
Por Álvaro G. Valenzuela Pineda @avalenzuelapi
Asamblea Hinchas Azules
“El país cambió”. Titulares de diversos medios y declaraciones rimbombantes de personeros de gobierno que llevan más de 30 días entregando la misma frase. Se quedan atónitos y hacen referencias autoflagelantes para intentar justificarse sobre lo que no vieron venir, sobre la evidencia que les cae cual gargajo en la cara: el país no cambió, simplemente no lo conocían.
La derecha en un mes vio arder todo lo que realmente le importaba: malls que fomentaban el consumo y endeudamiento, pieza clave en los famosos índices macro que explicaban el “milagro chileno”; el manoseado “respeto por las instituciones”, un simple eufemismo para referirse a las palizas que daban y dan Carabineros en cualquier marcha. Por último, y casi como un bastión infranqueable, ven con horror cómo su Constitución, su hermosa Constitución del 80 se empieza a resquebrajar a la misma velocidad con la que empiezan a temer de verdad por este movimiento que no saben explicar y que, sin importar sus PhD en Harvard, no saben entender.
En estos días, casi como un manotazo de ahogado, la autoridad ha presentado una verdadera obsesión: la reanudación de la primera división del fútbol profesional. A tanto ha llegado el ridículo con el tema que, durante los primeros momentos del estado de emergencia, el general Iturriaga dijo que esperaba que se jugara el partido entre Universidad Católica y Colo-Colo. Ridículo.
Y así han intentado, fin de semana tras fin de semana, retomar la fecha que quedó pendiente luego de que la U venciera a Iquique 2-1 en el Nacional. Ha sido una verdadera cruzada que ha sido encabezada desde el ejecutivo con la idea de volver a la supuesta normalidad. El opio del pueblo en toda su expresión. A tal extremo llegó el teatro de lo absurdo que se montó desde La Moneda, que se prefirió suspender antes la APEC y la COP25 que la final de la Copa Libertadores. El “liderazgo internacional” de Piñera quedó en blanco en menos de un mes; tanto esfuerzo de condescendencia y amarillismo ante las potencias mundiales de parte de nuestras autoridades para quedar en ridículo. Eso pasa cuando el presidente está más preocupado de la foto junto a China y USA para firmar un acuerdo bilateral que de su gente.
Pero volviendo a la redonda emoción, lo notorio han sido las ganas del retorno del fútbol y es también notorio que los hinchas somos los primeros en extrañar los domingos de nuestros amores y sus escudos. Pero el fútbol es más que lo que ocurre en 90 minutos en una cancha de pasto, el fútbol tiene un rol social mucho mayor que aquel que tiene el cine, el teatro o un parque de diversiones (ejemplos que han sonado hasta hartazgo en estos días). Sin restar valor a esas actividades que en forma recreativa hacen más llevable la vida en cualquier ciudad, el fútbol maneja otros códigos, entrega otras cosas, mueve mucha gente. Prueba de lo que digo es que se llegó a suspender el evento Teletón mientras el gobierno seguía insistiendo en reanudar la fecha del torneo profesional.
Lo que ha pasado en Chile en estos más de 30 días es lo que lleva pasando años en el fútbol nacional: una represión brutal que no repara en los derechos de los y las asistentes. Niños y niñas que son revisados de forma denigrante, FF.EE. sin ningún tino entrando a galería a punta de luma y, en las últimas fechas, abusando de sus gases. Procesos de dudosa justicia. Clasismo que queda patente en los diversos tipos de ingreso según la entrada que tenga el hincha: es totalmente diferente acceder a marquesina que a galería. Pero de eso nadie se preocupó antes ni menos se preocupan ahora.
Otro punto que es indiscutible: el modelo que impera en el fútbol nacional es el mismo modelo abusivo que tiene cansada a la población chilena. Un grupo de tipos con ningún mérito accede a puestos de poder sin haber recibido un solo voto de los socios, nos quitan los clubes con apoyo de los gobiernos de turno y nos dejan sin espacio de decisión alguno. Lo obsceno llegó al punto de que Sebastián Piñera, hincha reconocido de Universidad Católica, decidió comprar acciones de Colo-Colo y jugar a ser hincha del equipo de Macul.
Acciones como las antes descritas han vuelto al fútbol un refugio de unos pocos que perpetúan sus malas costumbres en los negocios y la sociedad. ¿Cuántas mujeres hay dirigiendo en primera división profesional? Cero, misma cantidad de mujeres que presiden las SA de la misma división. ¿Más ejemplos? Al cierre de esta redacción, Aníbal Mosa y Gabriel Ruiz-Tagle (quién otro) eran sancionados por compra indebida de acciones de Blanco y Negro. La respuesta del exministro de Deporte fue que no tenía conocimiento de que su actuar era una falta. Declaraciones tan indignantes como la de levantarse más temprano y la de las flores.
Las SA se han acostumbrado a recibir financiamiento y a no tener estándares mínimos de gestión. En estos últimos días hemos sido bombardeados por la posibilidad de que, sin las platas del CDF ni Conmebol, el fútbol chileno quiebra. Qué desgaste sentir que, sin esos aportes de ángeles, esta actividad no puede funcionar. Son incapaces de crear recursos propios, pues papá CDF y mamá Conmebol pagan. No solo eso, el tío Estado provee de seguridad y estadios de calidad. Patudos, nos llaman a pensar en los sueldos de trabajadoras, trabajadores, jugadores y jugadoras, los y las mismas a quienes llevan años abusando y años precarizando con sueldos de hambre, tratos de esclavo y condiciones abusivas. Le piden una mano al hincha que llevan años criminalizando, sin dar actualmente condiciones mínimas de seguridad para que, al volver el fútbol, no nos vayan a masacrar o buscar el mínimo resquicio para apartarnos por siempre de los estadios. Se pasaron, abusaron y no aguantamos más. Por eso el fútbol no debe volver.
El pueblo se moviliza y no, Cecilia, no somos extraterrestres. Somos los mismos que no conocías y sigues sin conocer. Los que toman el Metro temprano y hacen maravillas para llegar a fin de mes. El sonido es patente y, al igual que Aníbal en Roma, esta vez estamos ad portas de derribar el imperio.