
Juan Cristóbal Cantuarias
Colaborador Asamblea Hinchas Azules
“Era inevitable. El olor de las almendras amargas le recordaba el destino de los amores contrariados”
El amor en tiempos del cólera (1985) – Gabriel García Márquez
Y llegó marzo, al fin llegó marzo. Pero parece que no es el marzo que esperábamos. Todo decía ser que éste iba a ser un mes en el cual las fuerzas constituyentes se enfrentarían en una batalla sin precedentes en la historia de nuestro país. Que se vislumbraba un tiempo movilizado y en donde, una vez más, el gobierno se iba a jugar su sobrevivencia. Sin embargo, pareciera ser que aquellas proyecciones están lejos de ser, lamentablemente, las protagonistas.
Y es que un desconocido virus proveniente de lo que nuestro Presidente conoce como Yahoo -Wuhan es el nombre correcto- ha generado un importante dolor de cabeza no sólo a aquellos y aquellas que se contagian, sino que sobre todo a los gobiernos y autoridades a nivel mundial. Y por lo mismo, es relevante que, en un mundo en donde este pareciera ser el hecho político fundamental, conozcamos más acerca de esta hebra de ARN.
Es necesario señalar que probablemente el COVID-19 llegó para quedarse. Según las proyecciones, el virus logrará infectar entre un 40% y 70% de la humanidad de acá a fin de año, cifra que variará a medida de que se tomen o no las precauciones necesarias en contra de su propagación. De los y las contagiadas, es probable que un 80% sólo presenten síntomas leves, que a un 15% lo hospitalicen y que a sólo un 5% le genere consecuencias posiblemente fatales, siendo esta última cifra principalmente adultos de más de 60 años, de preferencia con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, cáncer, entre otros. Sin embargo, para alcanzar ese 5%, es necesario que colapsen los hospitales debido a la falta de capacidad material y humana. Por lo tanto, si es que el contagio es radical y no progresivo, es posible que las consecuencias de las infecciones de este virus sean mucho más catastróficas de lo que realmente se está pensando.
Ante tal situación, las medidas anunciadas por el gobierno de los gerentes parecieran ser totalmente insuficientes, generando que instituciones como la Asociación Chilena de Municipalidades y el Colegio Médico hayan tenido que salir a proponer medidas mucho más radicales de las que se han planteado. Muy probable es que las autoridades centrales estén escuchando la voz de los y las economistas, quienes han señalado que cualquier medida que signifique la paralización de la producción sería catastrófica para el país debido a los supuestos daños que habría en el crecimiento. Lo triste es que pareciera ser que el gobierno no aprendió nada de las experiencias de países con sistemas de control mucho más efectivos que el nuestro: las leves medidas tomadas por los gobiernos de Italia, Irán, Francia o Estados Unidos demostraron que dar más tiempo antes de decisiones drásticas permitieron un nivel de contagio que tiene hoy sus sistemas de salud pública colapsados. Medidas muy diferentes a las tomadas, por ejemplo, en la ciudad de Wuhan, la que fue clausurada cuando sus cifras de contagios diarios llegaban a 400 casos. Ellos hoy están ganando la batalla.
¿Qué hacer? En presencia de medidas de un gobierno que nuevamente da luces de su desconexión con la realidad, es importante sacar lecciones de lo que ha sido el proceso que comenzó el 18 de octubre: ante la ausencia de liderazgo de las autoridades, es el propio pueblo el que, en forma colectiva, debe preocuparse de su cuidado. No es momento de llamados irresponsables a concentraciones masivas. Es hora de que, por el bien de nuestros abuelos y abuelas, nuestros deseos de construir un Chile nuevo tomen como primera consideración que mientras más cuidados tengamos, más podremos ser los que con fuerza digamos que queremos un cambio radical en nuestro país. Llegó la hora de cuidarse; llegó la hora de, por el bien de Chile, practicar el amor en los tiempos del corona.