
Sebastián Díaz Pinto
Secretario Asociación Hinchas Azules (AHA)
Pareciera que desde el pasado 18 de octubre el tiempo se detuvo. Pareciera que construir nuevas utopías es posible. Pareciera, también, que las viejas estructuras se desmoronan. Pareciera, porque estamos en pleno proceso de cambios. Nada ni nadie se puede quedar al margen de esta revuelta. Sin embargo, como en todo proceso que implica cambios estructurales, gigante es la incertidumbre. Tantas son las preguntas y pocas las respuestas. Entre el vendaval de intensidades que esto ha generado, hay cosas seguras: la calle grita algo que ya es latente; desde aquel día la idea de normalidad se rompió para siempre.
El fútbol como dispositivo y como cuerpo tampoco ha estado al margen. Por ello, imaginar la idea de construir un nuevo modelo de fútbol profesional no parece un imposible como hace algunos años. No obstante –y sin ánimo de decepcionar a nadie–, hoy todo sigue igual. Las sociedades anónimas siguen ahí. Por lo tanto, el velar por los intereses de cada equipo y división es lo que ha marcado la tónica. En la misma línea, la repartición de los dineros del Canal del Fútbol (CDF) parece innegociable: para quienes controlan a los clubes el solo hecho de pensar en un campeonato con 18 equipos en la Primera División resulta ilógico. La pregunta, entonces, cae de cajón: ¿repartir la torta del CDF con dos comensales más? Imposible. Es iluso referir a la justicia deportiva y apelar a que estén las “condiciones” para el desarrollo de la actividad cuando lo que importa es resguardar –sobre todo desde la Primera División– los dineros del CDF. De ahí que no es raro pensar que se cometan atropellos como lo sucedido, por ejemplo, con Santiago Wanderers.
Ahora bien, todo lo anterior se puede vincular con un hecho que se vuelve atingente cuando las temporadas y campeonatos se terminan: el tratamiento de la industria a las y los jugadores, quienes son los principales actores del fútbol. En esta ocasión, la salida de Johnny Herrera de la “U” abre un espacio para el debate y la reflexión. No es la idea aquí referir a los títulos, a los partidos ni a los números que dejó el paso de Johnny por la “U”. Tampoco es materia de análisis su vida personal. Lo importante acá es leer sobre el cómo las concesionarias entienden a quienes son personas que trascienden lo meramente deportivo. Johnny no merecía salir de la forma en que lo hizo del equipo de sus amores. Desde hace un tiempo se transformó en un problema para Azul Azul S.A., sobre todo por sus declaraciones. No escondió su sentir. Más allá del cariz de sus intervenciones, no se guardó nada a la hora de criticar a la concesionaria. Y eso a los empresarios del fútbol les molesta, sin duda.
Volvamos a la idea de imaginar un nuevo modelo de fútbol, ¿es hoy un imposible? No lo sabemos con certeza. Pero de seguro la revuelta nos ha mostrado que es posible pensar nuevos horizontes, nuevos escenarios. Y ello no está tan lejano como pareciera. Johnny Herrera es solo un jugador de fútbol, sí. Pero, más allá de eso, es también un hincha que ama a la “U” tanto como tú o como yo. Si el club estuviera en manos de sus hinchas, ¿Johnny se hubiera ido de la forma en que lo hizo? Seguro que no. Por lo tanto, no es utópico pensar que la recuperación de los clubes es necesaria. En lo inmediato, la demanda no es un imposible; hinchas con voz y voto, como mínimo.
La revuelta ha demostrado que la unidad de las demandas y luchas genera condiciones para tensionar lo establecido. Quienes hoy detentan el poder lo saben, por eso buscan romper la fuerza de la calle. Lo que queda, entonces, es que las organizaciones de hinchas levanten sus demandas en razón de generar cambios estructurales. El mismo Johnny lo comentó hace unos días: el plan Estadio Seguro fracasó. ¿Por qué no incluir a las y los hinchas? ¿Por qué se nos sigue criminalizando con los códigos 101 y 102 que contempla el derecho de admisión? Es tiempo de buscar puntos en común de organización y de vinculación entre los distintos mundos que confluyen en el fútbol. Johnny, en ese sentido, es un ejemplo de que el ser un jugador-hincha no es relevante para las concesionarias. La invitación es a seguir en la organización. No decaer en imaginar y construir otro fútbol. Es tarea de todas y todos mantener esa llama encendida.