El ballet de las musas

Ilustración por Miguel Rodrigues

Alguna vez el compositor soviético Dmitri Shostakovich dijo que “el fútbol es el ballet de las masas”. Tal vez por la cadencia de movimientos que funcionan como una coreografía salvaje, o quizás porque tiene la capacidad de hipnotizar a las multitudes; capaz de lograr que un Mundial aplaste una dictadura o que una final de Libertadores llene tripas vacías.

Tal vez sea uno de los actos artísticos más hermosamente hipócritas. Al único deporte que seduce a audiencias en palacios y favelas en simultáneo, todavía le faltaban tierras por conquistar. O tal vez al revés: que por fin fue conquistado.

En los últimos meses, las mujeres futbolistas de Latinoamérica se lanzaron a la caza de una gema que largamente les había sido postergada y sentenciaron: el fútbol también es nuestro (en verdad, la lucha lleva al menos medio siglo y muchas gestoras históricas. Por cuestiones de tiempo y ritmo nos ocuparemos de esta última época).

Recorramos los puntos más altos de la senda de una revolución que todavía hierve.

1.- El estallido más visible sucedió cuando Macarena Sánchez, jugadora de UAI Urquiza, reveló que el club había decidido prescindir de sus servicios a mitad del torneo vigente, dejándola sin posibilidades de migrar a otro club. Por lo pertinente del reclamo, por la claridad de sus declaraciones, porque la lucha venía de antes, porque la oportunidad encuentra al protagonista… la lucha se volvió masa. Muchas otras jugadoras denunciaron encontrarse en situaciones similares: inscritas en clubes que no las profesionalizaban, con trabajos semi formales y sueldos escasos, en condiciones menos que aceptables para la práctica deportiva. Maca Sánchez fue y es el emblema de la lucha -que se pega a muchas otras causas de género- y su historia se multiplicó en medios, redes y relatos, pero es una cara que representa a cientos de miles. Por eso, cuando hace algunas semanas debutó como jugadora profesional de San Lorenzo -y lo hizo con dos goles-, el grito se escuchó en muchísimas canchas del país.

2.- Otras voces, otras luchas. La ocasión no pudo ser más oportuna para el reclamo de Maca Sánchez: en los últimos años en Argentina -como punta de lanza del resto de Latinoamérica- las denuncias de violencias de género y femicidios, las marchas y protestas cada vez más multitudinarias, el hashtag #NiUnaMenos y, un poco después, la gesta por la legalización del aborto, fueron y son noticia. Queda mucho camino por recorrer y en esa gesta el feminismo se resignificó y encontró nuevos puentes y aliadas, pero es hoy parte de la agenda de medios, organizaciones y políticas públicas. Ya no admitiremos morir en silencio ni vivir sin derechos igualitarios.

3.- Fútbol profesional y de mujeres. El 16 de marzo de este año, las autoridades de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) firmaron el acuerdo para profesionalizar el fútbol femenino. Una conquista histórica, se dijo, porque implica la transferencia de 120 mil pesos argentinos mensuales (cerca de 2 mil dólares) a cada club para el pago de salarios, un mínimo de ocho jugadoras contratadas y otras iniciativas para favorecer el desempeño futbolístico. Por ejemplo, que el predio de Ezeiza estará disponible para los clubes y la Selección. Después de 27 años de jugar el Campeonato de Fútbol Femenino División A, después de Maca y después de muchas mujeres y batallas, la realidad se puso a la par de los sueños.

4.- Un año Mundial. De paso, y no es casualidad, en Francia en 2019 se disputó el Mundial de Fútbol Femenino más grande de la historia. Y no fue solo una victoria para Argentina, que estuvo muy cerca de clasificar a octavos de final y convirtió sus primeros goles en este tipo de torneos. También lo fue en términos de audiencia, con más de 1 millón de espectadores en los estadios y una final que fue vista por más de 15 millones de personas solo en Estados Unidos (que se coronó campeón). Además, nuevas selecciones participaron de la copa y en todo el mundo la exposición mediática se amplió muchísimo. Hoy, las jugadores de fútbol tienen contratos profesionales, pero también sponsors, entrevistas, visibilidad en redes sociales y una voz para alzarse contra la desigualdad. De hecho, una de las jugadoras del momento, Ada Hegerberg, decidió no acompañar a Noruega en el torneo como forma de protesta contra las malas condiciones que dispone la federación local.

5.- Amantes del fútbol. Hace ya rato que el fútbol no tiene solo jugadoras profesionales en Argentina, sino muchísimas -cientos de miles- amateurs, quienes lo hacen por placer o por salud. Así comenzaron la mayoría de las que hoy son profesionales, en el barrio, los fines de semana, en un torneo con amigas. No fue sencillo ganarle a la ocupación absoluta de los hombres de aquellos espacios generalmente relegados, discriminados y apagados. Hasta hace poco tiempo, si eras mujer y jugabas al fútbol, formabas parte de un selecto grupo, monitoreado como extraño y excepcional. Pero muchas conquistas son largas, trabajadas y sostenidas en el tiempo. Conseguimos entrenamientos y torneos adecuados; logramos que el fútbol mixto fuese una opción y no un regalo; y dejamos de pedir permiso, perdón y gracias por jugar a la pelota.

Aún quedan muchas cuentas por saldar:

  • El rendimiento físico y la planificación deportiva para evitar lesiones, pues se acondiciona para entrenar cuerpos más preparados y atentos a la fisonomía de la mujer.
  • Mejores sueldos, no tener que conseguir empleos extra para ser jugadoras profesionales de fútbol.
  • Mucha más infraestructura en los clubes. Que esta disciplina no implique jugar en la cancha auxiliar o contar con la indumentaria usada de los hombres o dormir en terminales de omnibus durante los viajes a jugar partidos decisivos.
  • También, que se admita que esto es un espectáculo deportivo y que eso implica transmisiones, auspicios, cobertura de medios y que cualquier disciplina que se pretenda impulsar necesita un fuerte apoyo antes y no después.
  • Por último, mujeres en cargos dirigenciales (arbitraje, directoras técnicas, dirección de clubes y federaciones). Solo así garantizaremos que el género esté siempre contemplado desde el lugar correcto.

Para los griegos, las musas eran criaturas femeninas que servían como fuente de inspiración. Resultaba difícil que tuvieran un rol protagónico y en muchas ocasiones incluso se convertían en la causa de desamores, maldiciones y guerras. Ahora, y por fin, las mujeres no somos musas desarmadas o imaginadas por otras. Somos musas inspiradoras y gestoras de justicia, diversidad y creatividad en el gran ballet de las masas.

Por Victoria Bembibre

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