La gente merece celebrar

Nuestra Cruzada

No se puede negar que la mayoría esperamos con ansias la llegada del 18. Nos gustan las fiestas, lo pasamos bien, nos olvidamos un rato del trabajo, de lo caro que está el transporte público, de no tener salud de calidad o de las jubilaciones precarias, entre tantas otras cosas con las que tenemos que convivir en este país. Y es que nada importa porque, claro, hay que celebrar. Pero ¿realmente tenemos motivos para celebrar?

Empieza septiembre y comenzamos a ver cómo las banderas chilenas colman las ventanas de las casas y los balcones de los edificios. La gente se regocija con el espíritu festivo y aclama el sentirse parte de una nación. En las noticias vemos dónde están las mejores empanadas de Santiago, cómo hacer un buen terremoto, las fondas que hay por aquí y por allá. Mucho viva Chile, mucho brindis, mucho amor a la patria.

Y la verdad es que no sabemos si hay mucho que celebrar cuando esta patria es injusta y excluyente. Cuando nuestra independencia se forjó bajo una estructura elitista y dominante. Cuando, lejos de liberarnos como pueblo, nos sumimos en las mismas doctrinas burguesas que se perpetúan hasta el día de hoy.

No sabemos si hay mucho que celebrar cuando el Estado nos violenta y reprime. Hace una semana veíamos cómo Fuerzas Especiales de Carabineros entraban, sin ningún respeto, al Cementerio General, irrumpiendo en una instancia de conmemoración y homenaje para las víctimas de la dictadura. Y pisotearon las tumbas, abusaron de su poder, atentaron contra la memoria y la ciudadanía.

¿Cómo vamos a querer celebrar cuando en nuestro país siguen pasando estas cosas? ¿Cómo vamos a querer colgar una bandera cuando ese blanco, azul y rojo es sinónimo de violencia y desigualdad? ¿Qué celebrar si aún en 2019, 209 años desde el comienzo del proceso de nuestra independencia, siguen asesinando y tratando de terroristas al pueblo mapuche?

Poco y nada que celebrar.

Por otro lado, Pedro Lemebel dijo “la gente merece celebrar porque este país no tiene carnaval”. Y es en ese sentido que en parte estas fechas nos terminan alegrando, porque, como decíamos al principio, la gente se abstrae con este espíritu dieciochero, la familia y amigues se reúnen, brindan y bailan. El pueblo se merece estar de fiesta, aunque no haya nada que celebrar.

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