
Andy Zepeda Valdés
Socio de la Asociación Hinchas Azules
Azul Azul nació de la infamia. Nació gracias a que intereses políticos y económicos se aunaron para apropiarse del fútbol y crear la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Todo este ejército de mercachifles inoperantes llegó a hacerse con la propiedad de la U solo porque la Corfuch fue quebrada a propósito y de manera espuria.
Su única motivación siempre será el beneficio económico. Lo que ocurra con la identidad, el patrimonio histórico y el tejido social inherente a una institución como la U no les interesa en lo más mínimo porque no conciben estos aspectos como parte del circuito de producción que les dará dinero. Ergo, no hacen nada por potenciarlos.
Claro, quizá las S.A. no llegaron con la intención de destruir el fútbol, tal vez hablaban con honestidad cuando prometían, merced a su sapiencia empresarial, todos los tesoros del cielo: transparencia, solvencia y competitividad. En la práctica, conducir un club de fútbol es muy distinto a administrar una empresa. Carlos Heller hoy lo tiene más que claro y por eso dio un paso al costado, pero tampoco deja su ambición atrás y por eso no vende sus acciones.
Azul Azul es la enfermedad y la hinchada es la cura. Que esto se grabe a fuego como un axioma en las mentes y corazones de toda persona que haya portado alguna vez la U en el pecho. Que se erija como un deber sagrado para todas y todos quienes edificamos nuestra vida en torno a la U y lo que ésta representa. Que se haga costumbre odiar el fútbol de mercado y se vuelva lucha esta permanente angustia en la que las sociedades anónimas nos han sumido.
Que se entienda como una verdad incuestionable que en el pasado, en la era previa a las sociedades anónimas, quizá bastaba con alentar, pero ya no. Ya no es suficiente ir a la cancha, llevar la camiseta bien puesta y apoyar al equipo aunque vaya último. Hoy, en estas épocas oscuras, se hace necesario poner algo más. En esta era en que cualquier imbécil llega a ser presidente de un equipo, saltándose todo el cumplimiento de méritos y cualquier proceso eleccionario democrático; en que cualquiera es técnico, aunque sea misógino, mentiroso e incompetente (sí, Arias), resulta fundamental que todas y todos resignifiquemos lo que implica ser hincha.
Así, lo que hagamos las y los hinchas de aquí en adelante será decisivo. Si seguimos consumiendo el “producto” Universidad de Chile, estamos condenados a seguir masticando el fracaso y la miseria que han traído Azul Azul. Tenemos que ser capaces de ir más allá.
Si, por el contrario, asumimos que la U es nuestra, que estos burros van solo de paso y nos ponemos todas y todos en conjunto a luchar y hacemos prevalecer nuestros términos y nuestras condiciones, entonces habremos vencido al fútbol de mercado y logrado que la U vuelva a ser patrimonio de su gente. Habremos hecho de la soberanía y la autodeterminación una realidad. Esa misma realidad que nunca debió dejar de ser norma.
Un pueblo organizado puede tomar el destino en sus manos. Suena utópico, suena a que no se le puede hacer frente a Azul Azul, pero han caído imperios y reinos por presión popular, ¿cómo no va a caer una concesionaria? ¿Cómo no van a empezar a hacer las cosas de manera decente al menos? Organicémonos y peleemos, camaradas. En nuestras manos está la cura a la enfermedad que es Azul Azul. Comprendámoslo de una vez y actuemos conforme a ello.