
Jorge Salvador
Colaborador Asamblea de Hinchas Azules
Existen en nuestra sociedad distintos grupos que, históricamente, han sido señalados como el enemigo por excelencia de la sociedad; la criminalización, por supuesto, ha ayudado a que esto suceda. El pueblo Mapuche, por nombrar un ejemplo, puede darnos cátedra de la histórica persecución, vulneración de derechos y precariedad como resultado de la violencia sistemática en su contra. No es casualidad que desde el llamado “estallido social” -que va de octubre hasta ahora- se haya visibilizado la profunda exclusión de ciertos sectores que no han recibido más que malos tratos y, en el mejor de los casos, promesas.
Las barras de fútbol, que antaño cargaban con el estigma de ser un mero resultado de la violencia irracional causada por la pobreza, a día de hoy gozan de una legitimidad que antes no tenían. Es precisamente en la actualidad donde se presentan como un actor válido ante la gente y, además, dando muestras de su capacidad de articular una propuesta política a la altura de las exigencias que se presentan en este especial momento. En definitiva, recién -y qué triste decirlo en términos tan tajantes- las barras en Chile son vistas como seres pertenecientes al conjunto de la población, con sus problemas y conflictos a solucionar.
El rol que han ejercido ha permitido, por una parte, visibilizar el terrible trato de las medidas represivas dentro de los estadios. También ha dado cuenta de su subordinación en la toma de decisiones de sus respectivos clubes o del ejercicio del fútbol en general, marcando un hito no menor como lo fue la paralización del torneo. Además, y como se ha mencionado en distintos lados, el/la hincha organizada ha sido un foco importante de críticas, reforzando la imagen de las barras como el grupo a excluir de cualquier proyecto futuro. La criminalización y supuesta vinculación al narcotráfico son también un escarmiento desde los grupos de poder -dueños del fútbol, por cierto- contra la gente que solamente con el amor a sus colores les dijo la verdad en la cara.
Que algunos indiquen por ahora que el paco sea el “malo” y las barras las “buenas”, no significa que no debamos considerar la posibilidad que la tortilla se dé vuelta nuevamente. Como aspecto positivo, nos abre un abanico de posibilidades a dialogar como miembros activos de la sociedad apostando a su transformación desde la trinchera cultural y ampliamente popular que es el fútbol. Por otro lado, no debemos ignorar el hecho de que la avanzada represora por parte del Estado ya está acostumbrada a pasarnos por encima en complicidad de la sociedad civil.
Hemos progresado, sí, pero aún como hinchas de la U no hemos recuperado el club, no poseemos más que la autogestión a puro pulso que la barra organizada desplegó en la calle por sobre la galería. Es poco lo que tenemos y con eso debemos prepararnos, independiente de los colores, ante el aviso explícito de los medios y del gobierno de que se nos usará como grupo responsable de lo que ellos llaman violencia, saqueo y destrucción. Apelarán a la represión histórica en nuestra contra, aludirán, como siempre, al regreso de la familia y usaran a la misma policía. Es a partir de nuestra nueva consideración dentro del pueblo que salió a las calles, que debemos sustentar nuestra defensa porque, ¡a no dudarlo!, vendrán por nosotros y nosotras, no nos perdonarán habernos rebelado fuera del estadio.
¡Viva la U libre!