
Nuestra Cruzada
El 23 de octubre se votará en la cámara el proyecto de las 40 horas, una iniciativa impulsada por las diputadas del Partido Comunista Camila Vallejo y Karol Cariola y que cuenta con un tremendo apoyo ciudadano. No sorprende la gran adhesión que ha tenido en la población la posibilidad de trabajar una hora menos cada día: Chile es el país con la tasa más alta de suicidios en Latinoamérica tanto de adultos como de menores de edad.
Somos un país en el que el promedio de la gente gana menos de $500.000 ($700 USD) mensuales por trabajar jornadas extenuantes para luego aguantar un carísimo y pésimo servicio de transporte. Muchas madres, además, deben vivir aquello cumpliendo una doble labor que no es reconocida ni valorada. Son varias las mujeres que, luego de estar 10 horas en sus lugares de trabajo, llegan a sus casas a limpiar, cocinar, lavar y planchar para dormir unas pocas horas y volver a repetir la misma y agotadora rutina.
El empresariado, en conjunto con la derecha, han comenzado sus campañas de terror vaticinando la catástrofe económica, cesantía y las penas del infierno. ¿Novedad? Ninguna. Cada vez que se han obtenido derechos sociales ha sido sobreponiéndose al terror de un pequeño pero poderoso y privilegiado grupo de personas que, ante la más mínima amenaza de sus utilidades, no escatiman en la difusión de mentiras.
Piñera, mostrándose como el empresario que es, ya anticipó que recurrirá al Tribunal Constitucional para frenar el avance del proyecto. Somos entonces las ciudadanas y ciudadanos les encargados de unirnos, movilizarnos y exigirle a este gobierno que las y los trabajadores en Chile se merecen más tiempo para disfrutar junto a sus familias, amistades o pareja. Se necesitan más horas para vivir, leer, aprender o simplemente descansar. Será un pequeño gran cambio para toda esa gente que se demora tres o más horas diarias en ir y volver del trabajo.
Estamos en un sistema cruel de trabajadores explotados, mal pagados y deprimidos. Es hora de exigir más derechos sociales; un país no puede ser solo números verdes si eso no va acompañado de buena salud mental de las y los trabajadores, pues seguirá siendo solo progreso para los mismos de siempre: los dueños de la pelota, los cabrones que no quieren que nadie más juegue.