
Roberto Rabi
Colaborador Asamblea de Hinchas Azules
Tenemos nuevo entrenador: Hernán Caputto Gómez. Con él en la banca ganamos, salimos de la zona de descenso automático y retornamos a la victoria luego de una racha de seis justas sin ganar en el Torneo Nacional. Corría el minuto 82 y Benegas empujó con la rodilla la pelota para darnos el triunfo, en un partido parejo frente a un rival directo. Un partido de seis puntos. Tal vez no de una forma muy elegante, pero sirvió para lo inmediato y creo no ser el único que lo vivió como una especie de ansiado regreso a nuestras tradiciones. Ese luchar hasta el final, sin rendirse.
Al redactar “Toda la Historia de la “U”, revisamos junto a Gustavo Villafranca las cifras de nuestra historia deportiva, afirmando, tras un extenso y metódico ejercicio, que lo que pareció una consigna propia de la “U” 2011 y 2012 –el mítico “lo damos vuelta”- era más bien una constante de los equipos azules. Por lo mismo, resulta bastante doloroso verificar, más que el hecho mismo de estar en el fondo de la tabla y arriesgando perder la categoría, que nuestro desempeño reciente evidencia mucho nerviosismo y falta de jerarquía. Efectivamente, si los partidos duraran cuarenta y cinco minutos, estaríamos bien arriba de la tabla, porque buena parte de los puntos que entregamos, perdiendo o empatando, los extraviamos precisamente como antaño solíamos lograrlos: con uñas y dientes, al final, cerca del último suspiro. Como es más lindo.
Sin embargo, creo que ningún azul en serio ha pensado que la actual crisis puede liquidar nuestra identidad. Aún los más pesimistas, los que ven a la “U” en los potreros el próximo año, entienden el descenso como una contingencia tal vez probable, pero transitoria. De la que podremos salir como lo hicimos antes: engrandecidos.
Pero estas dificultades nos han servido para revisar con detención nuestro presente, y además de la falta de jerarquía a la que hago referencia (que debería quedar atrás sin dificultad si el equipo se mentaliza y recupera la confianza), muchos han acusado cierta falta de compromiso disfrazada de incondicionalidad de nuestros parciales. Una tolerancia casi indolente con el penoso desempeño de nuestros dirigentes. En muchos foros, conversaciones de grupos de hinchas, en el estadio y las redes sociales, he percibido comentarios del orden de “que fácil ha sido para Azul Azul llevar a nuestro equipo al descalabro”. Error tras error. Desastre tras desastre. Sin costos, con muy poca responsabilidad, sin una multitud enardecida respirándoles en la nuca. Pues claro, somos incondicionales.
Espero que este incipiente renacer no extinga aquella chispa originaria de sentido crítico. Queremos volver al juego atildado y los triunfos; apoyados en talento, mística y pasión de los jugadores y cuerpo técnico. Pero también -y aún más- exigimos seriedad y comprensión de la trascendencia de nuestro club por parte de los empresarios que llegaron a encabezarlo; fundamentalmente que dejen de entenderlo como una fábrica de bienes suntuarios sin sentido social alguno, justificada y centrada en la rentabilidad. Que se aburran de ver a nuestro querido equipo como un conjunto de papeles, pases y títulos de dominio que no tiene otro destino que generar réditos a sus propietarios.
No nos relajemos, podemos ser más hinchas que nunca y volver a lo alto, atentos a que no contraten a jugadores o técnicos que no respeten principios éticos básicos e indispensables como el respeto por las personas y la transparencia. No queremos más entrenadores que lleguen a escondidas, en las tinieblas y se vayan con la cola entre las piernas. Exijamos que nuestras divisiones inferiores dejen de ser un mercadillo de venta en verde de mal gusto.
Y sobre todo recordémosle permanentemente a los que ponen las lucas y, por ello, pretenden tener cierta autoridad basada en meras leyes de mercado, que podrán comprar todas las acciones del planeta y el universo, pero pese a esto el club sigue siendo nuestro y no de ellos. Que tengan claro que su concesión es efímera y nuestra pasión, eterna.
Y somos nosotros, los románticos viajeros, los que vamos a continuar el sendero.