Macri vendió el deporte amateur

Ilustración realizada por Miguel Rodrigues.

Desde fines de 2015, Argentina camina encorvada, con el estómago perforado, arrastrando los pies. Como uno de esos zombies de la serie The Walking Dead. Un zombie, alguien que regresa de la muerte con la voluntad absolutamente anulada. Como el neoliberalismo, resurgiendo de sus oscuras cenizas. O el pueblo argentino, que a fuerza de eslóganes edulcorados y consignas vacías, entregó su alma a los bufones de corbatas, que llegaron con la misión de animar el circo sin pan y con el objetivo de achicar al Estado, sumirlo a su mínima expresión, y que de allí se caigan todos los que sobran. Porque es así, mis amigos: nada como la invisible mano para mecernos en sus sueños de libertad… de mercado.

Mauricio Macri, como un sastre del desastre, con sus afiladas tijeras achicó el contorno de los Ministerios de Trabajo, Educación, Salud, Ciencia y Tecnología, entre otros, y también redujo en Agencia a la Secretaría de Deportes, tema que nos atañe en esta nota. 

Macri proviene de una familia acaudalada. Por su lado paterno: Franco, empresario cuyo crecimiento exponencial se produjo durante la última dictadura militar y se acrecentó en los sucesivos gobiernos democráticos. Por el lado materno: Blanco Villegas, terratenientes ganaderos. Oligarquía de pedigree. Utilizó la política deportiva como estratagema para erigirse, primero, como jefe de gobierno y luego como primer mandatario. El ojo agudo que haya observado los movimientos de aquel joven presidente de Boca seguramente pudo captar su forma de hacer política y cómo esta sería replicada en el plano nacional.  

Unas de las primeras medidas que llevó a cabo en Boca fue la de recortar el sueldo de empleados y jugadores. Cerró las distintas disciplinas deportivas -culpándolas de generar «gastos»-, quedándose solo con el fútbol y el básquet. Aumentó la cuota social en un 25% y acusó de «pesada herencia» lo dejado por el presidente anterior Antonio Alegre -quien había saneado las cuentas de un club que agarró al borde de la desaparición-. Hizo remodelar el estadio (la obra estuvo a cargo de su grupo empresario), dándole mayor importancia a la ampliación de palcos y plateas, mientras disminuía la capacidad de las populares, sector que suelen ocupar los hinchas de menos recursos. Reformó el estatuto, impidiendo que cualquier socio pudiera presentarse a elecciones, ya que el requisito indispensable desde ahora sería contar con un patrimonio mayor o igual al 30% del patrimonio del club. También vetó la posibilidad de que el hincha común acceda a ver un partido; el privilegio quedó únicamente para los socios del club. Al sobrepasarse la demanda de estos últimos, se creó la figura de «adherente», potenciales socios que mensualmente abonan la mitad de la cuota total esperando a que un cupo se libere. Elitismo puro.  

En la campaña para la presidencia de Argentina, Macri lanzó una catarata de promesas que, como tantas otras en los distintos ámbitos, no fueron más que eslóganes para seducir al narcotizado electorado. Sostuvo que el deporte debía actuar como herramienta de transformación social, de igualdad, y que se iban a crear nuevos espacios para su práctica. Destacó la importancia de la Asignación Universal por Hijo en el deporte y ratificó la financiación del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), creado en 2009 con el propósito de apoyar económicamente a los deportistas.

A fines del 2009, se creó el ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), institución cuyo fin era el de apoyar económicamente al mundo del deporte amateur. La financiación provenía del impuesto del 1% a las empresas de telefonía celular. A principios de 2018, el Ministerio de Economía realizó una reforma tributaria, por lo que el impuesto a las telefónicas dejaba de ir directamente al ENARD para pasar a las arcas del Estado y utilizarlo vaya a saber en qué. Esta fue la primera piña que sufrió la política deportiva en tiempos de Macri.  

La ley 27.201 nunca fue reglamentada. Esta le había dado nacimiento al ENADED (Ente Nacional de Desarrollo Deportivo) y había sido aprobada por el Congreso de la Nación a fines de 2015 -antes de la asunción del actual gobierno– con el fin de nuclear al Estado, al deporte y a la sociedad. Por intermedio de esta ley se debía otorgar una Asignación Universal por Deporte a niños y jóvenes de entre 6 y 16 años. El gobierno actual jamás cumplió con esto.  

El uppercut al mentón llegó cuando se decidió quitar la Secretaría de Deportes y convertirla en Agencia de Deportes. La medida provino de un DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia), facultad con la que cuenta el Presidente de la Nación para saltar al Parlamento y dejar al debate fuera de juego. De este modo, la Agencia pasa a tener independencia del Estado para administrar sus fondos y bienes, pudiendo vender sus activos. El presupuesto a recibir es inferior que el de la Secretaría y podría arancelar algunas actividades, lo que a las claras muestra una semi-privatización del deporte amateur. 

Estas medidas provocaron la disolución de la CAD (Confederación Argentina del Deporte), entidad que reúne a 138 federaciones y que había denunciado el incumplimiento de las leyes por parte del gobierno nacional. La Federación había sido intervenida durante las dictaduras de 1955 y 1977, pero jamás se habían atrevido a desaparecerla. 

Otras de las polémicas decisiones que ha tomado el actual gobierno en materia deportiva tiene que ver el otorgamiento de las becas. A partir de septiembre, tras los Juegos Panamericanos de Lima, el criterio para las entregas será exclusivamente meritocrático. Se hará una revisión en la lista de becados y solo aquellos que hayan obtenido medallas, las mantendrán. La misma fórmula se aplicará en Juegos Olímpicos y Mundiales. No se tendrá en cuenta los logros en sudamericanos y certámenes de menor calibre.  

Todos estos movimientos en el tablero del ajedrez neoliberal tienen como objetivo la liberación de los terrenos pertenecientes a predios para la formación de los deportistas. Uno de los más codiciados es el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), conformado por 11 hectáreas ubicadas en el sector norte de la Ciudad de Buenos Aires, una de las zonas más cotizadas de la capital. Allí se pretende llevar a cabo un proyecto denominado como Parque de la Innovación, con edificios de más de treinta pisos con vista al rio, comercios y un parque de recreación. El club Tiro Federal, que queda a pocos metros, fue vendido como parte del mismo proyecto en una suma cercana a los 151 mil dólares.  

El CENARD es el lugar por excelencia de los deportistas amateur. Funciona desde 1953, cuando al deporte se lo consideraba política de Estado y allí, además de las diversas instalaciones abocadas a cada disciplina, funciona el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) número 1 “Dr. Enrique Romero Brest”, y la escuela secundaria EEM número 3, DE:10 “Escuela del Cenard”. A fines de 2018, tras el anuncio por parte de Mauricio Macri de que el CENARD sería traslado a la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, deportistas, profesores, entrenadores y ciudadanos se manifestaron en la puerta del predio con carteles que rezaban: “No al cierre del CENARD”, “No privaticen el deporte”, “No a las sociedades anónimas deportivas”. Esta movilización produjo el aplazamiento de la inminente venta del lugar. La excusa esgrimida por el gobierno dejó al desnudo que el Parque Olímpico de Villa Soldati –lugar al que sería trasladado- aún no cuenta con la estructura suficiente para la mudanza.  

El deporte posiblemente sea de las herramientas más potentes a la hora de la contención social y el desarrollo. Una buena política deportiva combate la marginalidad, aglutina niños y jóvenes en un espacio común, provee de valores, nutre la fortaleza mental, la capacidad de resiliencia. La buena disciplina. La comprensión de la importancia del colectivo en pos de un objetivo. Basta con ver cómo el movimiento feminista es capaz de transformarse tomando al fútbol como un canal de participación y difusión. Las políticas neoliberales eyectan a los márgenes a deportistas amateur y profesionales. A unos los desfinancia, mutilando la posibilidad de crecimiento, y a los otros los superprofesionaliza, encerrándolos en una burbuja mercantilizada. Quizás sea por ello que en el ámbito amateur podemos encontrar compromiso político y en el profesional sea toda una rareza el rugir de alguna voz disonante.  

Y allí va el deporte amateur argentino; encorvado, languideciendo. Caminando solito -con la voluntad quebrada- por entremedio del bosque a merced de los jadeantes lobos de corbatas que, reunidos en su banquete, con los colmillos afilados y un cuchillo en cada mano, esperan al acecho por recortar los sueños de barriletes y destruir el trazo horizontal de las utopías.

Texto por Juan Ignacio Navarro

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