Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira (parte VI)

Esta entrada es la sexta parte de una serie de publicaciones que recorren la biografía de Sócrates. La quinta parte se encuentra en Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira (parte V)

1980 fue un año particular para Sócrates. Incluso definitorio. No definitorio como espectacular, sino como un año que serviría para sentar algunas de las bases o definiciones particulares de su persona. Su fugaz paso por la música, por ejemplo: el disco “Casa de caboclo”, publicado en aquel año y que casi no registró ventas, lo tuvo a él como uno de los protagonistas. Un productor local, aprovechando su fama como jugador del Corinthians y su afición a la bohemia, particularmente sus frecuentes noches transcurridas en karaokes locales, le ofreció grabar un disco de música popular brasileña. El fracaso en ventas no afectó al futbolista. Tampoco era lo que buscaba, sino que intentaba romper las distintas barreras de prejuicios que existían en las áreas urbanas del país con el sertanejo, estilo musical muy escuchado en las zonas rurales del interior de Brasil.

Quizá puede nombrarse también como definitorio su conflicto con el presidente del club, Vicente Matheus, el que comenzó un año antes cuando este último le denegó la solicitud de renovación de contrato al 8 del Corinthians. Sócrates buscaba recibir un sueldo acorde a lo que generaba en tanto figura mediática y deportiva, por lo que se acercó a Matheus para renovar su vínculo un año antes de su término. Matheus fue tajante en su respuesta negativa. La única opción de renovación, por tanto, tendría lugar al término del contrato vigente, en agosto de 1980. El suceso gatillante de esta nueva arista del conflicto entre ambos fue la crítica recibida por el portero Jairo, a quien el directivo responsabilizó personalmente de una derrota. El partido siguiente, que se llevó a cabo tres días después, vio a Sócrates convertir un gol y cruzar toda la cancha para abrazar al portero, gesto que fue imitado por el resto del plantel. Cuando el directivo pidió explicaciones, pues a su juicio Sócrates estaba poniendo a la afición en su contra, la respuesta de Sócrates fue tajante: “que se joda”.

Los conflictos entre el presidente y el plantel no terminarían allí. Nuevas indicaciones particulares sobre el rendimiento del portero Jairo y algunas promesas incumplidas al lateral izquierdo Wladimir (quien se convertiría posteriormente en uno de los mayores ídolos del club) enturbiarían el ambiente del plantel, lo que se tradujo en una campaña peor a la esperable para un equipo de aquella calidad. La hinchada del Corinthians, molesta por los últimos resultados, cargó contra el plantel y especialmente contra Sócrates, vandalizando su auto al término de algunos partidos. Lejos de ser un revulsivo, el capitán del Corinthians se enfrentó a los hinchas desde su plataforma y a su manera: no celebrando los goles convertidos. 

Un par de victorias del Corinthians sirvieron para calmar los ánimos generales antes de una gira de partidos amistosos de la selección nacional que vio a Brasil enfrentarse a México, la Unión Soviética, Chile y Polonia. Sócrates se convertiría en uno de los líderes de aquella selección brasileña, llegando a portar la jineta de capitán en aquella excursión. Este momento dulce del jugador se contraponía a la actualidad del Timão, que terminó en la quinta posición aquella temporada, perdiendo la posibilidad de entrar a las semifinales del Campeonato Paulista de aquel año. Por tanto, lo que apremiaba y aún restaba por resolver era la renovación de su contrato.

Sócrates había sido claro: le gustaba vivir en São Paulo, la conexión con los hinchas y la plataforma a nivel nacional que todo esto generaba para poder expresarse y expresar sus preocupaciones. Pero también había sido claro en que buscaba compensaciones acordes a lo que entregaba como trabajador. Tras una negociación tortuosa, en la que el presidente incluso lo trató de mercenario e intentó poner a los hinchas en su contra, Sócrates renovó su contrato.

El compromiso sería doble. O triple, incluso. El nuevo acuerdo consideraba aumentos de años de vínculo y de sueldo, los que le aseguraban una posición en el club que de a poco estaba aprendiendo a querer. Asimismo, se dio cuenta de que la importancia del club para los hinchas era muy grande y que era irresponsable con ellos al tomarse el fútbol solo como un hobby más entre la música y su truncada carrera como médico. La firma de este contrato sería, tal vez, uno de los momentos definitorios de la carrera del Sócrates futbolista, pues desde este momento, la actividad deportiva propiamente tal tendría una importancia mayor. Pero algo que no había trascendido a la luz pública eran las negociaciones que el futbolista había tenido con Matheus y que habían decantado en compromisos que le permitirían al capitán involucrarse cada vez más en las decisiones del club. No solo en las relativas a la cancha, sino en su capacidad para ser parte de la administración de la institución para la que trabajaba, tomar roles fuera del futbolista común. Demostrar que él era importante para el club y que el club era importante para él. Esto tenía también un impacto general: el inicio de la democratización de decisiones centralizadas -que recaían usualmente en la cabeza de Matheus- en un país que no había tenido democracia por casi 15 años y para una generación que había crecido sin ella. Un momento definitorio, además, para lo que vendría en algunos años: la Democracia Corinthiana.

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