¿Día del Niñe?

Nuestra Cruzada

Siempre que hablamos de las infancias lo hacemos desde nuestra postura de adultos; somos quienes sabemos qué es lo mejor para les niñes. Nuestra mirada adultocéntrica, patriarcal y capitalista ha permitido que la relación que mantenemos con elles sea desde la anulación de sus intereses, sobreponiendo los del adulte, llámense papás, mamás o profesores.

De manera “positiva”, les niñes están en la palestra ya que en los próximos días se viene el “Día del Niño”, aquel día comercial en que todos los medios de comunicación y publicidad rinden pleitesía al capitalismo y dirigen sus esfuerzos hacia la elección del mejor regalo para los niños y niñas. Deben ser los únicos días del año en los que se habla de la infancia, o por lo menos de un tipo de infancia que espera con ansias este día. Las otras infancias en Chile son lamentablemente visibilizadas en dos oportunidades: cuando sus derechos han sido vulnerados gravemente y cuando sus conductas son disruptivas.

En el primer caso oímos de elles en temas relacionados al SENAME, en donde el Estado chileno tortura a niñes de residencias. Como dicta el informe de la UNICEF, quienes deben garantizar el bienestar de las infancias han violado sistemáticamente sus derechos. En el segundo caso, hablamos de elles porque son niños y niñas que “molestan” en las salas de clases, se paran, burlan, contestan y, por ende, los mandan a especialistas de la salud mental. Son etiquetados, sobre diagnosticados y medicados con fármacos que en muchos casos no deberían tomar. En ambas situaciones, somos las personas adultas quienes ejercemos el poder sobre les niñes con prácticas adultocéntricas que solo invisibilizan y permiten que en materia de infancia estemos tan mal como estamos hoy.

Como resistencia a esto, desde Nuestra Cruzada creemos firmemente que los adultos y las adultas debemos identificar el tipo de relación que en la actualidad forjamos con los niños, niñas y jóvenes, así como racionalizar aquellas prácticas en donde los invisibilizamos por el solo hecho de no ser adultes. De esta manera, podremos transformar y posicionarnos en un enfoque centrado en los derechos, visualizándolos como sujetos de derecho y no objetos de protección. Somos los, las y les adultes quienes debemos dejar de situarnos desde el adultocentrismo, ya que su hermandad con el patriarcado heteronormado sólo perpetúa relaciones de poder basadas en un opresor y un oprimido, valorizando todo aquello que provenga desde el opresor, llámese hombre, adulto y/o heterosexual, por sobre lo que venga desde el oprimido, llámese mujer, niñe, indígena y/o diversidad sexual.

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