
Nuestra Cruzada
Ya llevamos un mes y medio de encierro y las redes sociales se han llenado de recetarios nuevos, huertos orgánicos, emprendimientos novedosos, coreografías, rutinas de ejercicio y cuanto más podamos imaginar. Obviamente, ante tanta productividad no tardaron en aparecer los mensajes apuntando a que sí o sí había que salir de esta pandemia con un par de libros leídos, varios proyectos nuevos o en rodaje, una habilidad nueva y casi que con el mundo arreglado. Absurdo, si consideramos que no son pocas las personas que han tenido que seguir trabajando día a día tanto fuera como dentro del hogar.
Otras y otros tienen la cabeza con tantas preocupaciones que solo han encontrado un momento de distracción viendo por sexta vez los problemas de Betty la fea en Ecomoda, vestidas con pijama de polar y almorzando una sopa Maggi de caracolitos a las cuatro de la tarde. O viendo por décima vez esa definición de campeonato en Youtube que, de tanto verla, ya el relato del comentarista está aprendido. O poniendo un punto en un estado de Facebook para saber qué reggaetón antiguo eres… y así una infinidad de rutinas no menos válidas para pasar estos días de la manera en que cada persona quiera y pueda hacerlo.
Si quieren dormir 10 horas, háganlo; si pueden dormir esas siestas que hace años no podían, duerman hasta despertar desorientados; si quieren hablar con acento colombiano en TikTok, imitar los bailes de JL, bailar Safaera en el living, dejar de ver noticias o verlas sin parar, denle con todo y sin culpa: cada quien está lidiando con este 2020 como puede. Como bien se difundió por ahí, estamos en una pandemia, no en una competencia de productividad nacional.
Siguiendo con las alusiones a las frases cursis y contingentes de redes sociales, nos quedamos con esta última: está permitido hacer todo, menos daño.