hasta los bosques y los ríos pueden ser adquiridos para rentar con ellos. Chile es ese país en donde, a partir del año 2005, hasta el fútbol está privatizado. Se hicieron desaparecer los clubes sociales, las corporaciones y se reemplazaron con sociedades anónimas.
Un asunto que era de interés y patrimonio de muchos, pasó a ser de unos pocos. Algo que tenía un rol social, pasó a tener un rol meramente mercantil y poco se demoró esa lógica en destruir aquel tejido social que hacía de los clubes agentes de cambio. En términos simples: la pelota siguió rodando, pero despedazaron todo lo bello que había más allá de la cancha. Poco pudimos hacer las y los hinchas contra la Ley 20.019 que puso a la venta nuestros clubes, nos arrebató nuestros derechos y nos condenó a ser meros clientes con beneficios.
En octubre nos jugamos la copa como país. Nosotras y nosotros, hinchas, nos jugaremos un partido aparte para salvar lo más sagrado que tenemos: nuestros clubes. Porque es así: Chile es de su pueblo, no de quienes pretenden ser sus dueños; los clubes son de sus hinchas, no de quienes los compraron. Eso debe quedar escrito, nada más y nada menos, que en nuestra constitución.