
Por Fútbol y Resistencias
Este es un tema que acompaña al fútbol desde siempre y del que, por lo tanto, hay mucho que decir, pues siempre estarán amaneciendo visiones sobre este concepto: la violencia.
Apoyaremos nuestra jugada desde la diferencia que se hace sobre violencia – sus tipos- y la agresividad [1]. Nuestra idea no es discutir las acepciones de los términos, sino más bien transitar hacia sus implicancias futboleras desde una definición generalmente aceptada.
Entendemos la violencia como un acto voluntario y/o consciente, mientras que la agresividad sería involuntaria, de reacción inmediata y, en muchos casos, “inconsciente” (las comillas representan que esa característica puede ser discutible). Por supuesto que hay distintos tipos de violencia y, por lo tanto, también de agresión, y que sus efectos son el daño hacia un algo. Hasta acá ya tenemos muchas preguntas y, aplicadas a los detalles del fútbol, todavía más. Desde ahí comenzamos a triangular.
Kaldo: ¿Cuáles son los espacios vinculados con el fútbol en los que se genera violencia? Por ejemplo, la explotación infantil o carrera de futbolista en la infancia o el precio de la entrada.
Pato Mestizo Córdova: Pero, ¿es válida la violencia? O ¿cuándo es válida? ¿Cómo se hace de la violencia un saber popular? Eso fue algo que se dijo en la jornada de las hinchadas que organizamos.
¿La violencia es una herramienta para someter o para liberarse del sometimiento? La violencia utiliza otros espacios y territorios como herramientas para dominar o dañar, que es su efecto más preciso. Por ejemplo, ¿podría ser el fútbol un elemento violento utilizado por los grupos de poder para dominar?
Kaldo: hay que decir también que el sistema capitalista usa al fútbol como herramienta para infundir, de forma premeditada, sus violentos tentáculos que se reproducen en los micro espacios futboleros. Es violento porque es un acto voluntario de dañar por parte del Estado. Nos tienen haciendo filas y respondemos con agresión, una forma desorganizada de transmitir nuestra rabia. La rabia tiene que ser organizada para construir una autonomía comunitaria y tratar de resolver los problemas que el Estado violento no quiere resolver. En salud, en educación, en vivienda, en trabajo, son solo espacios violentos.
Diego: Pensaba lo mismo. Violento es conseguir más rápido unos gramos de droga que una “bendita” hora con un médico pa’ que te diga que tomes paracetamol.
Pato Mestizo Córdova: En la jornada de Historias de Hinchadas, cuando Caro Cabello (hincha de Wanderers) comparte esa visión de los tipos de hinchas, apareció en la conversación la idea de que la violencia era «un saber popular» de las hinchadas. Y se posicionó desde ese saber puesto al servicio de lo popular, o al menos yo sentí eso. Eso me genera un montón de ruido y preguntas. Porque un saber, para que se posicione como «popular», significa que está a disposición de la emancipación del pueblo y eso no lo veo en las hinchadas. Creo que mayormente esa violencia la ponen a favor de individualidades e incluso a veces contra sus pares -de clase y dentro de la organización- para lograr posiciones dentro de cada espacio. La pelea con los pacos no es sistémica y responde a agresiones por parte de esa institución de mierda desde la defensa y de manera súper esporádica. Entonces, ¿es saber popular? ¿Ponen las barras o hinchadas ese saber para su emancipación o para defender su estructura e intereses? Creo que la violencia es válida cuando se usa para defenderse y liberarse, siempre contra arriba y nunca para el lado.
Diego: Violencia es violencia por donde se le mire. Saber usar la violencia defensiva contra un ataque o hacer una ofensiva contra quienes nos oprimen constantemente, la valido, si bien, creo que el subconsciente de la sociedad en general es utilizar la violencia para validar algo y/o tener algo a favor del individuo a cualquier costo.
Creo que en las barras se genera y se crea un sistema muy similar al global, en donde unos pocos, a punta de violencia, se hacen del poder y lo expresan mediante la represión (de distintas formas) a sus pares. No obstante, creo que validamos la violencia siempre y cuando se aplica contra quienes nos quieren ver perecer. Pero ahora, ¿sabemos realmente quién es el enemigo? ¿Tenemos la claridad para darnos cuenta quién realmente nos está violentando constantemente para poder aplicar acciones directas? Quizás solo vemos a quien nos ejerce esa violencia explícita, pero ¿observamos la que es de forma más pasiva?
Esa violencia que nos golpea por el solo hecho de nacer sin nada, sin condiciones ambientales que promuevan un crecimiento pleno, con tal vez un solo destino: seguir ejerciendo violencia deliberadamente como única forma de subsistir.
Pero ¿cómo se trabaja la violencia desde lo marginal y su génesis en los territorios? ¿Seguiremos buscando la respuesta entre libros y debatiendo con tecnicismos que el barrio no comprende o nos reuniremos entre quienes somos violentados buscando una nueva forma de vida?
Pato Mestizo Córdova: Parecieran, o al menos siento, tres patas de lo que hemos venido conversando. Una es el «qué es la violencia» desde perspectivas (clase, raza, género, etc.) más complejas que solo las lineales. La segunda, como saber popular tensionando el cómo y contra quiénes se utiliza realmente. Una tercera es el enfoque en si sabemos en realidad, o si las comunidades en las hinchadas visualizan o no, a un «enemigo» y quién sería esa contraparte en caso de ser visualizado.
[1]: El miembro honorífico del Centro Lombardo Toledano nos dice que “existen términos como “agresividad” y “violencia” que suelen emplearse como sinónimos y no lo son”. “… la agresividad es una conducta innata que se despliega automáticamente ante determinados estímulos y que, asimismo, cesa ante la presencia de inhibidores muy específicos. Es biología pura. La violencia es agresividad alterada, principalmente, por diversos tipos de factores (en particular, socioculturales) que le quitan el carácter indeliberado y la vuelven una conducta intencional y dañina”. Fragmento del capítulo Concepto y tipos de violencia, de José Sanmartín Esplugues, en: “Reflexiones sobre la violencia”, Siglo XXI, México, 2010, p.p. 11- 33.