
Por Ulises Daniel Chacón, Diego Alonso y Fran Torres.
Las medidas tomadas por el ejecutivo para paliar la actual crisis provocada por la pandemia de COVID-19 son insuficientes. Y, ante el abandono, cobra más sentido la frase “el pueblo ayuda al pueblo”: hoy, son muchas organizaciones sociales, entre ellas las deportivas, que se hacen cargo del vacío histórico que ha dejado un Estado que tiene sus intereses lejos de la gente.
Tiempos difíciles y enemigos poderosos: esa es la perspectiva que las autoridades han querido imponer. Dejar a la ciudadanía impotente ante las adversidades, pues su propósito desde octubre ha sido deslegitimar la organización popular. Para ellos, el “enemigo poderoso” no es el virus, sino la clase trabajadora.
Las poblaciones saben por experiencia e historia cómo afrontar las políticas discriminatorias de las élites. La olla común ha vuelto a ser noticia en varios medios de comunicación, mientras los matinales y medios hegemónicos intentan movilizar la opinión pública, calificando las protestas por hambre como “irresponsables”. Incluso, distintos personajes políticos, como fue el caso de Diego Schalper (RN), pidieron penas de cárcel y sanciones para los manifestantes. Tampoco debe olvidarse el llamado a “dispararles y reprimirlos” de Rodolfo Carter, alcalde de La Florida.
La invisibilización mediática ha generado que, de no ser por las redes sociales e internet, la población solo sabría de las iniciativas populares a través del boca a boca. Por ejemplo, las que organizan numerosos piños de la barra de Los de Abajo, tanto en la región Metropolitana como fuera de la capital. Una de estas es la campaña que la agrupación juvenil, deportiva, recreativa, social y cultural “El 9” -compuesta en su mayoría por hinchas de Universidad de Chile de la ciudad de Temuco- está llevando a cabo junto a un grupo de personas independientes para apoyar con comida, trabajo y actividades para menores de edad en campamentos. El domingo 24 de mayo fueron varios los y las hinchas que apoyaron la convocatoria de este grupo a través de ollas comunes y trabajos en las casas que se levantan para contener el invierno. Y este movimiento, que comenzó gracias a personas preocupadas y parte de la agrupación “El 9”, se transformó en una campaña semanal llamada Interviniendo Temuco.
Debe destacarse también el trabajo que realizan hinchas de Deportes Temuco, quienes cuentan con una red de nueve centros de acopio. La campaña que busca recolectar ayuda para repartirla durante el primer fin de semana de junio, cumple con el propósito que Los Devotos (hinchada de Deportes Temuco) han querido otorgarle, y que se enmarca en el compromiso adquirido durante el terremoto del 2010.
En Valparaíso, otras organizaciones deportivas también han sentido el llamado a solidarizar con su pueblo y su clase. El Club Deportivo Nueva Unión Miguel Lucero, cuyo origen se puede rastrear a marchas y manifestaciones sociales, ha puesto sus recursos a disposición de la comunidad. Centros de acopio, rifas y ollas comunes han servido como mecanismos para llegar con ayuda a quienes hoy más sufren la crisis. Para sus integrantes, esta forma de autogestión es natural en organizaciones deportivas: “La solidaridad que nace entre compañeros, los partidos amistosos para reunir dinero por la lesión de otro, esa autogestión nace de manera innata en las personas y clubes deportivos. Es por esto que hoy los clubes y agrupaciones sociales debemos ser focos de ayuda y revolución, marcar un antes y un después de todo lo que nos ha acontecido en tan poco tiempo”, explica Héctor, presidente del club. Son estas comunidades, aquellas con real raigambre en los territorios, las que entienden las dificultades que se viven en población precarizada: “Nosotros, los independientes, que somos mayoría en los cerros, no podemos estar dos semanas sin percibir dinero, si vivimos del día a día”.
Responsabilidad estatal
Sin duda alguna, es el Estado el principal responsable de velar por el cumplimiento del derecho en toda circunstancia a tener una vida digna de las personas que habitan su territorio. Sin embargo, esto en realidad no sucede. Durante la pandemia, el Estado subsidiario chileno y su prioridad de cuidar a las grandes riquezas del país, ha quedado en evidencia; la clase trabajadora está desprotegida en todos los frentes.
¿Quién, entonces, se ha hecho responsable de las personas? La misma gente. El discurso de que todas las personas ligadas al deporte tienen una responsabilidad social con sus territorios y con la sociedad en general, no es nuevo. Y si bien varias organizaciones sociales se han apropiado de ese discurso y han salido en ayuda de sus vecinos y vecinas, no olvidan que esa responsabilidad es del Estado. Decir que las agrupaciones deportivas tienen una “responsabilidad es algo bastante grande. Creo que todas las organizaciones sociales nacen debido a que los verdaderos responsables, quienes nos gobiernan, no se hacen presentes”, explican desde la Escuela Popular Luchín de Barrancas de Pudahuel, quienes viven un fútbol que no solo apunta a lo deportivo, sino también a lo cultural y social. Es este origen el que hace natural su participación en comités de solidaridad y en la organización de futuras actividades en apoyo a familias golpeadas por la crisis provocada por la pandemia. “Una de las enseñanzas que tratamos de dejar es la de identificarse con el territorio en el que se crece”, comentan.
“Los clubes (de fútbol), y principalmente los amateur, nacen con un objetivo más social que deportivo, están más enfocados en la gente que participa y que es parte de ellos (…), un club de barrio como el nuestro pasa a ser una especie de red apoyo para todos sus integrantes”, cuentan desde el Club Unión Lautaro de Antofagasta, quienes han generado una campaña de recolección de alimentos no perecibles y de primera necesidad para ir en apoyo de quienes estén más afectados por la situación actual. Además, se han sumado a las campañas que están haciendo distintas organizaciones sociales, principalmente la junta de vecinos de la población Lautaro de Antofagasta, donde el club tiene su origen. “Las medidas implementadas (por el gobierno) no han sido suficientes, y no es porque lo digamos nosotros, sino porque se refleja día a día en los barrios, donde cada vez se ve más gente con necesidades y solicitando ayuda”, explican.
Macarena “La Maquinita” Orellana, bicampeona panamericana de kickboxing, concuerda en la visión sobre el abandono del Estado. Para ella, hablar de que el deporte tiene una responsabilidad social con los territorios que más han sido afectados por la pandemia “es una trampa política, porque las responsabilidades son del Estado. Es el Estado el que tiene la responsabilidad de entregar salud para todas las personas”. Sin embargo, para ella, quien estuvo muy presente en las manifestaciones de Plaza Dignidad, es importante pensar el deporte como un espacio político y “pensar que todo lo que hacemos tiene ese componente que puede vincularse no solo con lo individual, sino con acciones que apoyen al colectivo”.
En esta misma línea, Macarena realizará un taller separatista de empoderamiento y autodefensa feminista en beneficio de un campamento en Peñalolén, otro, de las mismas características, a beneficio de estudiantes de Conchalí y un tercero junto a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.
Un análisis político similar hacen desde Antifascistas de la Garra Blanca, quienes reconocen que la desigualdad y la pobreza, siempre existentes, se han agudizado con la pandemia y que entienden “la organización y solidaridad como herramientas fundamentales para hacer frente a la crisis de una manera mucho más digna. Así, se puede ir identificando que el origen de los problemas, que hoy quedan más en evidencia, es la clase dominante y su mal gobierno”.
El grupo Antifascistas de la Garra Blanca se encuentra gestionando la entrega de cajas de mercadería: “Debemos reconocer una responsabilidad con nuestros territorios, ya que son nuestra realidad más cercana, compartimos la misma clase, y es la red de apoyo más directa con la que podemos contar”.
Feminismo y primera necesidad
Era algo que el gobierno no había visto: en las cajas de mercadería que estaban entregando, no estaban incluidos productos de higiene íntima para personas que menstrúan. Preocupante es poco. Aunque para algunos esto puede parecer como algo que no es relevante, la verdad es que son bienes de primera necesidad. La obtención de estos productos se relaciona con el respeto a los Derechos Humanos, ya que, de no velar por su cumplimiento, se pasan a llevar derechos tan básicos como el de la dignidad, salud, educación y trabajo.
En ese contexto, la Cicletada de las Niñas, organización que busca visibilizar a niñas y mujeres en el espacio público mediante el uso de la bicicleta, inició una campaña para recolectar fondos y donaciones para hacerse cargo de algo que, nuevamente, el Estado olvidó. “Ni las cajas que envía el gobierno ni las ayudas en general incluyen este implemento básico, urgente y digno. Y cuando en una casa no hay plata, las toallas higiénicas pasan a ser última prioridad”, indica Mapapo, una de las coordinadoras de agrupación.
En ese contexto, la Cicletada de las Niñas, organización que busca visibilizar a niñas y mujeres en el espacio público mediante el uso de la bicicleta, inició una campaña para recolectar fondos y donaciones para hacerse cargo de algo que, nuevamente, el Estado olvidó. “Ni las cajas que envía el gobierno ni las ayudas en general incluyen este implemento básico, urgente y digno. Y cuando en una casa no hay plata, las toallas higiénicas pasan a ser última prioridad”, indica Mapapo, una de las coordinadoras de agrupación.
A la fecha, han repartido productos de higiene íntima en lugares como Independencia, Lo Hermida, San Ramón, La Pintana y Villa Portales, entre otros.
Otro de los temas que ha movilizado a las organizaciones feministas es el aumento de la violencia intrafamiliar durante la cuarentena. Según el reporte entregado por Carabineros y el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, los llamados han aumentado en un 60% durante la crisis sanitaria. Nuestra Cruzada, colectivo feminista separatista de hinchas de Universidad Católica, ha estado acompañando algunos de estos casos, activando redes locales y buscando formas de financiar la ayuda. Además, la organización ha sido una plataforma de difusión para otras iniciativas: “Más adelante, realizaremos una colecta para ir en ayuda de familias de Puente Alto, específicamente con toallas higiénicas y pañales”, cuentan desde el colectivo.
Sin duda, el analizar la realidad del país desde el feminismo lleva a conclusiones, problemáticas y soluciones muy diferentes. Para Macarena Orellana es imprescindible que la ayuda hacia las personas sea realizada desde un posicionamiento feminista. “La posición política siempre es desde el feminismo, que tiene que ser antirracista, anticapacitista, anticolonial. Desde esa lógica, se debe pensar que lo que hoy se está viviendo en los territorios y en las poblaciones, es producto de un capitalismo brutal, un sistema de muerte y miseria que nos tiene atravesando una pandemia a nuestra suerte, desprotegides del Estado”, explica.
Para la campeona panamericana, pensar la pandemia desde una perspectiva feminista interseccional es clave “porque hay personas que atraviesan estas miserias de maneras mucho más brutales: las personas migrantes, las personas en situación de discapacidad, las disidencias de género y sexuales”.
Algo de clase
Las medidas tomadas son insuficientes y tardías. El gobierno de Sebastián Piñera, que no quiso aumentar el monto del bono emergencia para evitar darle una “victoria” a la oposición, se vio obligado a crear una política improvisada para la entrega de 2.5 millones de cajas de alimentos que, si se mantiene el ritmo de entrega actual, se completará en varias semanas. No parece ser urgente que el apoyo estatal llegue con meses de retraso: este gobierno es de la clase empresarial y quienes están en apuros son parte de la clase trabajadora. Estratos que, particularmente en Chile, no se mezclan. “La mala gestión es algo que el gobierno actual viene demostrando desde el estallido social de octubre. Esta crisis sanitaria ha servido también para demostrar las clases del país en el que vivimos, un país donde la cuarentena y el llamado a quedarse en casa, discriminan”, comentan desde la escuela Luchín de Barrancas.
La consciencia de clase y la solidaridad de clase son aspectos muy importantes para Antifascistas de la Garra Blanca. Para la agrupación, Colo Colo es más que solo fútbol, “es ‘el orgullo de la clase obrera’ y detrás de ese bello club está la Garra Blanca, una barra que nace desde las diferentes poblaciones y sectores más marginados, que son también los sectores que más sufren en estas circunstancias de crisis”.
La consciencia de clase es también motor importante del Club Nueva Unión Miguel Lucero, quienes reconocen sentido de pertenencia con base en su territorio, un lugar estigmatizado. La responsabilidad social es, para sus integrantes, una obligación: “Somos pueblo y debemos tener esa obligación, solo así seremos vecinos y pobladores identificados con su barrio y su clase social”.
La contraposición entre la clase político-empresarial chilena y la clase trabajadora no es algo nuevo. Difícilmente, un gobierno conformado por multimillonarios, gerentes de clínicas privadas y ciudadanos de las comunas más acomodadas del país podrán ver apremios distintos a los de su clase. El desconocimiento de la realidad país queda de manifiesto en las declaraciones del ministro de salud Jaime Mañalich, quien declaró en televisión no conocer el grado de pobreza y hacinamiento de varias comunas de menos recursos de la capital.
Los intereses que sí conocen, son los del capital. Para Macarena Orellana, algo que grafica esta situación es “lo que está ocurriendo con LATAM, pero también de cómo han dispuesto a las fuerzas represivas del Estado a cuidar los grandes negocios del país antes que a apoyar a las personas que están atravesando problemas de salud o de alimentación”.
Antifascistas de la Garra Blanca también hace eco de las ineficiencias e ineficacias de este gobierno en el contexto de pandemia. Para esta agrupación, las medidas son “insuficientes y tardías, y responden al interés del empresariado por sobre la vida y dignidad del pueblo. Los aportes económicos y cajas son insuficientes y no alcanzan a cubrir una semana de necesidades en algunos grupos familiares”. Esta organización de base conoce sus territorios y las necesidades de la gente. Las medidas actuales para solucionar estos problemas -que han estado presentes desde siempre en la sociedad chilena, como el hambre y la pobreza, y cuyo origen es la clase dominante- no tienen como intención la búsqueda de soluciones profundas. “Evidentemente, no responden al problema estructural de este sistema neoliberal”, cierran.
El pueblo ayuda al pueblo
Puede debatirse la preponderancia, pero es difícil discutir la presencia del componente de clase con respecto a este tipo de iniciativas. “Solo el pueblo ayuda al pueblo” es una frase que se ha repetido constantemente en carteles, lienzos y rayados en muros durante los últimos momentos de crisis. Para Antifascistas de la Garra Blanca, la razón es clara: son estas comunidades quienes “sufren la cesantía, la violencia sistemática, la precarización laboral que quedó aún más expuesta con la pandemia. Se nos hace imposible ser indiferente a las realidades que vivimos y viven nuestros vecinos a diario en nuestros territorios desde mucho antes del COVID-19 y que ahora se ven aún más expuestas”.
Las organizaciones de base de distintos clubes, como se ha relatado, han ocupado el espacio que el Estado ha descuidado durante décadas y que se siente aún más vacío en este contexto. La Asamblea de Hinchas Azules, organización de alcance nacional de hinchas de Universidad de Chile que busca la recuperación del club a sus socios, socias e hinchas, ha sido parte de diversas formas. Desde ayuda en la difusión de eventos locales, como para la actividad organizada por “El 9”, hasta apoyos solidarios, autoorganizados y autogestionados, han sido algunos de los mecanismos utilizados. Decidieron, a diferencia de otras agrupaciones, realizar aportes monetarios directos en vez de insumos definidos. Natalia Dávila, participante de la organización, menciona que “sabemos que hay una cantidad importante de necesidades complejas y particulares, en las que se incluyen la higiene de las mujeres, la necesidad de alimentos específicos para niños y niñas con alergias alimentarias, el pago de arriendo, entre otros. Así llegamos a la conclusión de que lo mejor era hacer un aporte directo a las personas para que ellos y ellas decidan en libertad cómo administrar y hacer eficientes los recursos según las necesidades de su familia”.
Con el mismo sentido, pero distinto mecanismo, han aportado numerosas agrupaciones ligadas a la hinchada de Universidad Católica. Entre ellas, se destaca la “Canasta Cruzada”, campaña organizada por la corporación Católica para su Gente. Inicialmente, el llamado estaba enfocado en juntar el equivalente a 100 canastas de alimentos para familias santiaguinas de Universidad Católica en problemas de vulnerabilidad. La convocatoria fue un éxito tanto en montos recaudados, superando las 160 canastas de alimentos, como en su alcance, saliendo de la capital y llegando a ciudades como Valparaíso y Chillán, entre otras.
El aporte que han brindado las diferentes organizaciones sociodeportivas a la contingencia debe verse como un reflejo de su vínculo con el territorio y en cómo esta actividad puede brindar una conexión y consciencia comunitaria y territorial. Estas agrupaciones entienden que el virus no fue causante de la pobreza que se visualiza hoy, sino que son problemas que han estado presentes durante décadas, fomentados por la desidia del Estado. Y tanto la falta de respuestas adecuadas y oportunas como la necesidad de autogestión por parte de diversas comunidades demuestran las carencias de conocimiento territorial y de base del gobierno empresarial.