
Antifascistas de la Garra Blanca
Muchas son las teorías sobre el origen del COVID-19. Sin mucha dificultad podemos transitar desde las teorías conspirativas hasta las más ecológicas y así recorrer muchos más matices. Empero, para nosotres, les antifascistas del sur [1], la causa común del mentado virus tiene un solo nombre y es ‘’capitalismo’’.
Durante el tiempo de cuarentena, hemos podido apreciar que el medioambiente se ha beneficiado de la pandemia que aqueja a la humanidad, ya que se ha registrado una disminución considerable en los índices globales de la contaminación [2]. Podemos decir que la batalla por desacelerar el cambio climático tiene una pequeña victoria, y no solo por el hecho de que las emisiones de carbono se hayan reducido, sino porque la crisis ha hecho evidente que es el modo de producción capitalista el que destruye a la naturaleza, el que derrite los hielos ancestrales, el que tala los bosques, contamina los aires y seca los ríos. Similar es la situación de nuestros encuentros en familia: nos hemos reconciliado ‘’forzosamente’’ con nuestras madres, padres y hermanes, nos hemos reencontrado con nuestro ocio, con nuestros gustos y nuestras prácticas. Nos hemos dado cuenta de que la vida no es el continuum que el neoliberalismo nos propone: estudiar-trabajar-comer-dormir, sino que hemos redescubierto la reflexión, el deporte, la lectura, la conversación, recomponiendo relaciones con nuestro entorno o quizá con nosotres mismes.
Este ‘’milagro’’ de la naturaleza y del reencuentro no ha sido gratis. Ya lo anticipaba Marx en 1849 [3]: son los obreros quienes sustentan el modelo de acumulación capitalista, y no lo hacen solo por su trabajo, lo hacen porque cuando la patronal tiene que prescindir de algo, serán los trabajadores los primeros en ser prescindidos. La crisis del coronavirus -que no es otra cosa que una crisis del capitalismo [4]- ha significado un duro golpe para la clase trabajadora, dado que esta ha sido la más afectada por el COVID-19 y sus consecuencias.
En Chile existe un capitalismo salvaje al que conocemos como neoliberalismo [5], un sistema de ordenamiento social donde lo económico es lo central. Vale decir, el mercado determina las deliberaciones políticas, sociales y éticas. Lo que antes era responsabilidad del Estado, hoy está en manos de los privados. A lo que antes eran derechos, hoy se les llama servicios. Lo que antes era garantizado por el Estado, hoy se transa en el mercado. En la década de los 80’, mediante la irreductible violencia armada de los militares, un grupo cívico-militar inspirado en el libre mercado fundamentalista promovido por Milton Friedman introdujo la idea de que los privados pueden administrar de manera más eficiente los recursos públicos. Así, el rol del Estado se acotó solo a dar respuesta a las necesidades de aquel sector que los privados no quieren o no pueden atender: los pobres extremadamente pobres. Actualmente, el Estado no se hace cargo del quehacer social, más bien, solo subsidia y ampara la acción de las empresas privadas, dejando a merced de los especuladores financieros la prestación de lo que llamamos ‘’servicios sociales’’ -los antiguos ‘’derechos sociales’’-. Esto es, la salud (Isapre), las jubilaciones (AFP), la educación (colegios subvencionados y particulares, universidades públicas y privadas, investigación privada), la electricidad (Enel, Chilquinta), el agua (Aguas del Altiplano, Aguas Andinas, Essal). Con esto, se arrojó a la más profunda desprotección a la clase obrera, amparada en un relato histórico que supone que las clases populares ya no existen, pues la mayoría de la población se localiza en las clases medias y es capaz, por lo tanto, de costear mediante sus salarios el acceso a los servicios sociales.

Cerca de 30 años demoró este relato en desmoronarse completamente. Los gobiernos postdictatorales administraron (Aylwin y Bachelet) y facilitaron (Frei, Lagos y Piñera) el modelo neoliberal que, basado en una narrativa sobre el éxito individual, apertura al endeudamiento individual y malversación de los modelos estadísticos, situaba a Chile como el país con mayor ingreso per cápita del continente. Al mismo tiempo, el Estado indicaba que sólo un 6% de la población vivía en condiciones de pobreza. La revuelta iniciada el 18 de octubre puso sobre el tapete la idea de que los últimos 40 años se constituyen de una serie de hechos que demuestran que el interés privado sólo persigue el lucro. Es decir, que quienes se autoproclaman como los mejores administradores, sólo buscan obtener réditos económicos a partir de la especulación de nuestra vida. Gracias a la deslegitimada Constitución de 1980 -la herramienta política mediante la cual se establece el actual régimen de acumulación-, el Estado permite que los privados sigan lucrando con la salud, la educación, la vivienda, la pensión y la seguridad social.
La actual emergencia sanitaria agudiza la crisis social y política al poner de manifiesto tanto la incompetencia del gobierno de turno; como las deficiencias del sistema de salud público en cuanto al déficit del equipamiento, a la falta de insumos médicos y la precariedad de la infraestructura de los centros asistenciales. Pero también trasluce que esta condición de vulnerabilidad no tiene que ver con la Concertación o con ChileVamos, sino que con un modo de producción neoliberal sustentado por ambas coaliciones. Un modelo que acumula por desposesión [6], es decir, despojándonos de lo que antes conocíamos como derechos sociales y transformándolos en mercancías cuyos costos no todos ni siempre podemos costear. Para profundizar esta idea, quizás sea conveniente analizar la expansión en Chile del ‘’coronavirus’’ o ‘’COVID-19’’ por etapas.
Una primera etapa: ‘’aterrizaje del virus’’
El virus data en Chile, de forma abierta y reconocida por las autoridades, del día 3 de marzo. Las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Sebastián Piñera fueron aplicadas el día 16 de marzo [7], decretando el cierre de fronteras para el 18 del mismo mes. Es pertinente preguntarse: ¿por qué no se tomaron medidas drásticas, como las de Argentina, o incluso Colombia, con mayor antelación?, Proponemos los siguientes antecedentes:
a) La crisis global del capital y la crisis económica de Chile en este contexto.
Como todos sabemos, desde el 18 de octubre en adelante, la economía chilena entró -aunque esto no se reconozca abiertamente-, en recesión producto de los inteligentes ataques del movimiento social a los bastiones neoliberales como los supermercados, bancos, automotoras, al sistema de transporte, las cadenas de comida y de comercio rápido, entre otras. Pero el sistema financiero ya venía en una importante recesión anunciada en dos ocasiones durante 2019 -junio [8] y agosto [9]-, donde se recortó la cifra de crecimiento desde un 3,2%, a 2,9% y 2,6% respectivamente. A buen entendedor, pocas palabras: la patronal acumuló en Chile menos dinero del que se esperaba antes de la revuelta popular, y mucho menos después de ella.
b) La necesidad de seguir reproduciendo la acumulación
Otro vector que explica la negligente conducta de los capitalistas frente a la crisis es, sin lugar a dudas, la necesidad desesperada -así como suena- de acumular todo lo que se pueda antes de que se acabe el mundo. Es de popular conocimiento que cerca del 10 de marzo, en Santiago no se podía conseguir una pequeña botella de alcohol gel y, donde estaba disponible, lo más probable es que el precio fuese del orden de $5.000. Similar situación aconteció con las mascarillas, con los aerosoles desinfectantes y hasta con el confort [10]. El gobierno tomó tempranamente la decisión -asesorado por la Confederación de Producción y Comercio (CPC) [11]- de no regular los precios. Es necesario indicar que no es que la derecha y la CPC sean unos indolentes que quieren que la gente se mate entre ella; la desregulación opera para movilizar los activos -el dinero- y hacer que los mercados continúen dinámicos. Mientras mayor sea la masa de dinero que se mueve, más ingresos y mayor activación financiera habrá. En conclusión, los neoliberales se dedicaron los primeros 30 días de pandemia a resguardar sus negocios del desplome total, del descalabro final que podría tener lugar con la paralización de la economía. Es por eso que desde la propaganda, hemos propiciado que una de las frases para combatir la crisis debe ser ‘’Nuestras vidas valen más que sus negocios’’.
Una segunda etapa: ‘¿Y si el virus muta y se vuelve buena persona?’

Entre el 16 y 18 de marzo se abrió una nueva brecha en la etapa del virus. El 16 de aquel mes, Daniel Jadue (PC) anunció las gestiones para comprar Interferón alfa-2b, un medicamento de origen cubano que ha demostrado un nivel aceptable de eficacia en la cura del COVID-19. El mismo día, Joaquín Lavín (UDI) decretó el cierre de una importante cantidad de espacios públicos en la comuna de Las Condes. El 17 de marzo, Evelyn Matthei (UDI) cerró por ordenanza municipal el principal centro comercial de Chile, el Costanera Center. Esa misma jornada, el gremio médico, a través de Izkia Siches (presidenta del Colegio Médico), solicitó que se decretase una cuarentena total. Este panorama brinda elementos para la comprensión sobre una configuración que no se articuló solo para la crisis de la salud. Nos permite evidenciar dos cosas:
1. Una grieta en el bloque que hoy se encuentra en el poder, una diferencia entre formas de hacer gobierno. No es una grieta anticapitalista o antineoliberal, pero sí da cuenta de diferencias en el seno de la derecha. Por un lado, está el bloque conservador dispuesto a resguardar a como dé lugar un mandato centrado en el presidente; y otro bloque que observa una forma de hacer política basada en los sujetos, en la gestión proactiva y en los gobiernos territoriales.
2. La existencia de actores sociales ubicados en la brecha contrahegemónica (Confusam, Colmed), quienes critican las consecuencias del modelo de acumulación como, por ejemplo, la precarización del sistema de salud pública.
El estado de excepción (despliegue militar en la calle) se declaró el 18 de marzo, 5 meses después del 18 de octubre. La aplicación del estado de sitio operó en dos direcciones: A) contener definitivamente las escaramuzas que aún se conservaban en Plaza Dignidad y en otras territorialidades; y B) blanquear la imagen de los militares, la cual está impregnada de (1) el sesgo del golpe militar y la dictadura, y (2) del estado de sitio que en octubre de 2019 intentó contener -infructuosamente- la revuelta popular. Este despliegue no busca reprimir explícitamente, sino que, más bien, busca cambiar la imagen que han forjado los agentes del Estado frente a la ciudadanía, es decir, limpiar su imagen salpicada de la sangre de los más de 40 asesinados durante la represión al movimiento de la revuelta popular.
Las medidas adoptadas por el ejecutivo, francamente, no tienen ningún nivel de efectividad; se articulan privilegiando la clave política por sobre la dimensión técnica que realmente podría resguardar a la población del contagio masivo y la muerte. Desde el 20 de marzo, los infectados se cuentan por cientos cada día. Se desoyó a la autoridad internacional por recomendar enfáticamente el ‘’aislamiento social’’, que no es otra cosa que suspender toda actividad social, incluido el trabajo. Pero si en un país neoliberal se suspende la actividad laboral, ¿quién cuida el trabajo de los desprotegidos? En primer momento, el gobierno hace una somera invitación a los empleadores a garantizar el pago de los sueldos y aprueba la Ley de Teletrabajo (la misma que permite que la senadora Jacqueline Van Rysselberghe pueda ejercer su voto parlamentario acostada en su casa mientras toma vino). Según los datos entregados por la Fundación Sol, en Chile el 70% de la población gana menos de $550.000. Hay 3,6 millones de trabajadoras y trabajadores que laburan sin contrato o con protecciones mínimas. Hay 850.000 personas subempleadas. Y hay 11 millones de endeudadas y endeudados, ¿quién vela por ellos? El día 26 de marzo, la Inspección del Trabajo emitió un dictamen que exime a los empleadores de pagar los salarios de aquellos y aquellas laburantes que no asistan a sus trabajos como producto de la situación de emergencia sanitaria [12].
La CPC y el gobierno han declarado que este dictamen busca proteger a las pymes, pero cabe cuestionarse entonces, ¿podemos todos ser empresarios? El trabajo es una necesidad, pues reproduce la vida, por lo que debe estar garantizado y no puede depender del experimento neoliberal. La crisis sanitaria invita a pensar nuevamente que el desmantelamiento de la industria de propiedad pública o social no es más que una sepultura para la clase obrera. El empleo neoliberal, la tercerización y el área de servicios son tan vulnerables como la casa de cartón de los tres cerditos que sucumbió ante el primer soplido del lobo.
El panorama es más adverso si observamos la dinámica de la representación popular: sin fuerzas políticas potentes que luchen por los derechos de las y los trabajadores y con una central de trabajadores funcional a la patronal, el escenario de las y los pobres es, por lo menos, desalentador.
Esto abre la brecha a una tercera etapa: ‘’rebelión o barbarie’’
El día 26 de marzo, con cerca de 1.500 casos contabilizados y concentrados casi todos en las comunas del sector oriente de la capital, el MINSAL decretó una cuarentena total para 7 comunas [13]. La actitud prepotente de los burgueses no se hizo esperar; si antes habíamos visto a algunos cuicos [14] percutando metralletas a fogueo ante las legítimas barricadas de las y los pobladores de los territorios donde la burguesía tiene sus casas de veraneo, ahora nos encontramos con hijos de papá corriendo sus Lamborghinis en las autopistas y con momias [15] alarmistas comprando en el supermercado, infectados todos del mentado coronavirus. Mientras las y los muertos los han puesto comunas como Renca, Maipú, o incluso los sintecho [16], es evidente que el problema del Coronavirus es una situación de clase. Aunque la prensa, Daza, Piñera y Mañalich (y ahora Paris) nos quieran hacer creer que el virus nos ataca a todos por igual, esto no pasa de una falacia, de una idealización, pues para hospitalizar ricos se dispone de Espacio Riesco, y a los pobres se les manda a morir a sus casas, hacinados, sin medidas preventivas ni con aislamientos particulares. Tal como en la revuelta popular, los pobres mueren como moscas, no sólo aquí, sino que también en Ecuador, en Italia y en España. El manto que cubre la muerte de los pobres es el manto del olvido, de la desprotección y de la inhumanidad de los gobiernos canallas y cipayos [17].
Como es de esperar, el capitalismo neoliberal propone medidas individuales para contener la inminente y masiva propagación del COVID-19. Es cada ciudadana y ciudadano el responsable de proteger su salud y, al mismo tiempo, el o la culpable del contagio.
Como trabajadores y trabajadoras, como hinchas, socias y socios organizados, no podemos ignorar que el COVID-19 nos exige que sigamos luchando por justicia social y por reducir la brecha de desigualdad que existe en nuestro país y en nuestro continente, puesto que ha quedado demostrado que un Estado desmantelado es incapaz de velar por los derechos del pueblo. Hoy, más que ayer, es imperante la necesidad de cambiar el modelo y de conquistar nuestros derechos.
Que la crisis la paguen los ricos.
Nuestras vidas valen más que sus negocios.
1: En referencia clara a la territorialidad, al sur del continente.
2: https://www.corresponsables.com/actualidad/ods13-emisionesCO2-caen-2019-bajaran-muchomas-covid-19
3: Karl Marx: Trabajo asalariado y capital (1849): https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/49trab2.htm
4: Marco Gandásegui hijo: La crisis del capitalismo y el Coronavirus (2020): https://www.clacso.org/la-crisisdel-capitalismo-y-el-coronavirus/
-Slavoj Zizek: El coronavirus es un golpe a lo Kill Bill al capitalismo (2020): https://culto.latercera.com/2020/03/03/slavoj-zizekcoronavirus/
5: Las diez medidas del consenso de Washington son el pilar económico del neoliberalismo: https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2004/10/11/las-diez-medidas-del-consenso-de-washington/
6: Para profundizar en esta propuesta teórica revisar ‘’Breve historia del neoliberalismo’’, de David Harvey.
7: No es azarosa la complicidad de la prensa internacional con la derecha chilena. Sabido es que, uno de los diarios más prestigiosos del mundo es El País de España, quien ataca recurrentemente a los gobiernos contrahegemónicos
-Venezuela y Argentina, e incluso a los ‘’no tan contrahegemónicos’’ como México, dejando libre de polvo y de paja a Colombia, Bolivia, Perú y Chile, mostrándoles como países preparados y con bajas tazas de contagio. Este mismo periódico sitúa el origen chileno de la pandemia, el día 14 de Marzo (https://elpais.com/sociedad/2020/03/18/actualidad/1584535031_223995.html?ssm=TW_CC), cubriendo que en realidad el primer dato transmitido por el Ministerio de Salud lo sitúa en el día 3 del presente mes (https://www.minsal.cl/ministerio-de-saludconfirma-primer-caso-de-coronavirus-en-chile/)
8: https://www.aa.com.tr/es/econom%C3%ADa/disminuy e-expectativa-de-crecimiento-econ%C3%B3micopara-chile-en-2019/1501507
9: https://www.cnnchile.com/economia/banco-centralcrecimiento-economico-26-2019_20190812/
10: En Chile, el papel higiénico es conocido popularmente con este nombre.
11: Confederación De La Producción y El Comercio, gremio organizado de la patronal en Chile.
13: https://www.minsal.cl/ministro-de-salud-anunciocuarentena-total-para-siete-comunas-de-la-rm/
14: Término peyorativo para la clase alta.
15: Término peyorativo para personas pertenecientes a la derecha política.
17: Término despectivo con el que los indios latinoamericanos se referían a los indios traidores que servían al gobierno colonial, similar al ‘’yanacona’’.
*Agradecimientos a C. Givi, quien recopiló a modo de antecedente, las deficitarias medidas del gobierno actual, lo que sirvió como antecedente para este texto.