
Durante las últimas semanas, la necesidad de crear protocolos contra la violencia de género en el fútbol chileno ha sido muy visible. Sin embargo, esta pelea está siendo dada desde hace mucho por organizaciones feministas ligadas a este deporte. En este reportaje, revisamos el minucioso trabajo de organizaciones chilenas y argentinas para erradicar la violencia de género.
Sin duda, la denuncia por acoso y abuso sexual realizada por una jugadora de Palestino contra el kinesiólogo del mismo club, Ignacio Montano, removió el terreno del fútbol nacional. A eso se sumó la acusación contra Leonardo Valencia, jugador de Colo Colo, por violencia intrafamiliar. Ambas noticias movilizaron a los colectivos feministas ligados a diversos clubes, quienes, una vez más, le han exigido a las dirigencias estar a la altura para enfrentar las denuncias.
Sin embargo, pareciera que nunca es suficiente. Si no han bastado las numerosas denuncias por violencia de género dentro del espacio del fútbol durante el último tiempo, tampoco lo serán estos dos últimos episodios. El problema parece ser que las dirigencias “lo sienten ajeno, no es algo que les sea atingente”, explica Iona Rothfeld, directora de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (Anjuff) y ex seleccionada nacional.
Los casos por abuso o acoso sexual dentro del fútbol, o cometidos por quienes son parte de los clubes, parecen ser cada vez más mediáticos. Para Daniela Tapia, quien es parte de Las Bulla, colectivo feminista de la Asamblea de Hinchas Azules -ligada a Universidad de Chile-, el contexto actual “da cuenta de que esto avanza al menos un poco. Antes no se generaba un debate público con los casos de violencia, era algo que se resolvía en casa (…), nadie se metía y, más bien, siempre se ponía en duda la palabra de las mujeres que denunciaban”.
Este diagnóstico también se repite en Argentina, donde el movimiento feminista también ha calado profundo en todos los espacios que componen a los clubes de fútbol, dando paso a la creación de organizaciones que reúnen a jugadoras, hinchas, dirigentas u otras, como lo es, por ejemplo, la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista. “Es fútbol y feminismo hecho organización, articulación, acción. Es lucha por el derecho al juego, contra las desigualdades, por la visibilización de mujeres y la diversidad en el deporte”, cuenta una de sus participantes en una entrevista a un medio argentino.
En la misma tónica, Luciana Bacci, defensora del equipo argentino Racing de Avellaneda, advirtió que “el abuso sexual dentro de los clubes muchas veces se da por una complicidad del silencio, porque existe el miedo a quedar desafectada del equipo por hablar, por el miedo a que te marquen, a no poder jugar más al fútbol. Creo que los hombres que ejercen abuso o acoso sexual cuentan con ese miedo de las jugadoras”.
Pero ya no más.
“Sabemos que el fútbol es un deporte híper masculinizado, machista, misógino, sexista y discriminatorio en cada uno de sus ángulos”, explica Rothfeld. “Creo que no solo es importante entender el problema, sino que también hay que ser parte de la solución”.
Protocolos
Pareciera ser que la respuesta inmediata a la violencia de género en el fútbol es la generación de protocolos. En ese contexto, el 23 de enero de 2020 fue promulgada en Chile la Ley N°21.197 que establece el “deber de contar con un protocolo contra el acoso sexual, abuso sexual, discriminación y maltrato en la actividad deportiva nacional”.
Durante agosto, y haciendo caso a la ley promulgada en enero, está comprometida por parte del Ministerio del Deporte la entrega de un protocolo para luchar contra el abuso y acoso sexual, documento que cada institución deportiva debiera adoptar. La Anjuff, luego del caso de Palestino, fue invitada por el ministerio para revisar la propuesta. La organización hizo indicaciones, las cuales, reconocen, fueron aceptadas. Sin embargo, Rothfeld sostiene que la preocupación está en que el protocolo “debe tener una perspectiva de género y atacar esa vulnerabilidad y violencia que sabemos que es específica contra las mujeres”.
La ex seleccionada nacional también indica la importancia de que en el protocolo se muestren las problemáticas que son específicas para el fútbol femenino, así como también las especificidades para los niños, niñas y adolescentes. “Eso no puede no estar. Tampoco se puede dejar de atender y problematizar, por ejemplo, la diversidad sexual o grupos indígenas, que sabemos que también sufren de la discriminación estructural que se da en Chile”.
Sin duda, la participación en la creación de un protocolo de todos los actores relacionados a la institución es clave, pues, de esta manera, todas las realidades y experiencias quedarán reflejadas. Así lo señala el Observatorio contra el Acoso Chile (OCAC), que además resalta la importancia de que un protocolo contra el acoso no solo debe ser sancionatorio, sino que preventivo. Por otro lado, se debe considerar las definiciones de acoso que serán sancionadas; sensibilización y capacitación; procesos de denuncia anónimos, seguros, no revictimizantes y claros en su periodo de investigación; además de la reparación.
Para Victoria Aravena, directora del área social del Club Social y Deportivo (CSD) Colo Colo, también es importante que el establecimiento de un protocolo venga de la mano con “instaurar áreas y comisiones de género que trabajen y eduquen a todas las organizaciones deportivas al momento de poner el protocolo en marcha. Ojalá que abarque todas las particularidades del deporte y tenga un apartado especial y diferenciado dedicado a la niñez”.
En este sentido, el colectivo Rosario Moraga, comisión de género del CSD Colo Colo, efectivamente ha marcado la diferencia en la construcción y entendimiento del club (lo que no implica necesariamente un cambio en Blanco y Negro, sociedad anónima que administra a Colo Colo). Según Aravena, la comisión ha logrado instalar temas importantes a los que el club ha ido adhiriendo, así como también se han realizado intervenciones dentro del estadio, por ejemplo, actividades de concientización diferenciadas para niños, niñas, adolescentes y también adultos. “La comisión ha permitido que los temas de interés en relación al género estén presentes y sean tomados en cuenta cuando pensamos el desarrollo de nuestras áreas de trabajo, buscando que los cambios culturales permeen en ellas”, explica Aravena.
Por su parte, Daniela Tapia (Las Bulla) muestra preocupación sobre la implementación de esta ley: “Cuando la política pública se hace entre cuatro paredes, es imposible tener mucha expectativas, y menos desde nuestra posición como mujeres hinchas”. En ese sentido, si bien el protocolo todavía no está listo, Tapia indica que en la ley no se aprecia una exigencia a sumar una perspectiva de género y de Derechos Humanos. “No habla de derechos, no reconoce, por ejemplo, acuerdos internacionales (CEDAW o la Convención Belém do Pará) a los que Chile está suscrito. Tampoco reconoce a las y los hinchas ni habla de un proceso de participación efectiva y vinculante en la construcción del protocolo”.
Distinto es el caso en Argentina. Según cuenta Luciana Bacci (jugadora de Racing), los protocolos dentro de los clubes son creados por mujeres feministas, quienes “conocen los conceptos y entienden la problemática de género dentro de las instituciones”. El problema, según ella, ocurre cuando estos protocolos no se implementan en el momento adecuado. En ese sentido, también destaca la educación con respecto a esta problemática para lograr cambios duraderos dentro de los clubes.

Ley Micaela: la experiencia argentina
En el país trasandino también ha habido movimiento. Hace algunas semanas atrás, fue aprobada por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires el proyecto de ley que establece la implementación de la Ley Micaela en las instituciones deportivas. Esto significa que, para quienes son parte de esos espacios, se establecerá una capacitación obligatoria en género y violencia.
En general, la propuesta ha sido bien recibida por el movimiento feminista militante de los clubes de fútbol. Sobre esto, Maia Moreira, quien es parte de la comisión directiva del Club Atlético Lanús y coordinadora del departamento de Género y Diversidad de la misma institución, explica que “los clubes no solo formamos deportistas, sino que también sujetos y sujetas de derecho. En ese sentido, tenemos que ser garantes, como instituciones, de esos derechos. Somos actores clave de la vida social de nuestros barrios, de nuestras ciudades y de nuestro país. Desde ese lugar, creemos que capacitarse en lo relacionado a género y diversidad, no solo sobre las cuestiones de violencia y discriminación, es un compromiso del cual las instituciones deportivas no pueden quedar fuera”.
Si bien la aplicación de la Ley Micaela está esperando su turno en el Senado, algunos clubes están dando indicios importantes en cuanto a la lucha contra la violencia de género. Ejemplo de esto es Veléz Sarsfield, club pionero en instaurar una cláusula en el contrato de los futbolistas masculinos respecto de la violencia de género. De hecho, durante junio, el jugador Miguel Brizuela fue apartado del club por denuncias en esta materia por parte de su pareja.
San Lorenzo, por su parte, anunció durante julio que fue incluida en todos los contratos de renovaciones e incorporaciones de sus jugadores una cláusula que indica que “si un futbolista llegare a resultar imputado en una causa penal por violencia de género, quedará automáticamente separado del plantel hasta tanto se resuelva su situación judicial”.
Cabe destacar que el nombre de esta ley es en conmemoración a Micaela García, joven de 21 años que fue asesinada por Sebastián Wagner, quien había salido de la cárcel -donde cumplía condena por la violación de dos mujeres- dos días antes. A Wagner le fue concedida la libertad condicional pese a la existencia de informes que desaconsejaban su liberación.

¿Es suficiente?
El espectro de personas que se pueden transformar en víctimas de violencia en el ámbito del deporte es bastante amplio. No solo las jugadoras o hinchas, sino también todas quienes se relacionan a este deporte: árbitras, administrativas, periodistas, entrenadoras y más. La comunidad LGTBIQ+ también está expuesta a ser víctima de violencia, lo que recuerda que esta es un problema multicausal y que afecta a distintas personas en diferentes niveles.
La Convención Belém do Pará -a la que Chile y Argentina están suscritos- señala que la violencia no es solo física, sino que también tiene múltiples manifestaciones. En ese sentido, los protocolos que indican cómo actuar en un caso de violencia en el espacio deportivo, no parecen ser suficientes. “Los protocolos no son una solución; son una herramienta para ampliar derechos y para, de a poco, ir garantizando espacios más libres y justos”, explica Maia Moreira, quien también forma parte de la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista.
“No sirve un protocolo punitivo que solo busque castigar, porque éste debe trabajarse a través de la educación con espacios pedagógicos y jornadas de reflexión que permitan generar conciencia sobre por qué ciertas acciones están mal. Es vital aplicar esto desde las categorías formativas para que sea un conocimiento naturalizado, parte de los valores deportivos e institucionales del club”, precisa Victoria Aravena, del CSD Colo Colo. Y, en concordancia con el accionar de los clubes argentinos, destaca también la importancia de revisar las obligaciones contractuales de los jugadores: no solo deben establecerse el sueldo, sino también el comportamiento de quienes integran la institución. “Nos urgen deportistas íntegros”.
¿Las concesionarias de los clubes cumplen algún rol? Sin ninguna duda. Ha dejado mucho que desear el actuar de Blanco y Negro sobre la denuncia por violencia intrafamiliar contra Leonardo Valencia. Al principio, la sociedad anónima optó por mantener silencio. Sin embargo, trascendió que se había decidido la instauración de un “listado de pasos a seguir en casos de violencia de género en los que se vean involucrados los trabajadores del club”. “Cuando se trató el caso Valencia, muchos se mostraron sorprendidos de sus antecedentes. Esto revela que no es de interés para los involucrados, al punto de que no existen protocolos, mecanismos de vinculación o revisión de antecedentes. No hay perspectiva de género en el quehacer de la empresa”, sentenció Aravena.
En esta misma línea, Daniela Tapia (Las Bulla) no baja los brazos. “Tenemos todas las ganas de seguir trabajando por un club libre, feminista y que nos permita construir políticas públicas contra la violencia de género, pero de manera democrática, no entre cuatro paredes y tampoco al alero de ninguna sociedad anónima”.

Fútbol feminista y militante
En cuanto al fútbol como espacio predominantemente masculino, la organización de las jugadoras y de los colectivos feministas relacionados a la hinchada de los clubes, ha logrado demarcar el camino para el avance de los derechos de las mujeres en este deporte. “Creo que gran parte de la lucha feminista y de la lucha por un fútbol feminista, se ha dedicado a poner en agenda temas que parecía que no se tenían que hablar y, desde ese lugar, (…) (como militantes) no nos tiembla el pulso para tomar posición y hablar desde lo político, lo cotidiano, porque lo personal es político”, afirma Maia Moreira.
Trabajar por un fútbol feminista es una responsabilidad que han asumido cientos de colectivos tanto en Chile como en Argentina, pues el deporte es una herramienta para combatir la inequidad, una manera para igualar las condiciones sociales de aprendizaje, sobre todo si se consideran los valores y el profundo sentido formativo social que tiene el fútbol.
Así lo entiende también Iona Rothfeld, quien además destaca la importancia de lo colectivo en la lucha por los derechos de las mujeres y disidencias sexuales en el fútbol: “Hay que hacerse cargo, hay que articularse y tenemos que generar fuerzas desde lo colectivo. Desde el minuto en que nos paramos en una cancha, nos paramos ante mucha desigualdad, ante mucha discriminación y tenemos que ser fuertes, pero esa fortaleza no debe ser individual, tiene que ser colectiva”.
En el caso de Las Bulla, si bien saben que queda mucho por avanzar, han tomado acciones que van en dirección a visibilizar las distintas violencias de las que son víctimas las mujeres. “Al menos, desde nuestra posición de mujeres hinchas de la U, el llamado es a no bajar los brazos y a seguir trabajando, porque esto, en definitiva, para nosotras es parte del proceso de recuperación del club queremos y soñamos”, destacó Daniela.
Y sin ninguna duda, las acciones de las hinchas son también un aporte a las jugadoras. El campo del fútbol es aún muy sensible a las demandas feministas y es fácil ser tildadas como jugadoras “problemáticas”. Es por esto que la lucha de las hinchas es también una manera de cuidar a las jugadoras. Según explica Luciana Bacci, “como jugadoras nos ayuda mucho (el trabajo de las hinchas) porque nos deja una base para poder actuar y, a la vez, no quedar expuestas como trabajadoras y que pueda a darse el caso de que nos saquen de algún equipo o nos marquen como las que quieren cambiarlo todo. Estas organizaciones nos ayudan mucho a generar cosas desde dentro de los clubes”.