
Álvaro G Valenzuela Pineda (@avalenzuelapi)
Asociación de Hinchas Azules
A nadie causó sorpresa que en el estadio La Portada de La Serena solo se presentara un equipo. La cita era para la definición del segundo finalista de la edición 2019 de la Copa Chile. Al corazón del norte chico solo arribó el cuadro de Universidad de Chile. Su rival, Unión Española, cumplió con las declaraciones de su dueño, Jorge Segovia, y de su gerente general, Luis Baquedano, y no se presentaron al estadio de la cuarta región. El famoso WO corrió contra el equipo de colonia y de la nada Universidad de Chile clasificó a la Copa Libertadores y a la final de la Copa Chile.
Durante estas últimas semanas hemos tenido que escuchar todo tipo de declaraciones desde Independencia y Madrid, las cuales, con harto tufillo a moralina barata, intentaban de forma auto complaciente justificar la no presentación del equipo rojo en el partido del sábado recién pasado.
Es momento preciso para aclarar que quien firma esta columna no está de acuerdo con la forma en que se quería asignar el manoseado “Chile 4”. Aunque hay fundamentos que hacen pensar que posiblemente Unión Española o Unión La Calera pudieron hacer optado a ese cupo en Copa Libertadores (principalmente por su mejor ubicación en la tabla), no es menos cierto que la situación era totalmente anómala y sin precedentes en la historia del fútbol nacional. El escenario era complejo, en especial si pensamos que se trata de dos torneos que no son organizados por la misma entidad (el torneo nacional es organizado por la ANFP y la Copa Chile, por la Federación). Lo anterior no quita en ningún caso que la directiva de Azul Azul tuviera la desfachatez de pedir ese cupo cuando al mismo tiempo solicitaba dar por terminado el torneo nacional. Tampoco son las circunstancias para volver a jugar, no sin las garantías de seguridad para la hinchada, asistentes e incluso jugadores. Nada indica que los estadios no se convertirán en espacios libres para que las fuerzas de represión sigan cometiendo sus “casos aislados”.
Aclarado el punto del párrafo anterior, prosigo. Unión Española no es un caso muy diferente al de nuestro club, un equipo con mucha historia, reconocido en el medio local, con una hinchada fervorosa por sus colores, pero capturado por un tipo que tiene mucho de delincuente. El señor Segovia se atreve a hablar de dignidad y respeto. Dice que la no presentación de su equipo (por decisión únicamente suya) responde a una especie de reivindicación moral sobre el manejo del fútbol nacional. Patrañas. Segovia nunca pensó en la Copa Chile, nunca pensó en el fútbol nacional (ni siquiera lo hizo en sus pocos días como presidente de la ANFP), tampoco pensó en sus hinchas ni en su institución; a Segovia le valió poco incluso la clasificación a Copa Libertadores. Lo que realmente quería era el dinero por jugar un torneo internacional. He ahí el punto y la madre del cordero: si Baquedano y Segovia realmente hubiesen buscado justicia deportiva, no hubieran presionado a sus jugadores para continuar el partido con Cobresal en El Salvador. Si realmente hubiesen abogado por el fútbol chileno, hubieran tomado medidas concretas previas a la disputa de estas semifinales y no hubiesen estado negociado por un monto de dinero que sienten que le corresponde.
Segovia lleva una década representando lo peor de nuestro fútbol, un tipo que por millonario se cree con el derecho de comprarse un club y además ocupar una institución tan histórica como Unión Española como si fuese su lugar publicitario. Incluso llegó a cambiar el nombre a un recinto emblemático como Santa Laura para hacer promoción a su Universidad.
Segovia es un patrón de fundo que secuestró a Unión Española y que ahora viene a dar clases de moral; tal es su descaro que decide manejar al club a su antojo y a larga distancia. Ni el Atlántico fue capaz de frenar su ansia de poder. Lo de esta persona es un descaro mayúsculo, es un insulto a nuestra inteligencia y un acto totalmente matonesco.
Para poder seguir ejerciendo su influencia, Segovia puso como gerente general a Luis Baquedano, quien ya en Blanco y Negro hizo notar su postura del fútbol negocio y completo desprecio al resto de los estamentos de este deporte. Esta pareja no aporta en nada a la actividad y para peor tienen un gran poder sin representar a nadie.
Esta vergüenza es otra de las grandes muestras de cómo las sociedades anónimas están destruyendo el fútbol chileno. No solo Segovia y Baquedano entran en eso, lo de Azul Azul en esta pasada también ha sido lamentable. José Luis Naverrete realizó todas las gestiones posibles para asegurar una permanencia que en la cancha se veía compleja. Luego de eso, tuvo la oportunidad de mostrar algo de decencia y renunciar al famoso Chile 4. Pero bueno, no le vamos a pedir mucho, también es solo un peón que solo siguió órdenes de alguien que no tiene mucho que envidiar a Segovia.