
Jorge Salvador
Colaborador Asamblea de Hinchas Azules
Para quienes somos hinchas del fútbol y/o de un club, imagino que más de alguna vez se nos ha cuestionado esto como un síntoma inequívoco de alienación, una excentricidad de nuestra parte o bien otra actitud apática ante otra mercancía fetiche como las que abundan en comerciales y calles. Así, contribuiríamos a lo que en su tiempo en Roma se llamaba “pan y circo”, aludiendo a que con alimento precario y distracción de poca monta se puede distraer a la gran mayoría de la población respecto de la conciencia de su propia exclusión.
En el último tiempo, distintos sucesos refuerzan a quienes, válidamente o no, nos refriegan lo anterior. En Chile existen lugares donde la gente no tiene opción alguna sobre la tierra en la que vive, siendo esta contaminada y sacrificada a diario por distintas industrias: lugares como Quintero o Ventanas, donde sus habitantes se intoxican producto de los químicos expulsados al aire. Recientemente Osorno quedó desprovista de agua apta para el consumo humano a causa de la irresponsabilidad de ESSAL, empresa que posee la concesión sobre los derechos del agua. Qué decir de nuestras compañeras que ni siquiera tienen el derecho de decidir sobre sus cuerpos, o del pueblo Mapuche. No somos libres de decidir ni de cómo debe ser el lugar en que vivimos, de los recursos mínimos que necesitamos y cómo debiesen ser administrados estos; ni tampoco de nuestras propias vidas. Entonces, ¿por qué el fútbol? ¿por qué luchar por la U?
El mismo fútbol es capaz de entregar una respuesta pues, al ser un deporte colectivo, nos hace ir al encuentro de otros, de otras, de reconocer la exclusión entre pares y camaradas, de ayudarnos en las buenas y en las malas. Nuestra Universidad de Chile tiene por hogar un antiguo centro de tortura y, años más tarde, fue tristemente quebrada y vendida al mejor postor para dejarnos en una situación similar a la de los romanos: “pan y circo”, una entretención para el mero consumo individual. De lo contrario, represión, carabineros, Estadio Seguro.
Nadie dice que recuperar a la U mejorará el mundo, pero sí nos permitirá algo cada vez más escaso en la sociedad en la que vivimos: la posibilidad de poder guiar lo que nos identifica, lo que nos hace humanos y humanas según nuestra voluntad colectiva, el pertenecer a una comunidad efectiva. Esta comunidad, con sus integrantes y sus diferencias, deberá además enfrentar la misión de formar el sueño de miles de niños y niñas que anhelan defender la U en el pecho, cimentar en las distintas edades una identidad basada en los mismos principios que reunió a toda esta gente: el amor.
En este país, donde la sensación de libertad se expresa en redes sociales virtuales, donde la exclusión parece ser el eje o también guía, donde la rebeldía se puede pagar con la vida, construir un grupo humano convocado solamente por lo que somos y lo que decimos amar posee un horizonte totalmente revolucionario. Qué mejor que, además, sea dedicado a nuestros amados colores Azul y Rojo.
¡Viva la U libre!