
Nuestra Cruzada
Con mucha frecuencia se escuchan comentarios que repiten la idea de que el fútbol es un deporte masculino, una actividad que solamente los hombres entienden. Pareciera que a muchos les cuesta hacerse la idea de que existen mujeres profundamente interesadas y apasionadas, tanto por el deporte como por los colores de los equipos a los que siguen.
Por otra parte, no deja de ser cierto que las galerías y las aficiones son ambientes donde –a diferencia de otros espacios públicos– se permite con libertad la reproducción de la misoginia y la homofobia mediante cantos, insultos, expresiones físicas o lienzos. Desafortunadamente, la idea del fútbol como lugar de hombres les ha permitido a ellos tener espacios de forma descontrolada, llenos de violencia simbólica, verbal y física contra el género femenino, pues estas expresiones se le atribuyen al folclore del fútbol, como si fuera parte de su estado natural y necesario.
Entonces, como mujeres feministas seguidoras de nuestro equipo, nos encontramos de forma constante ante un doble cuestionamiento sobre nuestra pasión: ¿por qué seguirlo si es de hombres? ¿por qué asistir al estadio si se menosprecia nuestro género?
Sin duda es más fácil responder la primera pregunta: no es necesario dar explicaciones por algo que nos apasiona. Afirmar que las galerías son un espacio exclusivo de hombres sería negar años de historia de participación femenina en esta. Teniendo como ejemplo la historia de la barra de la UC, siempre ha existido la participación activa de mujeres en su interior. Testimonios cuentan cómo, por ejemplo, en los años ochenta, el ser mujer no era una piedra de tope para intervenir en los asuntos de barristas, donde de hecho a ellas se les respetaba. Actualmente, existen grupos de mujeres que han sido ejemplares en organización de hinchada femenina, como lo son el piño Las Rancias, quienes por años han alentado a Católica dentro y fuera del país. Las mujeres siempre han estado en la galería, desde los inicios de la barra. El ser parte de la hinchada actualmente no es intentar apropiarse de un espacio, es más bien resistir y reafirmar que es propio.
Entonces, ¿quiénes somos las hinchas de la UC? Si bien el espectro es profundamente diverso, somos mamás, abuelas, hijas, hermanas y amigas apasionadas por los colores, que vivimos las alegrías y penas que entrega el fútbol y que buscamos gozar libremente de este lindo deporte independiente de nuestro género. Si acaso una llegó a la galería de la mano de su mamá a los cinco años o de su pareja a los 19; si su primera emoción por la Católica fue el penal tapado por Cristián Álvarez o el 30 de abril del 2016, no importa. Las razones sobran y el aguante es real.Es absolutamente cierto que el fútbol reproduce y perpetúa patrones propios de la sociedad patriarcal naturalizando la violencia hacia el género femenino, pero el patriarcado se encuentra alojado en todas las dimensiones de la vida social, siendo este deporte una más. El estadio, la galería, son espacios de resistencia contra el machismo; cuando las mujeres alientan, el patriarcado de a poco se debilita.