
Nuestra Cruzada
Volvieron con más fuerza y con más rabia que antes porque, aunque estemos en encierro, lo que hemos vivido en este tiempo nos da razones de sobra para gritar con furia la desigualdad con la que se nos está tratando. Porque creen que tienen el derecho a decidir qué hacer con nuestra plata; porque el sistema de salud siempre ha sido y será una mierda; porque las poblaciones siguen siendo víctimas de la desigualdad, las siguen mostrando en televisión haciendo un circo con la necesidad de la gente; se siguen riendo sin hacer nada. Llevan tiempo mostrando las ollas comunes casi como si fuera un gesto de caridad entre vecinos; llevan tiempo mostrándose en la televisión, riéndose de las necesidades, en vez de estar trabajando, legislando -que para eso es que se les paga-, no para estar acostados tomando vino y tratando las necesidades de la gente como cualquier ataque de maña.
Se les está acabando el tiempo; todos y todas pagarán las consecuencias. El estallido ahora será más fuerte y con más gente, porque quienes no querían meterse en nada, hoy sufren de la indiferencia, ya que quedaron en el aire al no ser ni muy pobre ni muy clase media. Además, se dieron cuenta de que son invisibles y que sí, la constitución nos tiene hasta el cuello, nos ata las manos y no nos deja velar por nuestros derechos ni menos por nuestras necesidades.
¿En serio piensan que después de esconder muertos bajo la alfombra, les vamos a creer que la cantidad de contagios está bajando? La gente ya nos les cree nada, pero aun así quieren volver a la normalidad en algunas regiones, quieren volver a clases, a los entrenamientos en el fútbol. No hay nada normal: la gente sigue muriendo, contagiándose, recuperándose y volviendo a dar la pelea por el plato de pan de todos los días.
El estallido esta vez será peor porque llevamos tiempo aguantando indiferencia, tiempo siendo borrados del mapa y, cuando aparecemos en dicho mapa, es para destacar lo peligrosas y terribles que son las personas que viven en las poblaciones.
Santiago se está llenando de barricadas, las cacerolas suenan más fuerte que antes porque tenemos más rabia, porque, a pesar de todo lo que pasó, todo lo que gritamos, todo lo que marchamos, seguimos siendo invisibles.
Hoy gritamos con más fuerza por todas las humillaciones, por el basureo diario de una clase política ciega, sorda y muda. No nos callarán, se les viene pesada la pista porque el pueblo tiene rabia, tiene pena, tiene deudas y está enfermo.
Nos sentimos orgullosas de ser pueblo, orgullosas de la empatía con la que trabajamos día a día, felices porque desde nuestra vereda de un privilegio que no es más que un techo, comida y calor, podemos mirar al lado y ayudar a quienes lo necesitan. Lo seguiremos haciendo porque es parte de nuestra esencia, esa que nos hace diferentes en muchas partes del país, pero que nos permite mirarnos con ojos de amor cada vez que alguien nos extiende la mano pidiendo ayuda. Así será siempre, porque somos parte de la clase obrera, trabajadora y esforzada del país.
Que se escuche cada vez más fuerte: ¡hoy nadie nos calla!